Cual pájaro agorero el presidente Santos envió una mala señal al país de cara a la segunda vuelta por la presidencia. Como si fuera un analista de tendencias y no el primer mandatario de los colombianos, convirtió en victoria su derrota el pasado 17 de mayo.
¿Cómo lo hizo? Burdamente y sin inmutarse, sumó los votos de Petro, Fajardo, Vargas Lleras y hasta los de De la Calle, que según él son los candidatos de la paz y juntos representan casi el 60 por ciento de la votación. Con total descaro pretendió disponer de la voluntad de millones de electores que ante la eliminación de sus candidatos estarán retados a votar por Duque o Petro o en blanco o abstenerse. Usurpa el liderazgo de esos aspirantes y de los movimientos que los apoyaban al ungirse ganador.
Si se quedara quieto en esa maniobra, veríamos esa acción como una más dentro su amplio repertorio de picardías. Sin embargo, conociendo de todo lo que es capaz para impedir la derrota de su “logro” más preciado, se justifica estar advertidos de una probable nueva trampa como las que usó en ocasiones pasadas, aunque esta vez le resultará más difícil.
En la entrevista con la periodista Cayetana Álvarez del diario español El Mundo, soltó su lengua señalándole límites al próximo presidente, “fuere quien fuere, tendrá (ni siquiera en condicional) que respetar” el acuerdo firmado entre él y las Farc que nadie podrá cambiarlo o hacerle reformas durante los siguientes doce años.
¿Cómo olvidar las artimañas que hizo en las elecciones de 2014 con el montaje del hacker y la votación “atípica” gracias a la montaña de mermelada que untó en diversas regiones del país para hacer de la derrota su victoria?
Y lo que hizo con el plebiscito del 2016 cuyo resulto desconoció engañando a la nación y cubriendo sus mañas con el manto de la palabra mágica “paz”.
Santos confundió la primera vuelta del pasado 27 de mayo con un juego de ruleta apostando a varias casillas, juego en el que se puede agregar una más aún en movimiento. Jugó por de De la Calle, por Vargas Lleras y viéndose perdido en la última semana, optó por Fajardo.
Para la segunda vuelta, su proceder deja en claro que, en nombre de su paz, se sumará a las huestes de Petro, el candidato que representa el desastroso modelo castrochavista con el que supuestamente dice tener contradicciones profundas.
¡Cuánta falta hace un Procurador que lo conmine a cesar su abierta participación en el debate electoral y en los asuntos de campaña con su aritmética de dudosa técnica!
La campaña de Iván Duque y Martha Lucía Ramírez debe tomar nota de los pasos que da el presidente saliente y mantener la guardia en alto en la vigilancia de la jornada del 17 de junio para evitar sorpresas desagradables.
Hay que remarcar la flaqueza de la estrategia petrista que buscará presentar la lucha entre Duque y Petro como un duelo entre la centro-izquierda petrista y la extrema-derecha, entre partidarios de la guerra y seguidores de la paz.
Argumentos hay de sobra para salirle al paso a esos falsos dilemas puesto que el fondo de la lucha reside en la confrontación de la propuesta de la izquierda radical y populista, aventurera e irresponsable con la opción democrática-reformista, es el duelo entre la paz con impunidad, rechazada por la gran mayoría de los ciudadanos y la paz con justicia que conlleva a realizar ajustes al acuerdo Santos-Farc.
Es el enfrentamiento entre quienes son adversos a la iniciativa privada y quienes sostienen la necesidad de abrirle espacios y dar facilidades a la inversión y creación de empresas como motores del empleo, entre quienes plantean demagógicamente que toda la salud y toda la educación sea pública y gratuita y quienes pensamos que la igualdad así concebida es la comida de hoy y el hambre de mañana, entre quienes amenazan expropiaciones por vía directa o de elevación de impuestos y quienes propugnan por el respeto a la propiedad bien habida.
Es de esperar, igualmente, que Duque continúe, con muy pocas variantes, en las líneas gruesas de acción con las que obtuvo el triunfo en primera vuelta. Y si hay adhesiones y alianzas, de gran importancia para garantizar la gobernabilidad y la realización del programa, que sean pública y plenamente explicadas.
Deseable que se envíen mensajes especiales a los votantes cuyos candidatos quedaron fuera de juego y a los abstencionistas insistiendo en que Duque es la opción del presente-futuro reformable y mejorable mientras la de Petro es la del presente-pasado, fracasado y empobrecedor.