Algo positivo de Antioquia la más educada fue el papel del docente. Así solo se hablara de los parques educativos y de los mejoramientos de los CER en diferentes municipios, los profesores, bastón de estos establecimientos de formación, pasaron a ser protagonistas. Sin embargo, se llegó a un momento en el que solo se hablaba de becas para los maestros y ahí comenzó el carrusel.
Incentivar la educación de los docentes, más específicamente la especialización, es algo que a ellos les sirve mucho tanto para conseguir un trabajo como para seguir escalando. Pero no todo es tan maravilloso. En la pasada cátedra Mova que fue en el auditorio del Parque Explora, muchos profesores estaban hablando de dichas becas que da la Gobernación, entidad que a lo largo del mismo día, desarrolló un evento en Plaza Mayor dedicado al profesorado que trabaja en el departamento y que así contribuye al sueño de «la más educada».
Entre las críticas que se escuchaban en las conversaciones, muchos criticaban la gran ironía de que para postularse a las becas de maestría había que estar inscrito, cursando o haber finalizado una maestría. Vaya lío. ¿Cuántos profesores se pueden dar el lujo de tener una especialización? Hablemos de los casos de los pueblos en donde la mayoría de los puestos los ocupan normalistas que no han pisado la universidad, como en el caso de varias veredas de Hispania y de Betania y probablemente de muchos municipios más. Este público no puede acceder a este tipo de oportunidades, que al final lo que terminan haciendo es segregar.
Volvamos a la ciudad. Los profesores que estaban en la cátedra, que viven en la urbe, también se quejaban de esos requisitos para acceder a las oportunidades que hacía la Gobernación en convenio con universidades extranjeras. Cuando el límite no era la edad, lo era el escalafón en el que se encontraban, y cuando leían que debían ser docentes capacitados, cerraban la ventana. Así las cosas, muy buena la gestión y el trabajo social de esta administración, pero incluso después de la columna del profesor que describía su caso al llegar a su nueva plaza de trabajo, deja un descontento de desconfianza. Construímos edificios costosos en municipios cuando en las veredas los centros educativos están sin pintar hace años. Promovemos becas a los docentes que deben tener maestría o un escalafón abismal. No es apoyar la mediocridad lo que digo, es fortalecer la «inclusión», esa palabra que tanto usan hoy administraciones bajo la gerencia social, pero que poco aplican en cuanto a la participación frente a las oportunidades.
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