Hoy en Colombia se celebra el Día del Periodista, en conmemoración del primer número del Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá, publicado el 9 de febrero de 1791 por Manuel del Socorro Rodríguez.
Considerado el “prócer del periodismo colombiano”, Manuel del Socorro Rodríguez nació en 1758 en Bayamo (Cuba). Hijo de Manuel Baltasar Rodríguez (profesor y escultor) y María de la Victoria (ama de casa), mostró un talento para la escultura, el dibujo y la docencia, oficios con los que ayudó a su mamá y sus dos hermanas tras el fallecimiento de don Manuel Baltasar.
Luego de trasladarse a Santiago de Cuba en 1778, el joven Manuel del Socorro le solicitó al rey Carlos III una pensión para mantener a su familia y costear una producción literaria que, según sus cálculos, llegaba a 170 a obras entre discursos y versos. Contra todos los pronósticos la orden fue autorizada por el Relator del Consejo de Indias y luego por la Corte, que le ordenó al intendente de La Habana que Manuel del Socorro fuera examinado por un grupo de académicos para comprobar sus dotes literarias.
Sin embargo, la orden tardó en cumplirse y gracias a los oficios del brigadier José Manuel de Ezpeleta y Galdeano, con quien Manuel del Socorro trabó amistad, esta pudo cumplirse y en 1788 el joven escribidor mostró su talento en el Colegio del Real Seminario de San Carlos de La Habana. Un año después Ezpeleta fue ascendido a mariscal de campo y nombrado virrey de la Nueva Granada, a donde se llevó a Manuel del Socorro para que trabajara como director de la Biblioteca Real.
Allí, además de sus labores como bibliotecario, Manuel del Socorro Rodríguez creó las siguientes publicaciones periódicas: El semanario (1791), Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá (1791-1797) , El Redactor Americano (1806-1809) y El Alternativo del Redactor Americano (1807-1809). Tras el grito de Independencia del 20 de julio de 1810, Manuel del Socorro Rodríguez estuvo al frente de La Constitución Feliz, órgano difusor de las ideas patrióticas. En 1816 fue señalado por Pablo Morillo de apoyar la insurrección contra la corona española, pero al ver en su habitación, ubicada en la Biblioteca Real, un retrato del rey Fernando VII “el pacificador” lo absolvió. Tres años después Manuel del Socorro Rodríguez fue encontrado muerto y vestido con un humilde sayal de los hijos de San Francisco.
Esta introducción sirve para ilustrar la vida y obra del personaje en cuestión. Ahora sí, demos rienda suelta a la imaginación y pensemos a qué retos se enfrentaría Manuel del Socorro Rodríguez si estuviera vivo.
Si don Manuel del Socorro Rodríguez estuviera vivo, seguramente crearía un periódico, valga la redundante obviedad. Su experiencia en el oficio le ayudaría a emprender semejante empresa. Pero él, acostumbrado al papel y a la tinta, se encontraría con un complejo panorama: muchas personas prefieren leer pantallas táctiles en vez de pliegos de papel.
Así que don Manuel, pragmático y sagaz, crearía un periódico web. Eso sí, contrataría a un equipo de diseñadores, ingenieros, periodistas y publicistas -medio hippies y medio yuppies- que le ayuden a realizar su nuevo proyecto porque él, que viene de tiempos neo granadinos, se enreda con las novedades tecnológicas.
Antes que nada, don Manuel conseguiría recursos, porque un periódico no viene al mundo por arte de la Divina Providencia. Como ya no cuenta con el generoso apoyo del Virrey José Manuel de Ezpeleta y Galdeano, quien en tiempos de la Colonia lo nombró director de la Biblioteca Real y financió el Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá, don Manuel buscaría a otro mecenas.
Probablemente Luis Carlos Sarmiento Angulo, nombrado en 2014 por la revista Forbes como el multimillonario número 1 de Colombia, le cerraría la puerta en la cara si él fuera a pedirle dinero para su publicación virtual. Desconsolado, don Manuel se encerraría en la Biblioteca Nacional, concretamente en la hemeroteca que lleva su nombre, y tiraría por la borda todos sus planes. Una bibliotecaria, al verlo llorar, lo consolaría y le aconsejaría que busque recursos a través de una plataforma crowdfunding ¿Cru qué? Preguntaría él confundido y ella le explicaría que el crowdfunding es una red de financiación colectiva que financia todo tipo de proyectos por medio de donaciones, a cambio de un agradecimiento, un regalo u otra recompensa.
Al escuchar estas palabras, don Manuel se secaría las lágrimas y entusiasta se pondría manos a la obra. Pero la bibliotecaria, al verlo golpear uno de los computadores de la Biblioteca mientras le grita “¡Crufundin, necesito dinero para un periódico!”, le colaboraría con esa diligencia. Los dos grabarían un vídeo en uno de los pasillos de la Biblioteca, pero antes la bibliotecaria le aplicaría maquillaje a don Manuel para renovar su aspecto de pintura colonial y lucir cool ante los futuros donantes. Luego de repetir varias tomas, porque la rigidez de escribano de don Manuel no es del todo convincente y él debe verse más espontaneo, la bibliotecaria editaría y subiría el video a la nube y ambos esperarían las generosas donaciones.
