«Hasta el revolucionario más radical se convertirá en un conservador el día después de la revolución» Hannah Arendt
Es imperativo el pensamiento racional, que necesariamente es crítico, para la construcción de la ciudadanía. La ciudadanía como categoría política en democracia, que implica la igualdad política entre gobernantes y gobernados, la posibilidad de elegir y ser elegidos, a la luz del mandato legítimo del pueblo, que en otras palabras significa, grupo mayoritario de individuos libres que ejercen derechos y deberes políticos en el marco de un contrato social, que corresponde a la constitución política del Estado del que se asumen parte.
La racionalidad atañe, entonces, al acuerdo de voluntades que se manifiesta en las leyes que de manera explícita se acepta respetar, a cambio de garantías que propendan por la protección de la vida, la integridad y la propiedad de cada individuo, quienes a su vez ceden parte de su poder y potencialidad creadora a instituciones que serán administradas por otros individuos de los cuales se espera el deber moral de acatar y servir a los mandatos previamente determinados en las leyes, leyes que idealmente corresponden al interés general expresado en la pluralidad de los cuerpos colegiados que fungen como legisladores y que serán los responsables directos de la base estructural de la República, forma de Estado que implica la soberanía jurídica del pueblo.
La República, en esencia limita el poder de los individuos a cargo de las instituciones políticas, teniendo como efecto la división y transición de poderes y el sistema de pesos y contra pesos, estableciendo mecanismos de participación ciudadana, control político y moción de censura, ratificando el sometimiento de las autoridades al imperio contractualista fundante. La República Democrática, como cualquier otra forma de Estado y modelo de gobierno, se cimienta sobre la transferencia impositiva de la autonomía, el esfuerzo y el trabajo, el monopolio exclusivo de la fuerza y la capacidad legitimada de exigir obediencia a través del poder punitivo y coercitivo del Estado.
Cuando nos referimos a democracia, etimológicamente identificamos <demos…> “pueblo”, <…cracia> “poder”; “pueblo” <populus>, es decir, “vulgar” <vulgo> o que no pertenece a la realeza, también es “nación”, “lugar desde”, por ejemplo, la cumbia, el vallenato y el café son parte de la identidad de la Nacional Colombiana. El pueblo en la democracia es entonces un conjunto de principios y valores intrínsecos que permiten la convivencia armónica y pacífica, entendiendo como “paz” <pax>, la tregua dialécticamente justa entre poderosos y desposeídos. La República configura la institucionalidad, la individualidad y la dignidad humana, delimitando los márgenes de acción del rol de cada ser humano, buscando evitar la predominancia violenta de cualquiera de los actores que la conforman.
El estatus ciudadano no corresponde a los seres humanos por el hecho de ser personas, es precisamente una conquista racional que otorga al individuo una capacidad de acción que lo libera de sus gobernantes para igualarlo jurídicamente a ellos, sin que esto implique la anarquía o el desconocimiento de la autoridad (en el marco de la República https://alponiente.com/breve-concepto-de-la-republica/), sino mejor, una gobernanza conjunta e inteligente que evoluciona a partir de la participación democrática responsable, consiente e incidente.
Nota de la Autora: Atentar contra la integridad y el tejido social de una nación <polarización>, es atentar contra la democracia. Extralimitar funciones y reconfigurar arbitrariamente el contrato social, es degradación republicana hacia la dictadura.
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