Lecciones por aprender y un 2026 por llegar

JOSE DAVID VARGAS TUÑON

Los años, como la vida misma, se sujetan a la diversidad; lo cual implica que cada uno goce de particularidades que los hacen distintos respecto a su predecesor. La idea de rememorar el camino transitado en cada anualidad que llega a su fin constituye un proceso de catarsis que no dista de ser necesario para la observancia de un porvenir. El futuro, aunque incierto, no está desligado de un antecedente común; por lo cual, hacer memoria de lo vivido ha de erigirse como una loable tarea para visionar un panorama medianamente predecible, aunque, como la verdad misma, no sea el atisbo de corte absoluto. Así, la política nacional no es esquiva a tales aseveraciones, por lo que, como cualquier aspecto de la existencia humana sensible, tiene lecciones para tratar de encausar un 2026 venidero, a las cuales se buscará el acercamiento mediante los presentes medios gramaticales.

La primera, no siempre el fin justifica los medios. Si bien, en el ideario de Maquiavelo el fin es lo primordial sin importar que se deba hacer, lo cierto es que, en la práctica actual, y sobre todo en Colombia, no es de mucho recibo en política. Indudablemente, el pais necesita reformas en distintos aspectos de su cotidianidad normativa, sin embargo, si algo nos ha demostrado este endeble gobierno lleno de burócratas y narcisistas untados de corruptela, es que la letra con sangre y amenazas no entra; por lo que, así el fin sea perseguido, el vaciado ejecutivo nos ha enseñado que aun volándose los conductos para la consecución del mismo, siempre habrá un precepto normado que ha de ser incorruptible en cualquier democracia: la constitución. Por consiguiente, más le vale al próximo presidente articular de mejor forma sus estratagemas con el propósito de poder justificar el fin buscado, cosa en lo que la izquierda ha fracasado.

Segunda, si a las cosas quieres llegar, consensos habrás de buscar. Si algo hay en lo que un gobierno se pueda graduar experto, la administración Petro lo ha conseguido: quebrantar la mayoría de relaciones. Desde los albores de su campaña, el Pacto Histórico se dio a conocer como un escenario convulsionado y con una efervescencia de matoneo político que en décadas no era observable en el país, fue construyéndose en ciernes una estratagema de perro rabioso, insultando, despotricando, haciendo campaña de desprestigio a los empresarios y, por si fuera poco, expectorando sandeces misóginas aun cuando su gobierno prometía ser el más inclusivo. Así, en tal escenario de conflicto, se nos quedó grabado a fuego, que si un primer mandatario quiere realizar una excelente articulación de su plan de gobierno con miras a ser aplicado, la conversación y la consolidación de relaciones resulta ser imprescindible; eso sí, no se trata de amigos como el señor de las novelas que articuló un “Yo lo amo presidente”, sino de lazos reales y fortalecidos con las fuerzas políticas que habrán de mantenerlo en el poder si el piloto automático deja de funcionar.

Tercera, tenga buenos técnicos y vencerá, ponga por delante la ideología y fracasará. Esta lección parece más bien un mantra que debería retumbar en todas las paredes de la casa de Nariño para que no se les olvide a los gobernantes. Este gobierno, nos ha enseñado, que si bien la ideología permite ser el vehículo más efectivo para llegar a las masas y ponerlas a tus pies cual esclavos, lo cierto es que en el panorama de la gobernanza y el buen gobierno la misma puede ser contraproducente si se la tiene como principal combustible para el impulso de políticas desde el ejecutivo, lo cual ha desplegado sobre el Pacto Histórico el manto de desorden institucional y corrupción generalizada más grande que había sufrido el país en décadas, tal y como lo demostraron los escándalos semanales a  los que nos tenían acostumbrados, lástima que se habrán de acabar muy pronto. Tal es el caso del buen José Antonio Ocampo, un versado de la economía que fue Ministro de Hacienda (2022-2023) hasta que un Petro despótico y consumidor de cafecito empedernido, decidió relevarlo de su puesto por considerar que sus políticas macroeconómicas no eran ajustadas al plenario ideológico que la cafeína le dictaba como correcto. Así que, estimado presidente que será elegido, si quieres vencer buenos técnicos debes tener.

