Balzac y la joven costurera china

Jorge Diego Mejía Cortés

Serendipia. No puedo definirlo de otra forma. Mientras escudriñaba en la pequeña biblioteca del colegio donde laboro, buscando bibliografía para complementar las clases de Paz y Reconciliación en la U Digital, me encontré con este título: “Balzac y la joven costurera china”. Ingenuamente me pregunté: ¿un libro sobre las aventuras de Balzac? Pronto descubriría la belleza de este relato, que más que una autobiografía es un homenaje a la cultura occidental, específicamente a la literatura y al arte europeo.

Dai Sijie, es un director de cine y escritor chino, nacido en marzo de 1954. Exiliado en Francia a finales de los años noventa, país donde escribió sus dos más importantes y reconocidas novelas, la primera y que hoy nos convoca, Balzac et la petite tailleuse chinoise en el año 2000, ganadora de varios premios dentro y fuera de Francia, y Le complexe de Di (el complejo de Di) en el año 2003, también ganadora de un importante galardón en el país galo, el premio Fémina[1].

Sijie, nació en la región de Sichuán, hijo de médicos que fueron encarcelados durante el régimen de Mao Tse Tung por ser considerados conspiradores contra el gobierno o por sospecha de serlo. Junto a él, miles de jóvenes chinos corrieron la misma suerte, fueron enviados a centros de reeducación rural en el marco de las políticas de la Revolución Cultural China (justo después del “Gran salto adelante”), políticas implementadas en el gigante rojo entre 1966 y 1976. Sijie plasma su experiencia al principio del libro, de una manera desenfadada, sin apasionamientos pero de manera contundente:

“Dos palabras sobre la reeducación: en la China roja, a finales del  año 1968, el Gran Timonel de la Revolución, el presidente Mao, lanzó cierto día una campaña que iba a cambiar profundamente el país: las universidades fueron cerradas y los “jóvenes intelectuales”, es decir, los que habían terminado sus estudios secundarios, fueron enviados al campo para ser “reeducados por los campesinos pobres”. (Algunos años más tarde, esa idea sin precedentes inspiró a otro líder revolucionario asiático, un camboyano[2], que, más ambicioso y radical aún, mandó a toda la población de la capital, tanto a ancianos como a jóvenes, “al campo”) La verdadera razón que impulsó a Mao Zedong a tomar semejante decisión sigue siendo oscura: ¿quería acabar con los guardias rojos, que comenzaban a escapar de su control? ¿O era la fantasía de un gran soñador revolucionario, deseoso de crear una nueva generación? Nadie supo nunca responder a esta pregunta. Por aquel entonces, Luo y yo discutíamos a menudo, a hurtadillas, como dos conspiradores. Nuestra conclusión fue la siguiente: Mao odiaba a los intelectuales (pág.13)”

Y es que el odio a los intelectuales ha sido en diversos momentos de la historia un síntoma de los totalitarismos de toda índole, desde el nacionalsocialismo hasta el estalinismo y más recientemente algunos arquetipos de dictadura moderna y populismos criollos que no esconden su aversión por la academia, que desconocen o reprueban los argumentos que esgrime la ciencia con total desparpajo.

En el libro, Sijie narra la odisea de dos adolescentes enviados a un paraje recóndito de la geografía china llamado “las montañas del Fénix del cielo”, cerca de la frontera con el Tíbet a finales de los años sesenta, soportando condiciones indignas. Quizá, uno de los pasajes más dicientes, por la precisión narrativa, es el que reproduzco a continuación:

“Lo que más nos horrorizaba era llevar la mierda a las espalda, en cubos de madera semicilíndricos especialmente concebidos y fabricados para transportar toda clase de abono, humano o animal. Cada día debíamos llenar de excrementos mezclados con agua aquella especie de mochilas, cargarlas a nuestros lomos y trepar hasta campos situados, a menudo, a una altura vertiginosa. A cada paso oías como la mierda líquida chapoteaba en el cubo, justo junto a tus orejas; y el hediondo contenido escapaba poco a poco de la tapa y se vertía, chorreando a lo largo de tu torso (pág. 21)”

