Cánticos de la Memoria
Fui entonces la nostalgia, yo misma fui creada en el dolor, mis columnas son la apología a la agonía, esa fuerza poética de quién muriendo se aferra a la vida. El desgarro de la razón ante una conmoción reveladora, la verdad como grito que perturba, el testimonio de quién desinfecta sus heridas lacerando costras de sufrimiento con la pluma.
Nunca nada es más sabio que el silencio, más ésta es una evocación humana: la fatídica y deseada condición de vulnerabilidad que aprende del error. Elaborarme es afirmar que este mundo también existió, la dignidad de quien protagoniza su propia historia, el registro de que nada es gratis mucho menos el poder cuando toma consistencia la voz.
Me he quedado para reconocerme, hallarme en la esperanza curiosa de algún generoso lector. No existen máscaras, este personaje es un sentimiento que como todo se transformó. Soy la observadora de un corazón frágil y la guardiana de la cordura de una mente rota; elástica, habita entre tejidos que al entrenarse, se fortalecen y sanan.
Cada letra y cada año deben ser valorados por respeto al tiempo que se nos agota, la gratitud evita futuras viejas derrotas, perdonar demanda aprender y superar la ingenuidad identificando los rasgos de personas amables de los más hábiles hipócritas.
Pervivo en las ilusiones de una niña a la que cuido con dulzura, esa inocencia bendita de las almas nobles que insisten en jugar a servir manifestando la cándida y próspera integración, que ama todo y comprende que amar es la solución.
Con amor, María Mercedes Frank.
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