Me senté a escribir esta mi columna semanal para el Portal Al Poniente después de una grata jornada académica en la Institución Educativa Pedro Octavio Amado del barrio Belén en el sector de Buenavista, en la ciudad de Medellín, donde pude compartir con jóvenes de grados 6 a 11 una tertulia sobre la herencia intelectual del ingeniero Alejandro López.
Esta institución educativa fue construida por la Federación de Cafeteros en un lote que dispuso para el efecto la alcaldía de Medellín, ofreciendo una solución a una necesidad sentida de una comunidad de bajos recursos que tenía que enviar a sus hijos a estudiar a otros barrios de la ciudad con los consecuentes costos y peligros ante la inexistencia de opciones de transporte seguras y económicas.
Recuerdo que cuando trabajé con la Federación de Cafeteros uno de los objetivos corporativos de los dirigentes del gremio era la construcción de escuelas y colegios como aporte a la construcción de tejido social, y esta es una muestra de esa filosofía.
Me llenó de alegría esta jornada con estudiantes de la comuna 16 de la ciudad de Medellín, muchos de ellos pertenecientes al estrato dos según la estratificación del DANE, los cuales llegan a estudiar con grandes sacrificios de parte de sus familias y orgullosos de la decisión de formarse como ciudadanos.
Los padres de estos jóvenes, y los tíos y abuelos que hacen las veces de padres cuando estos faltan, han depositado en ellos sus mayores esperanzas para que culminen con éxito un bachillerato técnico y tal vez puedan avanzar hacia estudios de educación superior.
Un grupo de profesoras de colegio llamó a la oficina de comunicaciones de la decanatura de la Facultad de Minas para preguntar que profesor podía dictar una charla sobre la vida de Alejandro López y dicha invitación me fue transmitida, por los ejecutivos de dicha oficina, con cierto grado de timidez.
Como los profesores universitarios nos hemos convertido en vedettes que nos dedicamos a trabajar en grupos de investigación clasificados en Colciencias, a publicar artículos científicos, o a participar en grandes proyectos de extensión, disponer de una mañana para ir a hablar con estudiantes de bachillerato se considera como una experiencia exótica. Es que estas jornadas no dan puntos académicos ni zares de trabajos de extensión, los cuales finalmente redundan en ingresos económicos. Por eso, creo, los comunicadores de la Facultad de Minas de alguna manera se sorprendieron cuando no me tuvieron que hacer lobby universitario para que aceptara la invitación.
Antes de comenzar la charla tuve una conversación de encuadre con las profesoras que hicieron las veces de anfitrionas y me sorprendí, gratamente, de su propósito: querían reforzar el estudio de la vida del ingeniero Alejandro López como un referente para sus estudiantes. Me contaron que estos jóvenes de la comuna 16 ya habían leído el libro “Alejandro López. A la medida de lo imposible”, de la autora Irene Vasco, y lo habían discutido ampliamente en sus clases.
Las profesoras del colegio, así como la bibliotecaria, hablaban el mismo idioma y compartían el mismo objetivo: presentar ejemplos de vida que, de alguna manera, fueran modelos a emular por los jóvenes estudiantes de la institución. En esta ocasión el personaje elegido fue Alejandro López I. C.
Quiero compartir con los lectores de Al Poniente algunos apartes de mi intervención que, en su versión extensa, quedó escrita en ocho cuartillas:
“Alejandro López Restrepo, quien siempre se firmó como Alejandro López I. C. fue uno de los personajes más influyentes del siglo XX en Colombia y una figura de la ingeniería, de la economía y de la política, en una Antioquia conservadora y pacata en el pensamiento, capaz de romper las cadenas de la tradición y de mostrarle al departamento y a la nación los caminos modernos del pensamiento liberal y de nuevas rutas para el desarrollo económico de la nación.
Nacido el 4 junio de 1876 en un hogar de artesanos vivió hasta el año 1940 cuando se había convertido en uno de los pensadores más importantes del Siglo XX en Colombia.
Los valores de la familia sentaron las bases para la formación de la personalidad de Alejandro López, situación muy parecida a la que, estoy seguro, ustedes pueden experimentar en sus familias.
Hoy, cuando en esta Antioquia que queremos tanto vivimos bajo la herencia del dinero fácil y de las riquezas rápidas, legado de la cultura del narcotráfico, los invito a que valoren el esfuerzo que hacen sus padres y los principios que muchas familias trabajadoras cultivan para dejarles a ustedes por herencia.
