¡Al diablo con el diablo!

Es una muestra de respeto y unión entre regiones, una forma de decirnos que todo estará bien y que los paisas recordamos con anhelo cada uno de los festejos que caracterizan a los diversos territorios del país.


¡Se nos presentó el diablo! En Medellín se nos apareció el diablo vestido de puritanismo y mojigatería. Hace algunos días, luego del inicio de la instalación del alumbrado navideño en la ciudad, unos cuantos ciudadanos inconformes manifestaron gran malestar por cuenta de la figura de un demonio dentro de la decoración navideña. Se trata del célebre símbolo del carnaval de Riosucio, Caldas; una festividad que se celebra desde inicios del siglo XX con una particular historia.

José Ramón Bueno y José Bonifacio Bonafont, dos sacerdotes unidos por la impotencia de ver enfrentadas a sus comunidades vecinas -Nuestra Señora de la Montaña y Real de Minas de Quiebralomo- decidieron idearse una forma muy particular de aproximarlos. En una de las calles del pueblo reunieron a los rivales habitantes de lo que hoy se conoce como Riosucio y los amedrentaron advirtiéndoles que, si no se disponían a acabar con aquella confrontación, el mismísimo demonio los castigaría por tan reprochables actos. ¡Santo remedio! Desde aquel entonces, cada dos años el pueblo se dispone a celebrar durante seis días al son de comparsas y danzas, pero también a través de la oralidad y la profunda conmemoración de su cultura como fruto de la unión entre indígenas, africanos y europeos.

La figura del diablo no tiene relación con la religión; no pretende evocar valores anticristianos o el satanismo, como se ha dicho por estos días. Lucifer, Satanás o como se le quiera llamar, es el símbolo de la alegría que ronda a los Riosuceños por esos días. Representa la sátira y la burla; sirve de inspiración para la creación musical y artística de las festividades.

¿Por qué la polémica en Medellín? Este año, por cuenta de la pandemia causada por el Covid-19, muchas de las festividades del país han sido canceladas; la Alcaldía de Medellín junto a EPM decidió rendir homenaje a las celebraciones más destacadas de Colombia a través del alumbrado navideño. Es una muestra de respeto y unión entre regiones, una forma de decirnos que todo estará bien y que los paisas recordamos con anhelo cada uno de los festejos que caracterizan a los diversos territorios del país. Por medio del alumbrado se conmemorarán las costumbres y símbolos de una pequeña fracción de festivales colombianos. Nos permitirá conocer las icónicas figuras del Carnaval de Barranquilla, el Carnaval de Negros y Blancos, la Feria de Cali, el Carnaval de Riosucio, entre otros, bajo la alegría que caracteriza el espíritu navideño.

Muchos de los contradictores de Quintero Calle han usado la santurronería que caracteriza a los paisas para alarmar a la comunidad sobre una supuesta apología al satanismo y la rezandería. Nada más absurdo que eso. Es evidente que la discusión del alumbrado tiene fines políticos y la desinformación es una manera de movilizar a los incautos hacia la iniciativa de revocatoria adelantada, entre otros, por el uribismo recalcitrante de la región antioqueña.

Tomar un adorno navideño como medio para causar revuelo y promover una revocatoria de mandato es un disparate que ha penetrado en muchas personas a través de redes sociales. Las verdaderas problemáticas sociales y económicas que ha dejado la pandemia se pasan por alto para focalizar la atención en la instalación o no de una figura alegórica. El ambiente que se percibe radica, más o menos, en que se metan con todo menos con mi profesión de fe; nada que vaya en contravía a los mandatos de la divinidad cristiana. Además, para qué un diablo que simbolice la algarabía y la sátira de otra región, si acá tenemos a nuestros propios referentes. Tendría mayor acogida la instalación de unas figuras que representaran a los patrones que han hecho famosa a la ciudad, pues su habladito fuerte, “su mano dura y su corazón grande” les evoca a algunos mayor santidad y benevolencia para tan sacra celebración.

Rebajar la discusión política a un hecho tan banal como la ubicación de una figura del diablo, demuestra los pobres argumentos que tienen para avanzar con la revocatoria del alcalde. Es hora de que los detractores de Daniel Quintero desarrollen un control político serio y reflexivo en el que los fanatismos se reduzcan a su mínima expresión; en donde se juzgue al mandatario local por sus acciones en materia social, económica, política, y no por ese tipo de decisiones que en el fondo buscan conmemorar la cultura colombiana y sus diferentes matices.

Andrés Trujillo Ossa

Mi nombre es Jorge Andrés Trujillo Ossa, estudiante de noveno semestre de Pedagogía de la Universidad de Antioquia. Soy un ciudadano inconforme al cual le gusta escribir y expresar sus ideas en el papel, pero que se siente en la obligación de compartir su opinión con el resto de la ciudadanía y de esta forma ser la voz de muchos que hemos permanecido relegados y casi silenciados.

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