“nuestros gobernantes pretenden que continuemos con nuestras ocupaciones mientras dejamos atrás el resto de nuestras vidas, como si eso que perdimos no fuera importante. Yo creo lo contrario”
Desde hace 5 meses y quién sabe durante cuánto tiempo más, nuestras actividades se han limitado casi totalmente a lo ocupacional. Quienes ya pueden trabajar, lo hacen y quienes aún nos preparamos para poder hacerlo, estudiamos. Pero ¿para qué?
No trabajamos porque queremos trabajar ni tampoco concebimos el paraíso como un lugar de espacios laborales perfectos. Por el contrario, trabajamos porque queremos conseguir algo: una casa, un carro, un viaje, libros… e imaginamos el paraíso como un espacio de tiempo libre ilimitado. En otras palabras el trabajo es únicamente un medio y no el fin de nuestra vida en sí mismo (y aprovecho para decirle, a quien crea que su propósito de vida es trabajar, que revise prontamente esa paupérrima creencia). La importancia de esta discusión, que hasta ahora puede parecer muy abstracta, se hace evidente cuando la contrastamos con cómo nuestros gobernantes pretenden que continuemos cumpliendo con nuestras ocupaciones mientras dejamos atrás el resto de nuestras vidas (ejercicio, partidos, fiestas, viajes, celebraciones, ritos religiosos, etc.) como si eso que perdimos no fuera importante. Yo estoy convencido de lo contrario.
En mi opinión, si hay algo importante para los humanos, es nuestra vida social: ¡Ya hace 2400 años Aristóteles nos describía como un animal político, de sociedad! Sin posibilidad de asociarnos, hemos perdido gran parte de lo que nos define. Por eso, me atrevo a decir que todos guardamos en el fondo un anhelo natural: el de compañía y sociedad, de libertad y ocio (aún con el “reemplazo” de la virtualidad).
En todo caso, mi invitación es a que dejemos nuestra comodidad en el encierro, que no dejemos a las autoridades satanizar nuestro anhelo de sociedad. Me parece preocupante que el discurso de los gobernantes ─quienes han tenido poderes excepcionales durante más tiempo del debido─, reitere que es malo, peligroso e incluso inmoral pensar en volver a nuestras actividades cotidianas. Lo que se esconde detrás de ese mensaje es una deshumanización de la ciudadanía, como si la pandemia no sólo hubiese detenido el tiempo, sino también transformado a los colombianos en autómatas laborales.
Espero que habiendo leído lo anterior, estén de acuerdo conmigo cuando sostengo que nos cogió la noche para reclamar la devolución de la libertad que hasta hace 5 meses teníamos. Mientras mantenemos el oscuro récord de la cuarentena más larga en el mundo, los resultados nacionales de contagios y muertes nada tienen para admirar. La falta de creatividad gubernamental para definir nuevas soluciones no se puede volver paisaje, como tantos problemas en Colombia, ni podemos permitir que sigan planteándonos el falso dilema de vida social vs salud pública.
Nos debemos preguntar ¿Qué tanta vida nos queda cuando nos quitan la posibilidad de compartirla? Para poder decir, con convicción cívica y humana, que este dejó de ser un asunto de cuidarnos para poder vivir: es hora de reclamar una vida por la que valga la pena seguir cuidándonos.
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