Por: Juan Esteban Álvarez Muriel
El escenario de la política latinoamericana ha venido dando giros significativos; el gobierno Trump en Estados Unidos y el ascenso de movimientos de ultraderecha en Europa han influido como causas externas a que se dé lo mismo en nuestra región, pues se ve reflejado en giros del populismo de izquierda al neoliberalismo, igualmente dañino, en casos como los de Argentina, Chile, el ascenso de Bolsonaro en Brasil, siendo este último el más preocupante por su corte ultraderechista, y por supuesto, cabe mencionar el caso colombiano aunque de manera aislada debido a que se mantiene en el mismo corte neoliberal.
Por otro lado, se encuentra el salto de México a un gobierno de izquierda, la crisis sociopolítica en Nicaragua y las tensiones que hacen de Venezuela el centro de atención y el modelo para que demás países tomen distancia del populismo de izquierda y rechacen este tipo de proyectos políticos.
¿Por qué la gente del común concede potestad y siente cercano el discurso de la ultraderecha o las políticas neoliberales?
Más allá de numerosos casos de corrupción, crisis económicas y sociales, además de regímenes totalitarios que restan su aceptación, hay una izquierda fundida y estancada en discusiones ideológicas superfluas, cada vez más fragmentada entre sí, que, aunque yace en una posición que busca visibilizar las minorías y reclama su derecho de ser incluidas en sociedad, se enfrasca en intentos de reivindicaciones desde una postura que poco va a la práctica, y aunque lo intente no apuesta a un discurso que recoja cada sector de la sociedad, incluyendo a sus opuestos ideológicos.
La ideología poco seria de la izquierda contemporánea ha llevado a que grandes masas identificadas con el conservadurismo, no solamente pertenecientes a las viejas generaciones, sino también jóvenes, opten por considerar elegir gobernantes que lleven consigo una posición aparentemente férrea ante las crisis humanitarias en gobiernos populistas, la limitación y cierre de las fronteras del territorio al paso de inmigrantes que huyen de estas crisis, que brinden la ilusión de seguridad, la recuperación de los valores y la familia producto de la moral cristiana, los cuales se han visto por debajo de las tendencias más liberales. No está de más resaltar el endurecimiento de las penas, tanto como la mano dura, la posición defensiva y militar ante crímenes del terrorismo.
Todo esto apunta hacia lo que parece ser una crisis de la izquierda. Pero la postura neoliberal y de la derecha radical con tendencias fascistas, lejos de hacer bien, pretende atropellar la autonomía del individuo, mientras que, irónicamente al mismo tiempo defiende la “libertad” del mismo, el derecho a su propiedad privada y de consumo en el mercado; además de priorizar la defensa de la soberanía del Estado fuera de considerar el Derecho Internacional Humanitario, y así mismo, sobrepasar la idea kantiana del cosmopolitismo como derecho que tiene el individuo a ser bienvenido y recibido con hospitalidad en un país ajeno al suyo.
¿Escalará cada vez más la ultraderecha en el poder soberano? De no construir una apuesta que busque defender una democracia participativa sin mayores vacíos, el panorama no es el mejor.