“ Nunca como ahora se había presentado una polarización tan marcada en la opinión de la sociedad, entre los que literalmente odian a AMLO y los que lo defienden a muerte.”
La figura de Andrés Manuel López Obrador, el presidente de México, es tan poderosa que atrae todos los reflectores de la escena política nacional. Ha marcado la agenda periodística con sus clásicas conferencias de prensa “mañaneras” y desde ese escenario en Palacio Nacional, consolida su apuesta discursiva para dividir al país en “liberales” y “conservadores”.
En realidad estos dos bandos no existen, pero cuando habla de “conservadores” hace referencia a sus contrincantes y cuando dice “liberales”, se refiere a su proyecto, sus seguidores, pero sobre todo a sí mismo. Nunca como ahora se había presentado una polarización tan marcada en la opinión de la sociedad, entre los que literalmente odian a AMLO y los que lo defienden a muerte.
Esta apuesta mediática es bien aprovechada por el mandatario mexicano, que todas las mañanas acusa a los “conservadores” de hundir al país en el pantano de la corrupción y la impunidad que asfixia a la sociedad; y con esto refuerza el idealismo de que su proyecto de la 4T (Cuarta Transformación), es el único que puede combatir esto.
Después de las conferencias “mañaneras”, las redes sociales explotan en contra o a favor de AMLO. Los analistas políticos atacan o defienden de manera vehemente al presidente y la sociedad hace lo mismo, pero esto no se traduce en debates de calidad o constructivos.
Muestra de esta polarización son los resultados de una encuesta realizada por SIMO Consulting para el diario El País, en donde se ratifica que en temas políticos, México solo tiene dos extremos tal como lo ha planteado AMLO y que esto tendría un impacto en las próximas elecciones de junio.
De acuerdo a este documento, 44% de los encuestados votaría por el partido oficial Movimiento Regeneración Nacional (Morena), pero un 49% estaría del lado de los “liberales” o los progresistas; en tanto que solo un 25% lo haría por los “conservadores”.
Pero AMLO ha ido mucho más allá que cualquier otro presidente en temas electorales. En plena temporada de campañas, ha atacado al Instituto Nacional Electoral (INE) y a sus consejeros y los ha acusado de atentar en “contra de la democracia”.
También ha hecho lo mismo con el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y ha exhibido públicamente a estos órganos autónomos, como instituciones que no aportan nada y deberían desaparecer.
Otro tema muy polémico que dividió al país, fue la reforma de ley al poder judicial avalada por el Congreso en abril pasado, con la cual se amplía por un periodo de dos años más en su cargo, al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), el ministro Arturo Zaldívar.
Esto provocó enojos y reclamos en la opinión pública, incluso los detractores de AMLO calificaron esto como la antesala para que llegado el momento, pudiera seguir en el poder al concluir su mandato y perpetuarse en la presidencia.
Ante la presión social, el presidente acusó nuevamente a los conservadores de conspirar en su contra y aseguró: “No, yo no soy como ellos, como los que han acariciado siempre este propósito de reelegirse”. Estas palabras no calmaron los ánimos pero al parecer, algún sector de la sociedad no vería con malos ojos esta posibilidad, la permanencia en el poder de López Obrador más allá de 2024.
Según cifras de SIMO Consulting, un 48% de la población aprueba una extensión de mandato por 2 años para el actual presidente, pero un mismo porcentaje estaría en contra. Mientras que un 47% aprueba la reelección de AMLO; en tanto un 48% la rechaza.
Estos números otras vez demuestran lo dividido que está el país y el poder que tiene López Obrador para persuadir, tomando en cuenta que en México no existe la reelección presidencial y es una de las banderas más valiosas del sistema democrático nacional.
Esto ha provocado que se respire un aire de tensión en prácticamente todos los sectores de la sociedad, cuando se habla de política y sobre todo cuando se toca el tema AMLO. Sus detractores lo atacan de forma personal e incluso sus argumentos son cada vez más débiles para justificar sus opiniones; en tanto que los “AMLOvers” acusan a la derecha y la ultraderecha -los “conservadores”- de ir en contra del progreso del país y de actuar con tal enojo, debido a que sus privilegios corren peligro con la 4T.
Lo cierto es que la popularidad de López Obrador sube cada vez más. La empresa estadounidense Morning Consult, que monitorea el nivel de aprobación de los presidentes de 13 países de todo el mundo, colocó al mandatario mexicano en el primer sitio con un 32% de nivel neto de aprobación para la segunda semana de mayo del 2021.
Por su parte, 56% de los consultados por SIMO Consulting colocan a AMLO como el “mejor presidente” de los últimos tres sexenios, mientras que Enrique Peña Nieto es considerado como el peor con un 52%.
Está claro que López Obrador es una figura dominante, que disfruta de la polémica y que utiliza la polarización para ratificar su discurso ideológico de liberales contra conservadores, en una clara referencia a la época juarista. Sin embargo, la sociedad en su conjunto no es capaz de asimilar esta dicotomía que en el plano electoral definitivamente no existe, lo que complica poder entender o vislumbrar cuál será el proyecto de país que nos espera más allá de AMLO.
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