Pero no todo es angustia en esta envolvente historia, también hay momentos de éxtasis donde se le declara el amor a las artes, especialmente al cine,  la música y la literatura:

“Cuando tensé las crines de mi arco, unos cálidos aplausos resonaron de pronto a mi alrededor, y casi me intimidaron. Mis dedos entumecidos comenzaron a recorrer las cuerdas, y las notas de Mozart volvieron a mi memoria, como amigas fieles. Los rostros de los campesinos, tan duros hacía un momento, se ablandaron minuto a minuto ante el límpido gozo de Mozart, como el suelo seco bajo una lluvia; luego, a la luz danzarina de la lámpara de petróleo, fueron borrándose poco a poco sus contornos (pág. 12)”

A medida que el libro avanza, los clásicos de la literatura comienzan a tomar vida en las palabras de Sijie; en el campo de reeducación conocen a otro chico a quien apodan cuatro-ojos, quien tiene una maleta secreta donde esconde importantes títulos literarios:

“Nos acercamos a la maleta. Estaba atada con una gruesa cuerda de paja trenzada, anudada en cruz. La liberamos de sus ataduras y la abrimos silenciosamente. En el interior, montones de libros se iluminaron bajo nuestra linterna eléctrica y los grandes escritores occidentales nos recibieron con los brazos abiertos: a su cabeza estaba nuestro viejo amigo Balzac, con cinco o seis novelas, seguido de Victor Hugo, Stendhal, Dumas, Flaubert, Baudelaire, Romain Rolland, Tostoi, Gogol, Dostoievski y algunos ingleses: Dickens, Kipling, Emily Brontë…(pág. 106)”

Pero, Balzac y la joven costurera, tiene su epicentro en un romance prohibido, el encuentro entre Luo  -coprotagonista de la historia, el narrador de películas de cine, compañero del proceso “reeducativo” de Sijie (el narrador nunca menciona su nombre)- y la hija de un afamado sastre de la ciudad, quienes se ven envueltos en serios problemas cuanto la jovencita queda encinta.

“Mi padre matará a Luo si lo sabe ̶ dijo llorando suavemente sin un sollozo (Pág.164)”

La joven costurera pierde su virginidad en un encuentro furtivo con Luo, en medio del bosque, a la vera de un árbol de Ginkgo, allí  sucede el “acoplamiento[3]” que la dejará en embarazo. Así mismo, por medio de la oratoria de su famélico compañero se enterará del maravilloso mundo de la literatura occidental. Sin embargo, en un giro inesperado la sastrecilla abandona la montaña del Fénix del Cielo y se marcha a la ciudad sin despedirse. Tras enterarse de lo ocurrido, Luo se embriaga y en un ataque de ira y angustia decide quemar todos los libros…

La idea de esta breve reseña no es elaborar una ficha técnica sobre el libro de Dai Sijie, sino generar una provocación, para que el lector inquieto se aventure a leer un buen libro, que si bien es corto, envuelve desde el inicio hasta el final y nos invita a reflexionar sobre la condición humana sometida a totalitarismos y dictaduras y de cómo tenemos la capacidad de sobrevivir a situaciones deleznables, a contextos degradantes e inhumanos, donde a pesar de las condiciones adversas, siempre hay espacio para el romance y la esperanza.


Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/jmejiacortes/

[1] El premio francés “Femina” fundado en 1904 es un jurado integrado únicamente por mujeres

[2] Pol Pot y los “Jemeres Rojos” acabaron con un tercio de la población camboyana, quemando bibliotecas, prohibiendo la medicina y asesinando todo aquel que fuese considerado intelectual.

[3] Según el narrador es la palabra popular para definir el coito.

Jorge Diego Mejía Cortés

Coordinador de la Tertulia Literaria U de A. Docente Normalista. Politólogo Universidad de Antioquia.

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