No somos seres que olvidamos fácil, tenemos memoria de Elefante. No somos seres para olvidarnos de los juegos de la infancia, policías y ladrones, a ser el mejor 10 en la cancha, a ser el mejor ciclista, a ser el mejor declamador en el acto cívico a la patria, todos recuerdan con cierta sonrisa los personeros escolares y otros los juegos en el aula de clase. Las fotos, suelen hacernos recordar momentos muy especiales de la vida personal. ¿A qué jugamos?
Se juega a ser alcalde y concejal, se juega a ser diputado de una subregión que muchas veces ni siquiera sabe cuántos corregimientos tiene. Se juega con la expectativa de la gente. La gente va muy bien en cualquier acto público, siempre y cuando se les lleve el sanduche y la gorra en campaña electoral. Jugamos a que unos se inscriben en un partido político y otros votan en la urna por otro diferente. Jugamos a mostrar las estadísticas que la gente va muy bien según los datos del DANE.
Jugamos a ser analistas internacionales y no conocemos el idioma del país que estamos referenciando. Jugamos a narradores de fútbol y de voleibol. Jugamos a la hípica y no hay apuestas. Jugamos a periodistas de cadena radial reproduciendo una grabación. Jugamos al sexo viendo una película. Jugamos a ser microbiólogos, zoólogos, botánicos y astronautas. Jugamos a dar bendiciones como obispo en confirmaciones: «Dios te bendiga». Jugamos a ser el alcalde y se nos olvida que programas y proyectos le presentamos a la comunidad. Jugamos a ser secretario de educación y no han dictado una clase virtual. Jugamos con las expectativas de vida de las personas.
Vemos las conversaciones del capitolio nacional y pareciera un juego de amigos que se reúnen para hacer el ágape por el cumpleaños o por acreditar un nuevo título profesional. Jugamos a ser el gobernador del departamento y no recuerda en que municipio prometió un monumento. Jugamos a ser abogado y no sabe hacer la demanda. Jugamos a ser médico pediatra y no le gustan los niños. Jugamos a ser piloto de avión y se marea montando en bicicleta. Jugamos a ser ciudadano y le falta la responsabilidad social de respetar la opinión de los demás. Jugamos a que conocemos la tecnología del celular y no sabe enviar mensajes al WhatsApp. ¿A qué Jugamos?
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