Algunas apreciaciones sobre “la cultura de la cancelación”

“El escarnio público parece ser la sanción más poderosa de nuestros días, especialmente para quienes viven de la fama y el reconocimiento. Los medios tradicionales y las redes sociales tienen la capacidad de dilapidar la imagen de una persona hasta que no queda nada de ella”


La cultura de la cancelación parece seguir viva. Ya es larga la lista de personalidades, sobre todo, del mundo del espectáculo que han terminado envueltas en líos legales, o siendo foco de atención de los medios, las redes sociales y la opinión pública. Los casos más sonados de los últimos años han sido el de Amber Heard (ex esposa de Jonny Depp), James Franco y el comediante Louis C. K.

Muchos de los casos que se han hecho públicos, desde hace varios años, tuvieron un referente sustancial y fue el surgimiento del Me Too en el 2017, el cual fue un movimiento organizado por mujeres de la industria cinematográfica en Estados Unidos. Dicho movimiento tuvo el propósito de denunciar y visibilizar la existencia del abuso y el acoso hacia mujeres por parte de miembros de Hollywood, muchos de ellos, personas con poder y estatus en el medio.

El movimiento tuvo un auge significativo, y visibilizó un aspecto oscuro dentro de la industria cinematográfica, que terminó salpicando al productor Harvey Weinstein, al actor Kevin Spacey, entras otras figuras públicas.

Y así, ya es larga la lista de celebridades señaladas o investigadas por diferentes tipos de crímenes, muchos de ellos ligados con abuso sexual, verbal o físico. Woody Allen, Bill Cosby y Harvey Epstein, han sido otros de los nombres que han sido atacados ya sea por abusar de un subalterno o por utilizar su poder para acosar sexualmente a actores y actrices.

Hasta el momento no habría una definición precisa del fenómeno. Parece más la elaboración de los medios y de las redes sociales, pero es claro que la llamada Cultura de la Cancelación obedece a una reacción por parte de los medios de comunicación, las redes sociales y la opinión pública. El fin de esta reacción es sancionar a una celebridad o persona reconocida del espectáculo, ante actos que sean cuestionables, presuntos o comprobados. Ya que muchas veces no importa si existe una demanda o no, la presunción de inocencia se hace nula. Lo que importa es la afrenta, incluso si ha sido fabricada, solo por eso existe, y debe castigarse, con el valor más preciado de estos días: la reputación.

Y siguen surgiendo nuevos casos, y situaciones que terminan por alistar a los medios de comunicación y a hordas de usuarios de redes sociales en facebook, twitter (X), Tik Tok, y demás, para hacer masivo el desprecio generalizado. Y la consecuencia, es la degradación del implicado o implicada, al punto de que es aislado de su prestigio, y de todos los méritos que lo pusieron en el lugar en que se encontraba. Por su parte, esto va acompañado de la imposibilidad de continuar gozando del mismo reconocimiento, que en ocasiones desaparece.

La Cultura de la Cancelación, no solo se limita a señalar violencias sexuales o físicas, o maltratos en general. Algunas veces castiga opiniones y posturas, o por lo menos lo intenta, sea el caso de la escritora de la saga de Harry Potter H. R. Rowling, cuyas opiniones sobre la comunidad transgenero, le han otorgado el mote de “transfobica”. Muchos usuarios en redes sociales han tratado de presentarla como una persona prejuiciosa (el crimen máximo de nuestros días) que odia a la comunidad transgenero, pero no han tenido éxito.

Muchos de estos escándalos nos llegan a través de las redes y la prensa internacional, pero este no parece ser un fenómeno, que ocurre solo en países desarrollados. Hace tres años, fue noticia en Colombia, la denuncia por parte de la revista Volcánicas, sobre el testimonio de presuntas víctimas de acoso sexual y abuso sexual, por parte del director de cine Ciro Guerra. Quien años atrás había adquirido fama internacional por su película el Abrazo de la Serpiente (2015).

Gran parte de la crítica colombiana y el público alabó la película. La historia de dos viajeros que recorren el Amazonas en busca de una planta sagrada, fue un relato que tocó los ojos de los espectadores como pocas películas habrían hecho antes en Colombia. Incluso, el Abrazo de la Serpiente, llegó a ser nominada a Mejor Película Extranjera en los premios Oscar del 2016.

En consecuencia, Ciro Guerra se convirtió en uno de los mejores directores colombianos del momento, al punto de llegar a dirigir una película para una distribuidora estadounidense, con actores como Johny Depp y Robert Pattinson. Además, el director estaba en camino a realizar una serie sobre la conquista española para la plataforma Amazon, el cual cerró a causa del Covid-19.

Luego vendría la publicación del artículo y sus repercusiones. Las denuncias por acoso y abuso sexual terminaron por afectar la reputación de Guerra, apesar de que no hubo denuncias penales por parte de las afectadas, la publicación del reportaje si influenció la carrera del director. No volvió a dirigir otras películas, y cambió el rol que le había otorgado fama internacional, a otro más discreto en la empresa de producción que fundó con su ex esposa Ciudad Lunar Producciones.

Y a pesar de que el director tomó medidas legales para tratar de limpiar su imagen, y eliminar el contenido publicado por las periodistas, la justicia falló en su contra. La versión que sigue imperando es que el director actuó de forma indebida con nueve mujeres, en diferentes momentos de su carrera. El castigo por sus actos es la sanción social.

Así las cosas, Ciro Guerra se convierte en otro más de los “cancelados” por los medios de comunicación y las redes sociales. Es claro, que si le damos validez al testimonio de las mujeres afectadas, estamos ante una persona que obró de forma cuestionable, que sobrepasó los límites de otras mujeres, y por ende ha sido sancionado. No obstante, la justicia aquí no operó por los canales tradicionales, ya que no hubo un juicio imparcial. La sanción fue de tipo moral, y a la vez social.

El escarnio público parece ser la sanción más poderosa de nuestros días, especialmente para quienes viven de la fama y el reconocimiento. Los medios tradicionales y las redes sociales tienen la capacidad de dilapidar la imagen de una persona hasta que no queda nada de ella. Es una forma de justicia mucho más rápida y “efectiva” de la que podría surgir por parte de jueces y magistrados. A veces, es una justicia que me recuerda a una horda de personas iracundas portando antorchas en sus manos, tras un “señalado” que como castigo debe ser expulsado del pueblo.


 Todas las columnas del autor en este enlace: Camilo A. Vargas Garrido

Camilo A. Vargas

Sociólogo de la Universidad de Antioquia. Actualmente, residiendo en Nueva Zelanda

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