Odiar produce ceguera. Sin embargo, ella no viene sola. La arrogancia, también puede tener una relación con el odio. Guillermo del Toro, director de cine mexicano, contaba que la juventud trae consigo arrogancia y a medida que transcurre el tiempo, vas ganando experiencia. En tanto hay experiencia, las batallas son elegidas.
En Colombia, por ejemplo, aún estamos demasiado jóvenes. Hernán Casciari, en su cuento: la edad de los países, propone una nueva forma de establecer el rango de edad de cada nación. Planteaba que se debía dividir por 14 el número de años de independencia. Si tomásemos la propuesta de Hernán, Colombia tendría alrededor de 14 años. Uno podría confirmar que aún estamos muy jóvenes, y somos muy arrogantes.
Ejemplo de ello, son las discusiones políticas que tenemos.
Incluso hoy 7 de agosto de 2020.
De manera peculiar, muchos colombianos prefieren ahorrar diálogo. Es decir, escuchar al otro no está en sus planes. Cuando un colombiano le pregunta a otro por su postura política, muchas veces no espera conocerla sino amedrentarla. El esquema psicológico de varias personas en Colombia, en términos políticos, se resume a la clasificación del otro. En otras palabras, no existe un auténtico cruce de ideas, sino de ofensas. Cuando un individuo clasifica a otro en el espectro político, le impide ser escuchado. Quien pregunta, ya deduce de forma automática todo lo que piensa, sabe, y consideraría hacer el otro. El ahorro del diálogo es una forma de economía. Comprender al otro, es un acto significativo y relevante. Su relevancia está en aquella construcción posible a partir del común acuerdo. Aunque en Colombia, hemos mantenido una nula escucha. De hecho, no escuchar fue la base de la creación de las guerrillas. Uno podría pensar que la escucha es algo simple, y es cierto. Sin embargo, es al mismo tiempo exigente. Somos jóvenes y arrogantes aún. Perdemos la cabeza, y el odio hace presencia.
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