“Las próximas presidencias de la UE, Bélgica, Hungría, Polonia y Dinamarca no están básicamente atraídas en un acuerdo de estas características”.
Luego de dos décadas de complejas conversaciones, el acuerdo comercial entre los dos bloques económicos, ha quedado nuevamente congelado. Históricamente las relaciones del Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión Europea (UE), se han demarcado en temas políticos, socio-culturales y económicos. Los intentos fallidos desde 1995, orientados por el marco de cooperación entre ambos bloques, no han podido concretar de manera definitiva los tres factores esenciales: Económico, comercial y político de cooperación.
Hacia el final de la década de los noventa, el intercambio comercial entre los estados miembros del Mercosur, se había quintuplicado. Las economías locales se enfocaron progresivamente en la producción nacional, apoyadas por las nacientes cadenas de suministro transfronterizas de productos alimenticios, industria química y automotriz.
En ese orden de ideas, el Mercosur propuso negociar con la UE, con el propósito de conectar un bloque económico que en la actualidad agrupa a casi ochocientos millones de personas y supone el 20% del PIB global.
Transcurrió una década con más de diecinueve rondas de negociación, se hicieron públicas las ofertas de acceso a los mercados y aunque se reiteró en Lisboa y Luxemburgo el carácter prioritario de las negociaciones, en la praxis no se avanzó en una sólida conclusión diplomática.
El 11 de mayo de 2016, ambos bloques se reunieron en Bruselas con el fin de llegar a un acuerdo “definitivo” de ofertar acceso a mercados de bienes y servicios, el establecimiento y compras gubernamentales; lo cual marcaría un avance enorme en el comercio birregional, pero no sucedió.
El impulso de regionalizar el Mercosur se distorsionó, la crisis financiera (corralito) en la Argentina, la devaluación del real en Brasil, el poco crecimiento económico de Paraguay y la suspensión de Venezuela; han provocado un giro proteccionista y un sinnúmero de exenciones a las reglas iniciales para las dos economías más grandes del bloque: Argentina y Brasil.
Firmado y ratificado en 2019, el acuerdo no logra despegar. Con la presidencia española del consejo de la UE y la presidencia pro tempore de Brasil en el Mercosur, se alimentaron las esperanzas de lograr un acuerdo determinante en la cumbre celebrada el pasado 7 de diciembre en Rio de Janeiro, pero una vez más fracasó.
Los esfuerzos de Lula Da Silva no funcionaron, la herencia de su antecesor Jair Bolsonaro, en cuyo mandato se produjo un aumento significativo de la deforestación en la Amazonia, llevó a los líderes europeos a redactar un anexo al borrador del tratado, firmado en 2019 con nuevas exigencias en el área ambiental que de coletazo afectaron implícitamente las negociaciones de los tres ejes centrales que propone Brasil: combatir el hambre, la pobreza y la desigualdad; impulsar el desarrollo sostenible y reformar la gobernanza global.
Las exigencias en materia ambiental que Emmanuel Macron presidente de Francia y el canciller alemán Olaf Scholz le recriminaron a Lula, impidieron la ratificación del acuerdo y frenaron la euforia emergente. A partir del año que viene, el escenario se renueva en Europa y se vuelve menos favorable. Las próximas presidencias de la UE, Bélgica, Hungría, Polonia y Dinamarca no están básicamente atraídas en un acuerdo de estas características. Además, los comicios en el Parlamento Europeo en junio de 2024, podrían hacer más desfavorable el ambiente económico y político en países como Francia.
En suma, la expansión del modelo extractivo-primario no necesariamente va a generar los puestos de empleo que el Mercosur propone a los socios, ni genera un modelo de acumulación social que en términos económicos son menos sostenibles e inclusivos.
La UE avanza en un modelo de protección agrícola en contra de proteger el clima y la biodiversidad, en contra mano a las exigencias propias, imponiendo barreras no arancelarias al comercio si introduce las políticas ambientales que afectan el tratado comercial. Esto podría debilitar la posición negociadora con la UE si China impone menos condiciones al Mercosur.
Australia ya marcó un precedente con la UE de bloquear el tratado comercial, por el proteccionismo agrícola europeo. Quizá Francia se haga cargo de la responsabilidad geopolítica europea y proceda en consecuencia.
Ascenso de China en Suramérica y la desavenencia con Lituania
China se ha convirtió en el principal socio comercial de Brasil, Uruguay y Paraguay. El superávit comercial en estos países, se debe en gran parte, al gigante asiático.
En la proyección global de China, el Mercosur no juega un rol importante; los intereses de la potencia asiática, pasan por los commodities, los mercados de sus manufacturas y la disputa con Taiwán por el reconocimiento diplomático.
Por otro lado, las relaciones de China con la UE, se han enfriado por las discrepancias en política exterior, Después de que el país báltico permitiera a Taiwán abrir una representación diplomática con su propio nombre, las empresas lituanas se quejaron de restricciones comerciales colectivas en China, lo que empeoró los lazos comerciales de la UE con el gigante asiático.
En este sentido, el acuerdo Mercosur-UE está cada vez más lejano. Los desafíos para la región en materia comercial se deben centrar en generar vínculos comerciales por encima del factor arancelario, expandir el superávit comercial de todos los socios e ir sustituyendo importaciones de bienes manufacturados. La inversión en ciencia y tecnología se debe implementar de manera inmediata, de esta manera favorecería al bloque económico a competir en el mercado global.
Muy concreto, ojalá escriba mas seguido