Aunque América Latina parece haber dejado a un lado las asonadas militares del siglo XX, aún queda mucho camino por recorrer. Cinco son las amenazas que tienen que enfrentar los latinoamericanos antes de poder ver llegar la primavera.
La primera amenaza es la promesa mesiánica, hay en nuestra región líderes populistas que prometen el paraíso y le dicen a nuestras naciones lo que quieren oír. Son los políticos que posan de “buenas intenciones”, prometen fines: igualdad para todos, prosperidad absoluta, la paz eterna y duradera, todo gratis y la plena felicidad. Una utopía en la que no toman en cuenta los medios para alcanzar esos fines, y que muchas veces, esos medios consiguen un efecto contrario al que se quería porque al querer tener “buenas intenciones” con un grupo, no toman en cuenta cómo puede estar afectando a otros sectores de la sociedad.
Los líderes mesiánicos piensan que la plata recaudada por parte del Estado es de ellos y que toda necesidad es un derecho. Es por eso que, explotan el discurso falaz de que todo puede ser gratis y regalado para el pueblo. No entienden que primero hay que crear riqueza y que todo lo recaudado es gracias a la empresa privada. Entre sus “buenas intenciones” olvidan cómo funciona la economía y nunca explican cómo se va a financiar y mantener lo que prometen sin afectar los diferentes sectores sociales.
La segunda amenaza, es la concentración del poder político por parte de los gobernantes supuestamente justificado por el respaldo electoral. Existen gobiernos en América Latina que se valen de los resultados electorales para corromper las bases de la democracia que los hicieron llegar al poder. En otras palabras, es como diría Lenin: “una revolución desde el poder”, se valen de la democracia liberal para cambiar las reglas de juego y hacerse una democracia a su medida o a conveniencia. Mientras alegan haber recibido un mandato de poder absoluto.
La tercera amenaza es la construcción de un Estado megalómano, América Latina se ha encargado de construir Estados con una burocracia gigantesca e ineficiente; leyes que se repiten y que muchas veces la ciudadanía no entiende; trámites que duran semanas, meses e incluso años. Estados que asfixian a quienes generan riqueza, como las empresas, y al mismo tiempo, una corrupción que consume nuestros impuestos. Igualmente, las trabas burocráticas han afectado la eficiencia de los gobiernos en la creación de políticas públicas que beneficien a la sociedad.
Cuarto, el estatismo latinoamericano. Los empresarios y emprendedores se ven asfixiados por los controles de precios, un Estado megalómano, las trabas a las importaciones y las exportaciones, las constantes reformas tributarias, la falta de transparencia en las reglas de juego, y por supuesto, los privilegios que consiguen algunos “empresarios” cuando estos se encuentran coludidos o en conchupancia con funcionarios del Estado para que los proteja de la competencia o conseguir ventajas sobre los adversarios. Es importante mencionar que la empresa privada puede existir en nuestras naciones, pero resulta una empresa privada de papel cuando no se respeta la libertad de mercado y no se les deja hacer y ser.
La última amenaza que ha de ser mencionada es que hay latinoamericanos que no han entendido que el precio de la libertad es la eterna vigilancia, como alguna vez dijo uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, Thomas Jefferson. Si bien es cierto, el concepto puede parecer abstracto para muchas personas, los líderes latinoamericanos deben emprender una batalla cultural para que la libertad sea parte de nuestro ADN. Pues, solo en libertad podemos construir, soñar, elegir, ser, intercambiar, explorar, crear, poseer, sentir y vivir.
Todos estamos llamados a construir una América Latina en donde no nos dejemos alucinar por demagogos con un discurso embriagador, sino que sean los estadistas los que asuman el poder político; donde el poder no se concentre, sino que se distribuya; en donde el Estado no se sirva del ciudadano, sino que sea mínimo y eficiente; en donde el estatismo no esclavice y asfixie, sino que brinde campo al desarrollo; en donde no tengamos que vivir el camino de servidumbre, sino que podamos vivir en libertad.
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