Hace algún tiempo me invitaron hacer parte de la editorial política de Al Poniente, pero al no participar muy activamente en política y las redes sociales había considerado que ello no era para mí. No obstante, hace un mes ello cambió por una razón fundamental, la paz perdió, la guerra no ganó y el país se sumió en un debate trascendental que hoy no avanza.
Es por ello que las presentes editoriales que asumiré tienen como propósito dignificar la política y lo político desde el análisis, puesto que diverso medios y personajes sin entrar en detalles, se han dedicado a crear diversas dicotomías y desinformar, por lo cual pareciese que todos tienen muy claras las críticas, pero no hay nada de propositivo y mucho menos analítico que permita construir sociedad y sentar reflexiones en momento tan álgido. Por tanto esta primera edición va encaminada a hablar sobre el fracaso no de la paz, sino del modelo de justicia transicional.
La terminación del conflicto implica no solo una firma y un adiós a la guerra. Implica educar, reformar, restructurar y mucho más allá que hablar de paz. Es por ello que para poder hablar de paz es necesario educar en justicia transicional. De lo contrario nos seguiremos perdiendo en el escenario jurídico. Sin embargo, no mi deseo ni el de esta columna entrar en dicho tecnicismo. Mejor dicho si analizamos la actual escena nacional podemos sacar los siguientes análisis y conjeturas que merecen ser estudiadas y analizadas por quien lea con cautelo lo aquí plasmado.
Primero es claro que no estamos frente al comunismo, ni catro-chavismo y mucho menos frente a la claudicación del Estado. Afirmar ello es desconocer el proceso histórico de formación del Estado Colombiano en el contexto americano; porque Colombia no ha tenido una guerra como Nicaragua o Salvador. Mucho menos ha tenido caudillismo o dictaduras de izquierda o derecha. Y contrario a lo que muchos piensan el discurso político se ha amparado en dos cuestiones; la primera en ser la democracia más antigua de la región de américa del sur y la segunda una política diplomática fundamentada en la resolución pacífica de las controversias. No obstante, no se puede dejar de desconocer que estamos más cerca de un democracia totalitaria que de una democracia liberal. Y si usted es de los que insiste que ello no es así, lo invito a que no observe con cuidado lo ha pasado en la administración de justicia, los órganos de control, el congreso, los medios de comunicación y los organismos diplomáticos.
Segundo el marco del actual proceso de paz está amparado en buscar la superación de un pasado violento, hecho cierto que dada la naturaleza de diversos actores no se desconoce. Sin embargo, no se puede desconocer que la justicia transicional ha estado inmersa en la historia de Colombia, puesto que todo el siglo XIX se caracterizó por amnistías e indultos, y buena parte del siglo XX tuvo los mismos mecanismos, más las respectivas reformas constitucionales. No obstante en defensa de lo acontecido hay que decir que el nepotismo de dicho momento histórico -Alberto Lleras y Laureano – hecho que no ha cambiado mucho en la actualidad. Lograron conciliación y apaciguamiento dos cuestiones que hoy se desconocen en el marco del actual proceso de paz; y no quiero decir con ello que fue lo correcto y amerita justificación, pero si evidencia que hoy hay un gran olvido histórico, pues gran parte del conflicto que hoy está en una nueva fase de negociación, se dio en el marco del frente nacional y la constitución de 1886. Y desconocer ello implica que la historia de Colombia ha tenido procesos transicionales con mucho perdón y olvido.
Tercero el gran cambio de Colombia se daría a través de la verdad, la cual es incomodad y representa temores para la sociedad en su totalidad, por lo cual no cabe duda que es la primera en ser sacrificada en aras de construir la paz. No obstante en la actual coyuntura la verdad será la extra-judicial, pues en un modelo de justicia transicional solo lo jurídico representa el 10% y el otro 90% político. Para el caso de Colombia la Comisión de la Verdad y tiene tres propósitos claros; i) reescribir la historia política y de la guerra del país, ii) resignificar el nombre algunos actores armados -Farc-, iii) será clave para determinar las medidas las garantías de no repetición. El problema de fondo no es la verdad y ni el propósito de la Comisión. Es que el actual modelo transicional está negociado en un marco Derecho Internacional Humanitario –DIH- con el propósito de amnistiar, infracciones al DIH conforme al Protocolo II artículo 6.5, pero no quiero decir con ello que serán objeto de amnistías las graves infracciones. A su vez el proceso de reparación de las victimas será en clave de Derecho humanos –DDHH- por lo cual la contribución a la memoria histórica será en clave DDHH y no es que ello sea malo, pero si evidencia dos posibles consecuencias una ruptura del orden constitucional y la responsabilidad de lo acontecido solo en cabeza del Estado.
Cuarto si poner fin al conflicto fuese una cuestión jurídica en un sentido normativo y riguroso tendríamos que decir lo siguiente, los mecanismos de justicia transicional existen hoy en Colombia y el mejores ejemplos de ello son; el marco jurídico para la paz o acto 01 de 2012 con sentencia 579 de 2013, la Ley 975 de 2005, que con sus por menores y críticas a la fecha ha cogido a unas 35.000 mil personas, la Ley 1448 de 2011, que prevé reparaciones para las víctimas en el marco del conflicto. Todas normas vigentes en el orden jurídico y esto por solo citar unos ejemplos. No obstante, es claro que poner fin al conflicto no es una cuestión jurídica, sino una cuestión política, que como lo explica el acto legislativo 01 de Julio de 2016 depende de un medio de legitimación.
Finalmente algo si es claro en el marco del actual proceso de paz. La paz no la ha construido Colombia unilateralmente, como ejemplo de ello están algunos debates y foros que ya se dieron; como el Seminario Internacional Justicia Transicional de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el siguiente link; Seminario Internacional Justicia Transicional y Corte Interamericana de Derechos Humanos; el debate de La Justicia Transicional en Colombia y el Papel de la Corte Penal Internacional, en el siguiente link; Foro: “La Justicia Transicional en Colombia y el Papel de la Corte Penal Internacional”. Además si quisiéramos ser mucho más críticos tendríamos que decir que en el año de 1997, cuando el actual Juan Manuel Santos fue el presidente de la fundación Buen Gobierno junto a Adam Kahane –padre de la prospectiva- creo el Proyecto Destino Colombia, algo que más que académico hoy es profético.
Yo por mi parte insistiré que quizás asistimos a uno de esos tantos momentos históricos de polarización, entre izquierda-derecha, entre amigos de la paz-enemigos de la paz. Por lo cual pareciera que el único debate que está se dispuesto a dar en la actual escena nacional es entorno a la Habana. Se nos olvidó o mejor insisto en que la falsa paz nos anestesió y la Habana pareciera decidir el futuro de este país y no los colombianos.