Luego de meses de incertidumbre, en que la comunidad universitaria de la UNAL vivió quizá sus peores momentos del siglo XXI, hoy el CSU enmienda la elección viciada de José Ismael Peña y elige como nuevo rector a Leopoldo Múnera. En este entretiempo se destaparon muchas ollas podridas, se lograron alinear las fuerzas de la reacción, encabezadas por la exrectora Dolly Montoya y los exrectores Ignacio Mantilla y Moisés Wasserman, principalmente, para dar un espectáculo perfectamente anti-académico, abiertamente anti-universitario. Vergonzoso desde donde se le contemple, como emboscada anti-institucional.
Aferrados al poder universitario de la administración central, desde hace décadas, beneficiados con sobresueldos exorbitantes, acostumbrados a ver a su alrededor áulicos de ínfima categoría moral y humana, la larga fila de estos exrectores se había acostumbrado a corroer las fibras más íntimas de la UNAL, a maniobrar como gamonales a sus peones de estancia. Hoy, se da pues una nueva oportunidad de deshacerse de estas lacras que, como en “La metamorfosis de su Excelencia” de Jorge Zalamea, se esforzaban en ser los ganadores “en la disimulada competencia de la corrección”.
Justamente porque lo que (casi) se ha perdido del todo en la UNAL, tras este campeonato de falsas celebridades rectorales y sus paniaguados más estrechos, es la franqueza entre colegas, la natural distinción que otorga la dignidad de ser profesor. Así pues, que lo que le corresponde al profesor Múnera no es otra cosa que revertir los términos de una comunidad universitaria que está en picada, que ha venido perdiendo el norte de su quehacer propio, que se ha envanecido en una egolatría centralista que roza, más frecuentemente de lo pensado, la deshonestidad y carece del mismo sentido de la ciudadanía multicultural.
Hoy hay una comunidad de profesores y sobre todo de estudiantes que confía en la buena nueva de este nombramiento de Múnera rector; es una luz de esperanza, sobre todo en un instante de desafío para enmendar tantas planas hechas con renglones tan torcidos. Hoy hay una comunidad que anhela y exige cambios drásticos, bruscos, inéditos, en lo que se refiere al triste trópico de un siglo XXI que no ha dado sino mil mal sabores a nuestra UNAL.
Así que las tareas son inmensas y se multiplicarán a cada paso, pues a cada paso se enfrentarán necesariamente con el lastre del pasado solapado en cada rincón, en cada aula, en cada oficina. Hoy es hora de festejar, de celebrar esta ventana de luz que hasta ayer se veía con cierta incredulidad a favor de salidas afortunadas. Este golpe de timón se presenta cuando empezaba a perderse la confianza en las propias fuerzas, cuando se pronosticaba un largo y tortuoso ir y venir entre demandas y contrademandas en la telaraña de un sistema judicial, en el que casi nadie ya confía. Podrido en sus entrañas. Por eso vemos con mayor confianza esta elección del CSU. Lo celebramos en casita (es mi caso) por quienes creemos en una honda y profunda transformación de la UNAL, para que ella recobre su misión secular de ser fuerza matriz de una universidad para el cambio de la nación colombiana.
Todas las columnas del autor en este enlace: Juan Guillermo Gómez García
[1] Profesor Universidad de Antioquia y Universidad Nacional (Sede Medellín).
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