Americanos
Para nosotros, América es un gran continente que se extiende desde la Patagonia en el sur hasta Alaska en el otro extremo del planeta. A pesar de reconocer las diferencias en el paisaje y en las naciones que la forman, América sigue siendo la gran región de la que hacemos parte. Posiblemente sea más importante para la mayoría de sus habitantes pertenecer a un país o a una región en concreto, pero no se puede ser colombiano, brasileño, argentino, venezolano, mexicano o de cualquier otra nacionalidad sin pertenecer primero al continente.
La identidad americana siempre está ahí porque tenemos en común una historia que ha sido escrita por distintas oleadas de inmigrantes: los primeros llegaron desde Asia cruzando el hielo en el estrecho de Bering y los segundos navegando el Atlántico desde Europa o África según fueran amos o esclavos. Aún así, no somos ni asiáticos, ni europeos ni africanos. No somos del viejo mundo sino del nuevo. Nuestra identidad no es con nuestros ancestros sino con la tierra y las sociedades de las que formamos parte.
Por eso tal vez nos sentimos excluidos cuando los estadounidenses se refieren a ellos mismos como “los americanos”, como si no hubiera nada al sur del Río Grande, como si ellos fueran los únicos que merecen ese título, como si ignoraran nuestra existencia o nos consideraran irrelevantes. Más rabia da ver periodistas europeos o textos asiáticos hablando de “americanos” para referirse únicamente a los habitantes de los Estados Unidos. Los ciudadanos de muchos países asiáticos sienten algo similar cuando en nuestros países los llamamos a todos “chinos” al ver sus rasgos faciales sin importar su procedencia real. Los africanos, muchos asiáticos y los indígenas de nuestros países también sentían lo mismo cuando Europa se consideraba a sí misma “LA civilización”.
Sin embargo el asunto no es de sentimientos. Debe haber una razón para que los estadounidenses se autodenominen así, y para que a los ojos de muchos extranjeros sean ellos los que reciban ese gentilicio y no nosotros. Al revolcar un poquito en la historia se encuentran las causas de esta aparente discriminación, que no viene, como muchos sugieren, del imperialismo o del sentirse “centro del mundo”, sino que tiene un fundamento histórico.
Nos enseñaron que América era un gran continente que tenía tres subcontinentes más pequeños: Norte, Centro y Suramérica. De Colombia para “abajo” todo es parte del Sur. Para unos, incluidos algunos mexicanos, México hace parte de Norteamérica, pero otros lo sitúan en Centroamérica. Adicionalmente están las Antillas Mayores y Menores que pueden incluirse en Centroamérica o ponerse como una región aparte, el Caribe, nombre que adquieren del mar en el que están localizadas.
Pero no es así para todos los habitantes del planeta. La clasificación de los continentes en realidad depende mucho del sistema educativo de cada país. En los países que hablan inglés, por ejemplo, se considera que no existe un continente llamado América sino dos continentes: América del Sur y América del Norte. Centroamérica y el Caribe quedan metidos en Norteamérica junto con México, Estados Unidos y Canadá. Para hablar de ambos continentes al mismo tiempo utilizan la expresión “The Americas” que traduce “Las Américas” y que ellos consideran un hemisferio, no un continente.
En Norteamérica estableció el Imperio Británico dos docenas de colonias, llamadas usualmente las colonias británicas de América. Trece de ellas declararon su independencia de Gran Bretaña el 4 de julio de 1776, antes que cualquier otro país del hemisferio. Al dejar de ser colonias y dejar de ser británicas, del nombre original solo les quedaba la palabra América. Cuando adoptaron una forma federalista de gobierno, se bautizaron los Estados Unidos de América. Por consiguiente el nombre de su país es simplemente América. En esa época, lo que hoy es Brasil era parte de Portugal y nosotros éramos colonias españolas, no existían identidades nacionales en el nuevo mundo diferentes a la de los habitantes de las antiguas trece colonias.
