
“Uno de los mayores aciertos de este programa es mostrar cómo las redes sociales pueden ser un caldo de cultivo para el odio. Jamie no nació violento; fue intoxicado por la sociedad digital —ese espacio virtual donde proliferan la misoginia, la homofobia y la glorificación de la violencia.”.
Es conocido por casi todos mis estudiantes que suelo recomendar libros o películas, pero rara vez series de televisión. Sin embargo, hoy hago una excepción para «Adolescencia», el impactante serie británica de Netflix. En solo cuatro episodios, expone con crudeza y maestría las grietas de nuestra sociedad: la justicia penal para menores, el lado más tóxico de las redes sociales y la construcción de una masculinidad envenenada por la presión digital.
Un logro técnico y actoral sin precedentes.
Dirigida por Philip Barantini y escrita por Stephen Graham y Jack Thorne, Adolescencia es un programa a audaz no solo por su narrativa, sino por su ejecución técnica. Cada episodio está filmado en un plano secuencia ininterrumpido, esto es es una toma continua de una escena que se realiza con una sola cámara, una elección arriesgada que sumerge al espectador en la angustia de sus personajes.
Las actuaciones son excelentes. Owen Cooper, de solo 15 años, da vida a Jamie Miller, un adolescente acusado de asesinar a una compañera de escuela. Su interpretación —que oscila entre la vulnerabilidad y la ira— es desgarradora. Stephen Graham, como el padre de Jamie, aporta una intensidad
El sistema penal juvenil bajo la lupa
La serie no se limita a mostrar el crimen, sino que explora sus consecuencias: la detención de Jamie, su interrogatorio, la terapia psicológica y el impacto en su familia. La serie plantea preguntas incómodas: ¿Cómo juzgamos a un niño que comete un acto atroz? ¿Hasta qué punto es culpable o víctima de un entorno que lo radicalizó?
El sistema judicial aparece como una maquinaria fría, pero la serie evita simplismos. En lugar de ofrecer respuestas, nos obliga a reflexionar sobre la responsabilidad colectiva.
Las redes sociales: el veneno silencioso
Uno de los mayores aciertos de este programa es mostrar cómo las redes sociales pueden ser un caldo de cultivo para el odio. Jamie no nació violento; fue intoxicado por la sociedad digital —ese espacio virtual donde proliferan la misoginia, la homofobia y la glorificación de la violencia—.
Uno de los momentos más reveladores y dolorosos de “Adolescencia “ocurre cuando el inspector Luke Bascombe (Ashley Walters), tras días de investigar el crimen, conversa con su propio hijo adolescente en las instalaciones del colegio y descubre, con extrañeza, que todo su enfoque estuvo equivocado. Su hijo le muestra cómo las pistas clave —mensajes aparentemente inocuos, memes y códigos ocultos en redes sociales— pasaron desapercibidas para él y su equipo, incapaces de descifrar el lenguaje cifrado de los jóvenes. Es una escena demoledora: Bascombe, representante de un sistema que cree controlar la verdad, se da cuenta de que hay un abismo generacional que lo deja ciego ante los verdaderos motivos del crimen. La frustración en su rostro refleja una dura realidad: las instituciones, e incluso los padres, están perdiendo la batalla por entender el mundo digital que moldea a sus hijos.
Los guionistas mencionan a Andrew Tate, pero el mensaje va más allá: internet está lleno de voces que adoctrinan a jóvenes vulnerables. Los padres de Jamie, como muchos en la vida real, no supieron ver las señales a tiempo. «Todo sucedía en silencio, detrás de una pantalla», lamenta su madre.
Masculinidad tóxica: ¿Quién educa verdaderamente a los jóvenes?
Jack Thorne, co-creador de la serie, dijo que querían «mirar a los ojos de la ira masculina». Y lo logran. Jamie es un producto de su tiempo: un chico confundido, bombardeado por mensajes que equiparan la hombría con la agresividad. La serie cuestiona qué papel juegan las familias, las escuelas y la cultura digital en la formación de estos jóvenes.
Este programa expone con crudeza la peligrosa complacencia de muchos padres que, creyendo que la escuela es suficiente, delegan en ella la formación emocional y moral de sus hijos mientras estos son expuestos a un mundo digital en donde pueden encontrarse numerosos abusos. La serie muestra a los Miller, padres afectuosos pero desconectados, que no supieron ver las señales de que Jamie se radicalizaba en línea hasta que fue demasiado tarde. El sistema educativo aparece igualmente rebasado: los profesores, sin herramientas para descifrar el lenguaje cifrado de las redes o contrarrestar la influencia de figuras como Andrew Tate, se limitan a impartir clases mientras la violencia se incuba en los celulares. Es un retrato demoledor de cómo familias y escuelas —atrapadas en rutinas del siglo XX fracasan al proteger a adolescentes que libran batallas del siglo XXI en soledad. Esto representa una verdadera y profunda crisis en la educación que, tal y como lo señala Martha Nussbaum, requiere que la educación no solo enseñe contenidos, sino que es necesario plantearnos la formación de ciudadanía que se valga del pensamiento crítico, la capacidad de verse a sí mismos no solo como ciudadanos pertenecientes a alguna región o grupo, sino como seres vinculados con los demás, con la capacidad de validar y criticar las diversas precepticones del mundo y con la capacidad de ponerse en el lugar de los demás.
«Adolescencia», el impactante drama británico de Netflix, no es fácil de digerir, pero es imprescindible. Como escribió Rolling Stone: «Es una de las mejores cosas que verás este año». Nos enfrenta a auténticos desafíos: la imperfección de la justicia, el riesgo de las redes y la imperiosa necesidad de reevaluar la formación de los ciudadanos venideros.
En un universo donde sucesos como el de Jamie se repiten en los titulares, esta serie no es solo diversión: es un espejo que merece ser contemplado con curiosidad.
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