Balas en campaña: la democracia colombiana en cuidados intensivos

“Mientras el gobierno promete ‘paz total’, las armas votan primero y la democracia agoniza en una camilla, traicionada por quienes juraron protegerla.”


Lo ocurrido el día 7 de junio no fue un simple atentado.  fue una declaración de guerra a la política libre en Colombia. A Miguel Uribe Turbay, senador y precandidato presidencial, le dispararon en plena calle, en pleno evento público, en plena Bogotá. Y lo hicieron a plena luz del día, en medio de una campaña presidencial, como quien manda un mensaje sin palabras: “Aquí el que se atreva a hacer oposición, lo matamos”.

Y mientras escribo esto, Miguel Uribe está en estado crítico, conectado a tubos, recién salido de una cirugía neuroquirúrgica de urgencia. Y lo único que nos confirma su cuerpo herido es una verdad incómoda: la democracia en Colombia no está en crisis, está desangrándose en una camilla en la Fundación Santa Fe.

¿Dónde está el gobierno? ¿Dónde está la tan cacareada paz total? ¿De qué sirve hablar de reconciliación si no pueden ni garantizar que un candidato presidencial sobreviva a un acto de campaña? ¿Qué clase de Estado permite que sus opositores sean emboscados mientras hacen política con un micrófono, y no con un fusil?

El ministro de Defensa dice que hubo más heridos. Que un menor fue aprehendido. Se realizo un consejo de seguridad. Las mismas frases de siempre. Pero Colombia está harta de comunicados sin consecuencias, de consejos sin decisiones, de gobiernos que se arrugan cuando el crimen manda. Porque aquí gobierna más el miedo que la ley. Aquí los violentos tienen más poder que la institucionalidad.

Hoy no mataron a Miguel Uribe, y damos gracias por ello. Pero el disparo sí impactó de frente a la democracia, a las garantías políticas, al derecho a pensar diferente. Ese proyectil no solo buscaba silenciar a una persona: buscaba mandar a la oposición al cementerio. Y lo hizo en la capital del país, no en la selva, no en las zonas “olvidadas”. Aquí, en la cara del poder, en el corazón de las instituciones.

¡Qué vergüenza de país! Un país donde se ha vuelto normal que ser líder sea una condena de muerte. Donde la protección se activa después del atentado. Donde el que habla, cae. Donde el que incomoda, desaparece. ¿Qué clase de democracia es esta, donde hay que rezar por la vida de los candidatos como si fueran soldados en zona de combate?

Colombia lleva años enterrando la esperanza. Pero hoy el plomo tocó la puerta de la presidencia. Hoy no fue un líder social olvidado en la selva. Hoy fue un senador, un presidenciable, un hombre con escoltas, con visibilidad, con trayectoria. Y aún así, le dispararon. ¿Qué queda para el resto? ¿Qué garantías tiene el campesino, el joven, el que no tiene micrófono?

Este país está podrido de miedo. Pero el miedo no lo sentimos solo nosotros. Lo sienten también los violentos: miedo de perder el control, miedo de que alguien distinto gane, miedo de que no gobiernen los de siempre. Y por eso matan. Por eso atacan. Por eso disparan.

Y mientras tanto, el presidente Petro llama al silencio, a la calma. Rechaza el odio… pero nunca a los odiosos. Invoca la paz… pero nunca a los violentos por nombre propio. Un país no se construye con discursos de domingo mientras la sangre corre entre semana. Y no se defiende la vida premiando con curules a los que alguna vez empuñaron las armas.

Hoy no podemos quedarnos solo con la oración por Miguel Uribe. Esa oración debe ser también por el cadáver andante que es nuestra democracia, por la cobardía institucional que la dejó desprotegida, y por la dignidad que este país ya no encuentra ni entre los escombros del Congreso.

Colombia necesita justicia. No más comunicados. No más comités. No más consejos vacíos. La política no puede seguir siendo una trampa mortal. Y quien no entienda eso, es parte del problema.

Porque mientras la política se hace entre ráfagas y no entre ideas, el país no está vivo: solo está respirando por inercia.

Brahian Steveen Fierro Suárez

Soy Colombiano, profesional en Ingeniería Industrial y Administrador de Empresas. Actualmente estudio Administración pública Territorial e Ingeniería Civil. Me gusta mucho Escribir, leer, estar al día en temas relacionados con Ingeniería y Administración.

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