Abuso de poder

“Se cuestiona cómo es que los abusadores puedan tener tanta confianza en que no serán denunciados, descubiertos o condenados por sus hechos. A todos les une la característica de tener alguna posición de autoridad.”


El escenario es recurrente, un profesor, un político, un sacerdote o una pareja ejercen actos que reflejan su naturaleza dominantemente abusiva e incluso narcisista, es un deseo perverso que se oculta a través de fachadas de bondad o excelencia, pero que en el fondo no es más que un aprovechamiento de una posición. Se manifiestan entonces a través de acciones que incluyen todos los tipos de acoso y explotación sexual, emocional, económica o laboral.

Suelen causar el temor, confusión, manipulación o vergüenza suficiente en sus víctimas para que estas callen o incluso experimenten tanta culpa que sean las que se cuestionan si no se trató de alguna falla propia cometida. Se cuestiona cómo es que los abusadores puedan tener tanta confianza en que no serán denunciados, descubiertos o condenados por sus hechos. A todos les une la característica de tener alguna posición de autoridad; en el contexto académico muchos profesores llegan a hacer acercamientos indebidos a sus estudiantes, ofreciendo o no algún tipo de beneficio. De forma similar, sacerdotes o pastores realizan todo tipo de abusos y llegan a justificarse bajo pretextos religiosos. También en contextos sentimentales, es habitual que una pareja o expareja hostigue a la otra persona y termine causándole un gran daño.

Son violencias que van más allá del género, porque no se distingue a la víctima por su sexo, edad o condición social, lo que importa es la posición del abusador. “El poder corrompe” señalo el filósofo Lord Acton en pleno siglo XIX, refiriéndose a una condición que hasta la actualidad se cuestiona, ¿puede realmente el poder corromper o es una condición preexiste en un individuo? En situaciones como las anteriormente señaladas no existen conclusiones evidentes, pero sí puede afirmarse que existe una tendencia en la que muchos poderosos abusan de sus posiciones, a menudo violentando a víctimas que ellos creen tienen una condición opuesta, son “débiles” y recurrentemente las y los consume el temor.

Aunque hasta el momento ha predominado el necesario discurso en contra de la violencia de género, la problemática no radica únicamente en analizar las relaciones entre hombres y mujeres, sino en observar la estructura de las jerarquías y el ejercicio sistemático del poder abusivo. Se trata de una asimetría de poder que atraviesa todo tipo de relaciones y que a primera vista no parece ser obvio. Por este motivo, se ha invisibilizado durante mucho tiempo el papel que podría cumplir analizar los mecanismos de control, coerción y silenciamiento que operan detrás del abusador.

Si se estudiara a fondo este tipo de abusos como expresiones de poder, podría comprenderse que en el fondo son actos de dominación que revelan patrones culturales e ideológicos muy arraigados, donde el poder se utiliza para someter. A nivel judicial, casos similares suelen tramitarse solo como violencias basadas en el género o a partir de abusos dentro relaciones intrapersonales, sin llegar a definir de forma suficiente el abuso de poder como una agravante estructural. Sin duda alguna son esas relaciones jerárquicas las que hacen posible esas violencias y las perpetúan.

María Camila Perdomo Forero

Estudiante de derecho, he participado como líder voluntaria en organizaciones sin ánimo de lucro y activamente como monitora en proceso de lectura y escritura en la universidad. Me intereso por la literatura, la política, los derechos humanos y la escritura como forma de expresión del conocimiento, arte y ciencia.

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