“…la intencionalidad empieza con el pie izquierdo, se sigue vandalizando la protesta social con el hecho de llamar en primera instancia a unos de los tantos bastardos (la clase política tradicional) que tienen a Colombia sumida en voluntades de poder.”
Dormir en los últimos días es un total reto, perderse entre los libros es el mejor refugio para no pensar en lo que está sucediendo en las calles, las letras alimentan el espíritu, lo mueven al entendimiento sobre este noúmeno que llega por medio de todos canales de información. Pero, aunque las meditaciones cartesianas, la antropología de Feuerbach, el desconsuelo de Nietzsche, la fenomenología de Husserl y hasta las fantasías de las crónicas de Narnia se conjugan en el bien común para encontrar las raíces de este cataclismo, necesario y a la vez desvirtuado en algunas de sus matices; sin embargo no deja de aparecer la insoportable realidad de un grito desesperado de miles de compatriotas, la violencia “injustificada,” un paro que no para, y como no, la existencia de los actores que oscurecen la protesta social, aquellos categorizados como los bastandos.
Lo extraño con la aparición de estos desadaptados, es que en toda la violencia que hemos experimentado en Colombia, siempre nos hemos caracterizado en saber conducir este mal que en la paradoja del universo, acompaña a lo social y a los hitos de nuestra historia. Por ello, la creación de las guerrillas, la aparición de los paramilitares, las pandillas o combos y otras cuantas vetas armadas que desestabilizan la seguridad del estado, son el ejemplo perfecto para saber, que lo observando en las marchas no tiene precedentes. Después de odas culturales, las marchas disciplinadas cargadas de patriotismo y el derecho de la protesta social con su carácter colombiano, se ve oscurecido al caer la noche, se convierte en violencia radical, caos, anarquismo, vandalismo, violación a los derechos humanos, y sumando el eco sensacionalista de los medios de comunicación que acrecientan la angustia del fenómeno oculto sobre los ¿Quiénes;? hasta el momento no hay respuesta, simplemente son los bastardos de la relación impúdica de todos los actores que participan en la protesta: los apátridas que se revisten de patriotismo que no les compete, la institucionalidad corrupta que actúa para mostrar resultado, los abortados de las marchas que tiran piedras sin saber por qué lo hacen, únicamente por vanagloriarse en el concepto de los “malos”.
Ahora bien, hoy se mira con gran agrado que en la casa de Nariño se lleven diálogos constantes en búsqueda de mitigar la violencia que estamos experimentando, pero la intencionalidad empieza con el pie izquierdo, se sigue vandalizando la protesta social con el hecho de llamar en primera instancia a unos de los tantos bastardos (la clase política tradicional) que tienen a Colombia sumida en voluntades de poder.
Recordemos, los que están protestando, los que ponen los muertos y los heridos no son los políticos, son los manifestantes y claro está, el paro no es de los políticos como se quiere mostrar, esta realidad manifiesta es de la ciudadanía organizada, quienes en un acto de delicadeza hubiesen sido los primeros en dialogar, poner las cartas sobre la mesa, antes de que los expertos consultores (partidos tradicionales) ya hubiesen articulado toda su maquinaria en conjunto con un gobierno que no quiere escuchar a la ciudadanía.
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