Basta de egos

No es a la abundancia de conocimiento y diversidad de ideas a lo que hay que temerle. Hay que temerle es a la arrogancia de creer que lo sabemos todo y que nadie nos puede cuestionar”.


Mo Gawdat es un empresario y conferencista egipcio que hasta hace unos años integró el equipo directivo de Google. Gawdat también es reconocido por ser el autor del libro El algoritmo de la felicidad en el que plasma su fórmula para alcanzar un estado de felicidad permanente a pesar de la crudeza que creemos tiene la vida con nosotros en algunos momentos. Mo tiene toda la autoridad para hablar sobre la materia. Hablar de un estado de felicidad permanente cuando se ha tenido todas las facilidades para salir adelante y sin haber sufrido dramas o pérdidas significativas tanto en lo material como en lo espiritual, suena sencillo. En el caso del autor en mención, este empezó a plasmar su teoría sobre la felicidad cuando en carne propia vivió la pérdida prematura de su hijo de 21 años por un error humano en una cirugía que aparentemente era sencilla, a pesar del dolor que vivió con su familia, descubrió que podría seguir su camino y mantener un estado de felicidad.

Dentro de las claves que plantea el autor para alcanzar este propósito está el de vencer la ilusión del conocimiento. Desde que la humanidad empezó a sistematizar el conocimiento se ha creado un círculo que alimenta el ego pero que a la vez nos enceguece y nos cierra la oportunidad a entender otras visiones o argumentos que también pueden ser válidas así no coincidan necesariamente con lo que nosotros creemos. El círculo que nos lleva a la falsa ilusión del conocimiento es el D-D-A-A: Descubrimiento, Debate, Aceptación y Arrogancia.

Cuando se descubre algo nuevo, se debate su validez, si la sociedad lo avala, lo acepta. Y si se acepta, se genera arrogancia porque se tiende a creer que ese nuevo conocimiento es verdad absoluta y no puede ser refutado. Si algo nos ha enseñado nuestra historia es que han existido teorías que eran irrefutables y luego se fueron desmontando por nuevos conocimientos y evidencias.

De ejemplos estamos llenos y uno que sirve para ilustrar es el caso de Galileo Galilei. En el siglo XVII, el científico italiano se enfrentó con los postulados de la Iglesia Católica porque planteaba que el Sol y no la Tierra era el centro de lo que hoy conocemos como Sistema Solar. La Iglesia hasta entonces había defendido que era la Tierra y no el Sol, el centro de nuestro Sistema. Fue tal la arrogancia de los representantes de la Iglesia Católica, que arrestaron a Galileo y lo obligaron a retractarse porque de lo contrario lo mataban por “hereje”. El tiempo le dio la razón.

La Iglesia en la Edad Media sí que tuvo este tipo de prácticas, con la Inquisición perseguían a todo aquel que los cuestionara por temor a perder su poder y autoridad. En El nombre de la rosa de Umberto Eco se evidencia cómo limitaba todo el conocimiento para estudio exclusivo de los monjes, nobles y reyes y así manipular más fácilmente a la plebe. No en vano, a esta época también se le conoce como “Oscurantismo”.

No es a la abundancia de conocimiento y diversidad de ideas a lo que hay que temerle. Hay que temerle es a la arrogancia de creer que lo sabemos todo y que nadie nos puede cuestionar. Para alcanzar la felicidad y parafraseando a Gawdat, hay que bajarle todo lo que podamos al ego, ser humildes y entender que lo que creemos que sabemos es mínimo comparado con toda la grandeza del universo, que son pocas las cosas que controlamos, más allá de nuestras acciones y nuestra actitud frente a la vida.


Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/joche0916/

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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