Justamente un mediodía en el que me iba a trabajar, en un bus de los que pasa frente a la Universidad de Antioquia iba sentado al lado de una señora. Ya tenía bastantes años, su cabello era más blanco que castaño, unos lentes grandes y algunos libros sobre sus piernas. A esa hora el bus tomó una ruta distinta a la que normalmente toma. Dio unas vueltas por no sé dónde y terminamos por los lados del parque Norte. Algunas personas se bajaron cerca a Punto Cero, con cara amarga y algunos echando al viento soeces contra el Alma Mater. La señora continuó el camino conmigo hasta llegar a Ruta N. En ese momento dijo una frase que rompió el silencio de ese trayecto de viaje: “tirapiedras, solo tirapiedras, los tiempos de la lucha estudiantil ya se acabaron”.
Allí empezó la conversación donde expuse que hacía parte de la UdeA y que en cierto modo compartía su opinión. Los mecanismos de manifestación “popular” y pública de las universidades poco a poco ha ido siendo utilizado con tal frecuencia que la legitimidad con la que goza ya no es la de hace unos treinta años. Ella me contaba que la gente antes se preocupaba y bajaba de las rutas de transporte público a aplaudir a los estudiantes que tomaban las riendas de la educación superior pública, uniéndose a las arengas y consignas que hacían ya parte del argot popular. Ahora simplemente bajan del bus a tomar un taxi y dirigirse a sus trabajos o a sus quehaceres en general. Ya el movimiento estudiantil ha sido rotulado con el homónimo de “tirapiedras”.
Ahora, en este contexto que la Universidad de Antioquia está en paro queda preguntarse una cosa: ¿ahora es el momento? El argumento de estudiantes que son foráneos no lo comparto. Estar en Medellín es un reto y cuando [como en este caso solamente] hay que permanecer vinculado al Alma Mater no es ninguna pérdida. El pliego de exigencias al administrativo es justo y posible, hay que sentarse en la mesa a negociar sin jugar al ya cotidiano, de parte y parte, jueguito de la espada de doble filo. Ahora sí es justo y necesario un paro como un llamado de atención a la sociedad, a la Universidad y a cada individuo que la compone de que es un momento coyuntural y de espera. Eso lo sabe uno, que está adentro cada día aguantándose pasillos vacíos, algunas aulas en clase, correos de “estamos a la espera de…” pero la gente del bus no lo sabrá; o si lo sabe hará de cuenta que es una de las tantas revueltas cotidianas de las que están aburridos.
Si en esta Universidad pública fuéramos conscientes que los mecanismos de acción válidos no son como el agua del grifo que ha de usarse cada día, no serían dentro de la “lucha” un reducido número de estudiantes activistas involucrados en los eventos, sino toda una sociedad movilizada en favor de los intereses de lo público. Basta detener la mirada sobre otras Instituciones, valgan las comparaciones anónimas, que sin descuidar el lema lo cumplen en su orden: “a estudiar y luchar por la liberación nacional”.
En la imagen, fotografía de los eventos de octubre de 1968.
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