Cuarta, si de pie tu quieres estar, a tus amigos habrás de encochinar y la verdad tendrás que callar. La tragicomedia de Velazquito y Bonillita, misma que mandó a la cárcel a ambos, es un fiel ejemplo de aquello. ¿Quién habrá dado la orden para que los hoy exfuncionarios compraran gente para la ley de financiamiento?, eso nunca lo sabremos en un gobierno que sí supo hacer eso de callar y poner en la palestra pública a cualquier chivo expiatorio con tal de salir avante de cualquier lío jurídico. Así, este gobierno nos enseñó la forma de realizar la política a la vieja usanza, como hace mucho tiempo no se veía: la puñalada trapera es la mejor opción de gobernanza. De esta lección el abuso es la peor opción, como electores tener la plena convicción de que la misma será usada por posteriores mandatarios debe ser nuestro deber y saber el elegir será nuestra arma más efectiva.

Por último, garantiza la seguridad y libertad electoral de tu población a través del fortalecimiento de las instituciones. Si algo nos enseñó este gobierno ineficaz, es que el problema de la violencia no tiene soluciones mágicas ni una solución estable o duradera en el país. Varios municipios hoy se encuentran sitiados por grupos armados al margen de la ley, mismos con los cuales la administración central no pudo concretar un escenario que pusiera fin al conflicto; con lo cual, en víspera de elecciones significa un grave riesgo para la democracia que se haya amordazada en aquellas zonas del país. Por lo cual, al presidente entrante le corresponderá el restablecimiento de las relaciones cordiales entre el ejecutivo y sus instituciones en todos los niveles administrativos, por medio de un blindaje generalizado a través de recursos, tecnología y una amplia gama de capacitación para el fortalecimiento de los mecanismos de participación ciudadana.

Así las cosas, en este fin de año, la cena se propone pensativa por los retos que lo posterior traerá consigo. Definitivamente, la Colombia que conocemos comprende un panorama por el que vale la pena luchar para mejorar. Se que alguno cuando lea este ejercicio discursivo pensará en que podrá hacer para ello si se encuentra fuera del poder o alejado de la piña influyente, a lo cual la respuesta resultará sencilla: mucho. Tomar decisiones en el ámbito de las votaciones resulta ser, sin lugar a dudas, la mayor aportación que un ciudadano perteneciente a una democracia libre puede realizar para el fortalecimiento de sus garantías constitucionales; tal vez ello no resuelva de fondo y de forma rápida los problemas de sostenibilidad fiscal del pais, la violencia armada o el narcotráfico, pero sí hace un gran efecto de disposición efectivo de su derecho a participar en las elecciones y apersonarse de la realidad de su propio pais, lo cual en grado sumo apreciable.

La última invitación, para cerrar este capítulo, se cierne sobre cada uno de nosotros. Eliminar las polarizaciones, predicar el amor hacia el otro de conformidad con los parámetros propios de la dignidad humana, hacer de atisbo nuestro valor inherente como seres sintientes, y además, que la armonía en las familias no sea cuestión de un solo mes del año, sino que se convierta en un parámetro inalterable. Al fin, para este 2026, será fundamental que cada compatriota entienda, que dejarse la vida por cosas banales y carentes de un sentido sustentable en la realidad tangible, es una barrera que nos ha de impedir realizar un próspero progreso como nación; que la mejor de las luchas es por la que no hay que matar ni dañar y que hasta el odio más profundo podrá ser perdonado si la voluntad, la solemnidad, la tolerancia y el respeto, toman partido por ello en lugar de las emociones viscerales. Para esta gran nación, mejores tiempos vendrán, sí y solo sí, nos creemos el cuento y tomamos este terruño como nuestro.

Jose David Vargas Tuñon

Soy de la ciudad de Cartagena, Abogado egresado de la Universidad Libre, estudiante de la carrera de Historia en la Universidad de Cartagena y de la Especialización en Derecho Médico en la Universidad del Sinu, además con experiencia en Responsabilidad Fiscal.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.