Graduado como Ingeniero Civil en 1899 y como Ingeniero de Minas en 1908, López fue el máximo representante de los ingenieros de la Escuela de Minas dedicado a la solución de problemas del desarrollo de Antioquia con una mirada disciplinada y creativa.
Un hecho (dentro de una secuencia de hechos) que marcó la vida del joven Alejandro López, fue la discriminación experimentada en la Universidad de Antioquia que lo hizo “sentirse negro”, (1), o sea diferente a los “blancos” de la élite.
En una Antioquia con una marcada actitud racista ser “negro” era sinónimo de “feo”.
Alejandro López tenía los grandes defectos que la alta sociedad resaltaba en personas de su clase :
- Pobre (hijo de artesanos).
- Bajo de estatura
- Negro y “feo”.
- Con cicatrices de viruela en la cara.
- Medio tartamudo y con voz gangosa.
Alejandro López superó todos los obstáculos que le presentó la sociedad a base de trabajo, dedicación y compromiso por sus ideales. Los valores y la disciplina que adquirió de su familia y que reforzó en la Escuela de Minas le permitieron lograr todos sus propósitos.
Trabajó en el Ferrocarril de Antioquia, fue Gerente General de la Mina del Zancudo, fue profesor de la Escuela de Minas, construyó el Túnel de la Quiebra, sentó las bases de la Federación de Cafeteros, fue concejal de Medellín, diputado de la Asamblea de Antioquia y representante a la Cámara. Además fue cónsul general de Colombia en Europa con sede en Londres. Escribió varios libros que hoy son referentes de pensamiento progresista en las escuelas de administración y economía.
Alejandro López fue hijo de la clase trabajadora, como lo son ustedes. La herencia de su padre, como intuyo que es la de sus papás, fue simplemente su capacidad de raciocinio y su libertad de pensamiento. Las bases para los logros de su carrera fueron su esfuerzo, su inteligencia y su tenacidad. Entiendan que riqueza no es dinero, que la capacidad de raciocinio no la venden en los supermercados y que la tenacidad reside en el alma.
Si ustedes se lo proponen pueden seguir los pasos de personajes como Alejandro López y alcanzar los honores y los logros personales y profesionales a los cuales ustedes tienen derecho a aspirar.
En la Escuela de Minas siempre tendrán las puertas abiertas, como ciudadanos, y las aulas disponibles, como futuros estudiantes de ingeniería, bajo la gran sombrilla de la Universidad Nacional de Colombia”.
Al terminar mi ponencia quedé sorprendido con la decisión de estos jóvenes de asumir como un modelo de vida a un personaje como Alejandro López, que los cautivó por sus orígenes humildes, por su tenacidad por formarse en el rigor de la ciencia, por su capacidad de leer los problemas de la sociedad y por su compromiso con las clases trabajadoras de las cuales nunca se sintió ajeno.
Y también me llevé la mejor impresión de las profesoras que buscan formar a sus estudiantes, a la manera de Kant, como ciudadanos autónomos. Como plantea Ileana Beade, interpretando a Kant:
“Kant concibe la educación como un proceso de formación esencialmente orientado a la construcción de una subjetividad crítica, capaz de asumir una posición racional y autónoma en el debate acerca de los principios sobre los que se sustentan las instituciones sociales.”
Antes de dejar la institución se me acercó un joven del grado once y me dijo: “profesor, espero que cuando yo me esté graduando en la Escuela de Minas usted recuerde que hoy habló conmigo, me ayudó a creer más en mis capacidades y me motivó a esforzarme cada vez más a ser un buen ciudadano”.
Sólo me resta decir que valió la pena haber dedicado una mañana a charlar con estos muchachos de Belén Buenavista y de haber compartido esta jornada con sus profesoras, maravillosas heroínas que están sembrando sueños y esperanzas de formación ciudadana en sus estudiantes. Y estoy dispuesto a dedicar muchas mañanas a realizar ejercicios como este en la Institución Educativa Pedro Octavio Amado.
Esta fue una columna libre e independiente de Diego Germán Arango Muñoz, Ingeniero, Psicólogo y Administrador Turístico, profesor de la Universidad Nacional de Colombia y consultor en Mercadeo Gerencial.