Sin embargo, las donaciones se demorarían en llegar y unos pocos donantes se sumarían a la causa: un ama de casa cansada de ver a Jota Mario en la televisión, un cantante de karaoke que se presentó al Factor X y no fue seleccionado y un estudiante de periodismo indignado con la manipulación mediática. Con el paso de los días don Manuel mantendría su paciencia de escultor, porque él también domina el arte de esculpir, y no descansaría hasta que su periódico viera la luz.
Por fortuna aparecería un dadivoso donante, don George Haney. Además de filántropo y cubano como don Manuel, don George Haney es el creador de un producto adelgazador que revolucionó al mercado de las dietas: Reduce Graisse Graisse. Sin pensarlo, don George donaría la alegre suma de un millón de dólares (¡Ay, chico!) con la única condición de que don Manuel lo deje anunciar su milagroso producto en el periódico que va a crear. Él, ni corto ni perezoso, aceptaría la petición de su compatriota y en menos de una semana minuto60.com, así lo llamaría don Manuel siguiendo las recomendaciones de un gurú de los medios, circularía en el ciberespacio.
Las secciones de minuto60.com serían variadas y acordes con el convulso panorama nacional e internacional. Eso sí, tendrían unos nombres ingeniosos que de inmediato atraparían a millones de lectores: La tierrita, noticias nacionales; Al otro lado del charco, noticias internacionales; La balacera, noticias judiciales y El picaíto, con toda la actualidad del futbol y otros deportes. Ah, y tampoco se quedarían atrás las notas de servicio social con ¿Dónde están mi suegra y mi perrito?, ni la agenda cultural con Calentando butaca.
Además, minuto60.com contaría con una numerosa planta de periodistas intrépidos, dispuestos a encontrar una o tres historias a la vuelta de la esquina, y también de diseñadores, ingenieros y publicistas súper creativos que lo mantendrían en los primeros lugares. Minuto60.com sería leído por todos y todas, porque es un periódico incluyente, y todas las empresas querrían pautar en él. Sus noticias serían compartidas sin descanso en las redes sociales y la frescura con que informaría el día a día lo haría merecedor del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, el Premio Nacional de Periodismo del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) y otros galardones periodísticos.
Don Manuel, director de minuto60.com, sería una autoridad del periodismo y tendría una apretada agenda. Pero el tiempo le alcanzaría para dibujar escenas típicas de su natal Bayamo y hasta para tomar clases de baile porque él, tan dedicado a las artes librescas, no se mueve con el sabor de sus compatriotas.
Todo marcharía de mil maravillas para don Manuel, pero un inesperado suceso frenaría dramáticamente su vertiginosa carrera. A la redacción de minuto60.com llegaría un grupo de amas de casa y ex reinas de belleza consumidoras de Reduce Graisse Graisse, el adelgazador de don George Haney. Ellas se quejarían de que el producto no les quitó los kilos de más y a cambio les provocó unos ataques de histeria, ninfomanía y embarazo psicológico que alteraron la tranquilidad de sus vidas. Los periodistas tomarían nota atenta a sus testimonios y la Unidad Investigativa del periódico se reuniría en pleno para analizar la situación. Don Manuel entraría en una encrucijada: si publica esa explosiva denuncia don George Haney le retiraría la jugosa pauta con que se sostiene el periódico, pero si no lo hace perdería a los millones de lectores que desean conocer la verdad oculta. Siguiendo su pragmatismo heredado de la Colonia, cuando primero escribió al servicio del Virrey y luego al de los Patriotas, publicaría semejante primicia y buscaría a otro mecenas que apoye su causa.
Minuto60.com publicaría el escandaloso caso con un titular digno de antología: Reduce Graisse Graisse, el adelgazante que vuelve histéricas a las mujeres y no les quita la grasa. La detallada investigación sería compartida a diestra y siniestra en Facebook y Twitter, y las reacciones no tardarían en llegar. Mientras millones aplaudirían la valentía del miedo, la ira de don George Haney y sus abogados, cubanos de Miami al fin y al cabo, haría temblar a la redacción de minuto60.com. Don George no sólo dejaría de pautar en el periódico, sino que también demandaría a don Manuel por calumnia. Pero el tiro le saldría por la culata porque la Fiscalía lo llamaría a rendir cuentas y el Invima le quitaría la licencia a su engañoso producto. En cambio, minuto60.com se ganaría el respeto de sus lectores, muchas facultades de periodismo lo mencionarían como un ejemplo a seguir y cientos de periodistas mandarían su hoja de vida para trabajar allí.
Pero don Manuel, a pesar del deber cumplido, viviría las consecuencias de su proeza. Ningún empresario volvería a pautar en minuto60.com y los periodistas, algunos de ellos amenazados por gente oscura cercana a don George Haney, escribirían artículos de pésima calidad debido a los bajos sueldos que ganarían. Por si fuera poco, la competencia lo haría a un lado y en una actitud desesperada minuto60.com publicaría noticias falsas que en vez de risa, provocarían lastima. Todo el personal renunciaría y don Manuel cerraría el periódico que tanto esfuerzo le costó crear.
Con los ánimos por el piso, don Manuel se encerraría nuevamente en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional. Leería con nostalgia todos los ejemplares del Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá, y se secaría las lágrimas en los hombros de la bibliotecaria que antes lo ayudó a crear minuto60.com, el periódico que le devolvió el estatus de prócer del periodismo colombiano.
Comentar