Haití se rebeló en 1791 contra Francia y consiguió su independencia en 1804. En los años siguientes estallaron las revoluciones en casi todos los demás países. Las independencias trajeron nuevas nacionalidades ya que cada nuevo país buscó adoptar un nombre propio, nunca se formó una “República de América” o un “Reino de América”. El único país que adoptó el nombre del continente como su propio nombre fue Estados Unidos de América.
En nuestro medio los llamamos por convención Estados Unidos, pero esas palabras son sólo la parte inicial de su nombre completo. Nunca llamamos a Brasil la “República Federativa” ni a Venezuela la “República Bolivariana”, ni a Colombia o a Argentina la “República” a secas. Es más, el nombre completo de México es “los Estados Unidos Mexicanos”. ¿Eso los hace más o menos estadounidenses que sus vecinos? En el pasado también Colombia, Venezuela, Brasil y Centroamérica usaron el nombre “Estados Unidos de…” de tal manera que aunque sea la palabra aceptada en nuestro lenguaje, el término no es exclusivo para ese país, como tampoco lo es el término americano.
Entonces apareció otro término en el idioma castellano para referirnos a los Estados Unidos: Norteamérica. A sus habitantes los llamamos también norteamericanos. ¿Qué pasa entonces con los canadienses? ¿Son menos norteamericanos que sus vecinos? Para la mayor parte de la gente de Canadá, la palabra América se refiere sólo a los Estados Unidos de América. Los canadienses no se consideran americanos, ya que interpretan esa palabra como una nacionalidad distinta a la propia. Contrario a lo que sentimos los latinoamericanos, los canadienses no se sienten excluidos ni discriminados cuando se habla de América como un país cuya capital es Washington.
Es posible que este problema no tenga solución, en el país del norte se sienten “americanos” porque esa es su nacionalidad, porque ese es el nombre con el que nació su patria cuando se independizó. Nosotros nos sentimos americanos porque es nuestro continente. Lo más práctico es seguir las costumbres de cada idioma: en español llamarlos estadounidenses, en inglés llamarlos americans. Pero más importante es comprender que todo el asunto radica en una diferencia sobre la concepción de la geografía, la nacionalidad y el continente. No es un simple capricho imperialista ni un asunto de ignorancia. Al entender los motivos por los cuales los estadounidenses se denominan americanos, es más fácil evitar los sentimientos negativos irracionales contra ellos y su país.
Colombianos
Para cerrar el artículo, haré una breve referencia a otro problema similar. En 1819, tras las guerras de independencia contra España se forma una nación conocida como la República de Colombia que comprendía lo que actualmente conocemos como Ecuador, Venezuela y Panamá, además de la Colombia contemporánea.
El nombre de Colombia significa “tierra de Colón” y proviene de una idea del prócer venezolano Francisco de Miranda. Él planteaba la creación de una unidad continental de todos los hispanoamericanos llamada Colombia. Más tarde Simón Bolívar, siguiendo la idea de Miranda, le da el nombre de Colombia al nuevo estado recién liberado. Se forma la república de Colombia aunque esta sólo agrupaba a los países anteriormente mencionados. Algunos delegados del Haití Español (República Dominicana) buscaron acercamientos con Bolívar para integrarse a Colombia, pero no alcanzaron a unirse porque el libertador estaba viajando al sur para continuar su campaña militar.
Cuando la República de Colombia se desbarató, se dividió en tres repúblicas independientes entre sí: Venezuela, Ecuador y la Nueva Granada. La Nueva Granada después se convirtió en Confederación Granadina y en 1861 cambió su nombre de nuevo por Estados Unidos de Colombia. Al principio los venezolanos y ecuatorianos se sintieron ofendidos por el nuevo nombre, pues se consideraban tan colombianos como los neogranadinos. Fue el tiempo el que sanó las heridas y hoy se acepta en todos los países que Colombia es una de las tres naciones que resultaron de esa división de la República de Colombia original, a la cual se le conoce con el nombre de Gran Colombia.
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