“Los segundos se volvieron minutos, y los minutos horas”
Ese viernes salió de casa con la intención de solucionar un asunto, viajaría hasta el centro de la ciudad, sería un viaje de aproximadamente tres horas.
Llegó hasta el paradero.
Estaba sentado, perdido en sus pensamientos, cuando sintió a alguien acercarse; era una anciana, llevaba un abrigo y tenía el cabello completamente blanco, caminaba despacio, ayudándose con un bastón, se sentó al lado del hombre.
Empezó a caer una lluvia suave, el hombre alzaba la cabeza esperando ver el autobús; pero este no llegaba; los segundos se volvieron minutos, y los minutos horas, la suave lluvia se convirtió en gruesas gotas; sintió frío, busco su bufanda en el bolsillo del saco; entonces, el hombre se percató que la anciana no llevaba paraguas, tampoco bufanda, y parecía no inmutarse con el frío.
- Parece que el cielo se cae- dijo la anciana mirando al hombre.
Él levantó la mirada, la pregunta le tomó por sorpresa, dudo unos segundos…
- Si debí haber traído un paraguas, dijo, mientras se acomodaba la bufanda en el cuello.
Empezó a formarse un charco en medio de la pista; y el autobús seguía sin llegar, el hombre empezó a impacientarse; empezó a creer que el bus no llegaría, sintió angustia, y la intensidad de la lluvia empezó a hacerle cambiar de opinión; tal vez debería regresar a casa, pensó; entonces…
- ¿Vas a trabajar a la ciudad? preguntó la anciana
El la miró, dudó…
- No, solo voy a solucionar un asunto, dijo
- Ya veo…antes yo iba todos los días a la ciudad, ahora voy solo cuando puedo, es cada día más difícil, hay días en los que no quiero salir de casa, dijo ella mientras se peinaba los rizos blancos con las manos.
- ¿Usted vive sola?
- Tengo dos hijos, ambos tienen familia, hace mucho tiempo que no los veo, yo vivo sola
La voz de la anciana pareció quebrarse
- Lo lamento
- ¿Tu vives con tus padres, tienes abuelos?
- Si, vivo en la casa de mis padres, y tengo una abuela que vive con un tio
- Ya veo…¿cuando la viste por última vez?
Sintió vergüenza; pues, hace ocho o nueve años que no había ido a ver a su abuela, a pesar de que vivía relativamente cerca, y se encontraba mal de salud.
- Nos; nos vimos la navidad pasada, dijo balbuceando
Hubo otro silencio incómodo; de pronto, la necesidad de preguntar
- ¿Se puede saber el motivo por el que no ha vuelto a ver a sus hijos?
Ella parecía ordenar sus recuerdos, tratando de contener las lágrimas; otro silencio…
- Bueno; tuve una discusión con uno de ellos hace años, ya ni siquiera recuerdo cuál fue el motivo, desde entonces no volvimos a hablar; y mi otro hijo, simplemente se olvidó de mí.
La vergüenza que sintió el hombre se fue convirtiendo en aflicción.
La lluvia por fin empezó a cesar, de la pista se levantaban nubes de humedad.
El rumor de un motor empezó a oírse.
El autobús por fin llegó; el hombre esperó a que el último pasajero bajara, entonces miró a la anciana:
- ¿señora no va a subir?
- No, este no es el autobús que estoy esperando
El hombre subió, caminó hasta el final, y buscó con la mirada el último asiento, entonces vió a alguien conocido; era un vecino, que se había mudado hace unas semanas, y se habían encontrado en la bodega del barrio un par de veces.
- ¡Hey vecino, aquí hay un asiento! gritó levantando la mano
El autobús se alejaba, y el hombre la miraba por la ventana, sentada ahí, la gris figura de la anciana fue haciéndose cada vez más pequeña; hasta que desapareció en el horizonte.
El resto del camino se la pasó conversando, sobre el vecindario, sobre la actualidad del país, y muchos otros temas banales.
Llegaron a su destino, ambos bajaron del autobús; estiraron los pies adormecidos por el viaje, entonces pasó un anciano, llevaba en la mano un perro pequeño; el hombre recordó a la anciana:
- Sabes, hoy hablé con una anciana; tengo que visitar a mi abuela uno de estos días
- ¿Y en dónde te la encontraste?
- En el paradero, estuvimos esperando juntos el autobús
Y lo que el vecino dijo; lo dejó frío:
- ¿De qué hablas? yo te ví en el paradero desde el bus, y no había nadie contigo.
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