“Si la Tierra fuera un solo estado, Estambul sería su capital” (Napoleón)
Tuve la oportunidad gracias a Dios, de conocer la ciudad de Estambul en Turquía, sin tener de presente que allí se concentraba gran parte de la historia del mundo, siglos de hechos que fueron la génesis de muchas culturas. La antigua ciudad de Constantinopla, que alcanzo a hacer la capital del mundo al ser sede de los imperios Bizantino y Otomano, que perduraron por más de 1.600 años y marcaron el rumbo de numerosas civilizaciones.
Desde allí se definieron procesos históricos que influyen hasta hoy, especialmente en el desarrollo de las dos religiones más practicadas del planeta, surgidas del diálogo y la confrontación entre la Biblia y el Corán, el cristianismo en especial el catolicismo y el islam.
Que representa el puente puente histórico, y geográfico entre Oriente y Occidente, privilegiada como la única ciudad en el mundo, que se hace parte de dos continentes Europa y Asia, a través de un canal el Bósforo, con una distancia de menos de un kilómetro, en cinco minutos se pasa de un continente a otro, como símbolo para ambos.
Vital para el comercio marítimo entre ambos continentes y consolidada como un centro comercial y turístico de alcance global, su ubicación estratégica le otorga al norte el Mar Negro y al sur el Mar de Mármara, que a su vez se conecta con el Mar Egeo. Esta singular condición geográfica impulsó el desarrollo de puertos clave, como el de Gálata, y la construcción de fortalezas destinadas a controlar el flujo de mercancías y ejércitos, convirtiéndola en un corredor geopolítico esencial que, aún hoy, continúa conectando continentes y civilizaciones.
Es impresionante la capacidad comercial que han adquirido a través de los años, en gracia a la experiencia que han obtenido por su condición geográfica, tienen un don natural para vender, la necesidad comercial los ha llevado a dominar varios idiomas de influencia turística.
Identifican los modismos propios de nuestra cultura. Yo creía que incluso identificaban la forma de caminar y los gestos característicos de nuestra región.En varias ocasiones me hablaron en español y me decían: “Cómprame a mí y te doy ñapa”. A mi esposa, con total picardía, le decían también en español: “Gástate la plata de tu marido”.
Para toda acción de compra, obligatoriamente hay que pedir rebaja. Con el tiempo entendí que, cuando el vendedor llega al precio mínimo de utilidad, ofrecer como comprador menos de ese valor puede incluso enfurecerlo.
En otra ocasión inicié una negociación, como es costumbre, pidiendo rebaja. Tras acordar la compra en 150 liras turcas, pagué el valor convenido. Más tarde, al revisar mi billetera, encontré 15 liras adicionales y decidí entregárselas al vendedor. Para mi sorpresa, no las aceptó para él, el trato ya estaba cerrado y el honor comercial valía más que cualquier dinero extra.
Otra de las experiencias fue al realizar una compra en euros. Después de pedir las rebajas correspondientes y llegar a un precio que me pareció muy favorable, procedí a pagar. Para mi sorpresa, el vendedor me devolvió tres euros. De inmediato intenté regresárselos, pero no los aceptó. Nunca supe qué fue lo que pasó ni la razón de su gesto.
Nos enfrentamos a otras culturas muy desarrolladas en actividades que creemos dominar porque hacen parte de nuestro día a día; sin embargo, al interactuar con ellas nos damos cuenta del largo recorrido de aprendizaje que aún necesitamos transitar.
Que caiga mi enseñanza como lluvia y desciendan mis palabras como rocío, como aguacero sobre el pasto nuevo, como lluvia abundante sobre plantas tiernas. Deuteronomio 32:2












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