No hay mejor día de la semana para leer y escribir, que el Día del Señor.
Tengo un amigo a quien llamo el maestro por variadas razones: una de ellas, por su vocación por la estética por la que últimamente es famoso y, la otra, por su dedicación al Derecho Penal.
Precisó él me ha hecho caer en la cuenta de que en ningún país de Latinoamérica se dan medidas preventivas de privación de la libertad tan desmesuradas, como en Colombia y no precisamente porque estén de esa manera consagradas en las normas, sino que por obra y gracia de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia.
Las Leyes 1760 y 1786 consagran el sagrado Derecho a la Libertad de las personas. Solo que dicha Sala dio en la vena de decir que dichas Leyes no obran para los casos cobijados por la Ley 600.
Por esa razón traída de los cabellos, la Sala Penal le negó la Libertad al doctor Luis Alfredo Ramos Botero, que ya bordea la infame marca de un cautiverio de más de treinta y ocho meses, solo porque a alguien, que si debe ser muy peligroso, le dio por decir que Ramos Botero es un peligro para la sociedad. ¿Habrase visto necedad e infamia mayores?
Este diecinueve de noviembre a las 10 de la mañana en el Parque de La Luces de Medellín nos manifestaremos en apoyo a la causa del cautivo, para reclamar algo que, de por sí, no tendría por qué imprecarse: pronta y cumplida justicia, respeto por la dignidad y la libertad de este ser humano, bueno como el mismo pan.
Bueno sería que la Sala Penal no le haga agregados a las normas expedidas por el Congreso y que se limitara a aplicarlas sin más consideraciones que estar a su tenor. De otra manera, una justicia así se vuelve demasiado peligrosa para los derechos y las garantías civiles a que tenemos derecho las personas, desde la Revolución Francesa para acá.
Tiro al aire: ¿Es esto justicia? No lo es, se trata de persecución y de la peor que registren nuestros anales.