“El coste político por pedir limitaciones es alto, al igual que los réditos electorales por defender la “libertad”.
Cayó la medianoche, del silencio con algunos murmullos las calles se llenaron de júbilo. Entre amigos y familia sacaban las copas para servirse un buen vino, o sacaban de la heladera la favorita de sus cervezas. La música a todo volumen en las calles, besos, abrazos, bailes y montón de actividades humanas características del 1 de enero en las primeras horas del nuevo año. Pero el nuevo fin de año, de la “nueva normalidad”, fue a la medianoche del 9 de mayo de 2021, mientras todavía centenares de personas combaten por sus vidas en una UCI.
La fatiga pandémica, el nombre que le damos al estado mental y físico humano del hartazgo provocado por la pandemia, implorando regresar a la normalidad, es real. A estas alturas el tapabocas a muchos les da comezón, a otros el toque de queda le recuerda a ese juego de la infancia “el escondite” esperando a moverse cuando se vaya la policía, los cierres perimetrales provocaban la frustración de no saber cuando volveríamos a ver a esa persona tan especial para nosotros, etc.
Pero llegó Isabel Díaz Ayuso, recién electa presidente de la Comunidad de Madrid, a defender el discurso de recuperar lo más que se pueda a la normalidad anterior a la pandemia. Con la llegada de las elecciones, el PSOE, en cabeza del presidente del gobierno Pedro Sánchez, quiso adecuar poco a poco su discurso político de dejar atrás el tan molesto confinamiento para darle paso a la nueva era de la vacunación masiva.
Los pinchazos están siendo lo más impopular tras un año de autentica pesadilla, da igual si es de Pfizer, Moderna, Janssen, etc. La gente lo que quiere es vacunarse, da igual la edad: los jóvenes quieren salir de fiesta, los adultos jóvenes quieren ir a cenar sin miedo y los más mayores con ganas de reencontrarse con su familia, tras mucho tiempo en soledad. Hay mil pretextos, el cine, el fútbol, los viajes, el estudio…Hemos llegado a un punto que la gente quiere ir a disfrutar de cualquiera de estas actividades, con miedo a nada.
Por eso las imágenes de la madrugada del día 9, jóvenes y no tanto en las calles de las principales ciudades españolas al unísono canto “Libertad, Libertad” entre besos y abrazos. Las mascarillas y las distancias brillaron por su ausencia, que en medio de la irresponsabilidad fueron señalados por los medios y las redes sociales, pero vale la pena preguntarse ¿Son los más irresponsables?
Reducir todo a “querer emborracharse” es una línea simplista, la salud mental mundial ha empeorado en números históricos luego de este tan fatal tiempo que estamos viviendo. A la gente en este año y medio se lo han arrebatado casi todo, llevándolos al punto de preferir el algo que a la nada. Somos humanos, difícil de entender en nuestros comportamientos y actitudes, algo que los políticos no han querido entender.
Fuego cruzado entre derecha e izquierda, entre los de arriba y los de abajo. Ningún líder quiso dar el primer paso de la medida más impopular: restricciones cuando hemos probado la libertad. El Gobierno Central afirma que las Comunidades Autónomas tienen potestad para imponer restricciones, mientras que la oposición insiste en aprobar una ley de pandemias que las pondría en marcha el gobierno. El coste político por pedir limitaciones es alto, al igual que los réditos electorales por defender la “libertad”.
Ayuso, con su gobierno de las “aperturas”, dobló sus resultados anteriores y parece que, por fin, podrá gobernar sin mayores problemas. Mientras que el PSOE, el gobierno de las “restricciones”, sacó su peor resultado en la historia de la Comunidad. Hecho que ha provocado que el Gobierno se haya limitado, desde las elecciones, a “solo” anunciar buenas noticias: incremento en el ritmo de vacunación, más vacunas, apertura del turismo, regreso del público a los estadios, etc.
Mientras que en el otro lado de la orilla se encuentran los sanitarios, que muy lejos de la política han prestado su vida por el bien de la sociedad, que son testigos ahora de una nueva disputa pre-electoral, una que insiste en el “estamos en la recta final de la pandemia”, cuando todavía quedan muchas vidas que salvar.
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