Elecciones aburridas

“si queremos corregir el rumbo de Colombia que en sus pocos más de doscientos años de historia no ha sido más que un desacuerdo, tenemos que pedir a nuestros líderes públicos más meritocracia y menos charlatanería”

Las elecciones en Colombia son muy emocionantes. Más de cien precandidatos entraron prematuramente esta vez a la contienda y este 2025 ha sido un año que ha despertado un mayor interés en la ciudadanía por los asuntos públicos y electorales.

Lógicamente esto tiene muchos factores positivos, puesto que para que una democracia intente funcionar tiene que contar con participación activa y constante de la ciudadanía que debe, no solamente salir a votar, sino salir a exigir mejores condiciones de vida. Además, como ciudadanos debemos exigir a los funcionarios que nos rindan cuentas, aspecto que muchas veces olvidamos y que ha conllevado a que nuestros dirigentes se crean más estrellas de la farándula que lo que verdaderamente son: empleados públicos, empleados del público.

Pero también hay que hablar de la parte negativa de estos procesos electorales tan convulsos. Las elecciones que lastimosamente ahora se ganan ofendiendo, atacando y no proponiendo, han reducido esos debates públicos que tanto interesan a discusiones muy superficiales sin ningún fondo.

El deterioro intelectual de nuestros dirigentes me ha hecho pensar que entonces se deberían imponer nuevas reglas. Todos deben poder participar, sí, pero deberían cumplir unos requisitos mínimos pero que estén al alcance de todos.

Por ejemplo, por qué no pensar en que para inscribir una candidatura presidencial no solo se deba tener un aval de un partido o un número determinado de firmas, sino que los candidatos tengan también que aprobar un examen de aptitudes donde demuestren que tienen conocimiento sobre la economía, administración y finanzas, geografía, historia, leyes y problemáticas actuales del país.

En las administraciones públicas de los países más desarrollados del mundo (e incluso en varias entidades públicas de Colombia) hay que aprobar exámenes de méritos para lograr acceder a la mayoría de cargos. Lo mismo pasa en las empresas privadas más importantes y exigentes. Entonces: ¿por qué no exigir lo mismo a los políticos?

Con esto no quiero restar importancia a las habilidades de liderazgo que son innatas de muchas personas y sin duda necesarias para dirigir un país. Pero creo que el liderazgo no es suficiente. O más bien, el liderazgo sano e integro debería reconocer que se necesitan muchas otras aptitudes. Y creo que eso es lo que nos falta. Liderazgos íntegros y no pensados en beneficios personales.

Pensar en un examen de ese estilo para los políticos haría que tuviéramos elecciones mucho más aburridas. Ya no aspiraría tanto influenciador con delirio de grandeza y entrarían a la contienda solo quienes están realmente preparados. Serían elecciones más aburridas, o mejor, más sensatas, inteligentes y respetuosas de las verdaderas necesidades de los colombianos. Nos evitaríamos así tener candidatos tan vergonzosos, y debería aplicar no solo a las presidenciales sino también al congreso.

Creo que necesitamos políticos y elecciones mucho más aburridas, donde el debate esté en el trasfondo y las propuestas, no en la generación de contenido superficial para manipular emociones. Por supuesto, el primer paso sería aprobar una ley, y es muy poco probable que los congresistas quieran retarse a pensar por primera vez en mucho tiempo.

Pero, si queremos corregir el rumbo de Colombia que en sus pocos más de doscientos años de historia no ha sido más que un desacuerdo, tenemos que pedir a nuestros líderes públicos más meritocracia y menos charlatanería.

 

Pablo Güete Álvarez

Abogado con énfasis en Derecho Comercial Internacional de la Pontificia Universidad Javeriana. Tiene un Master en Gobierno y Administración Pública de la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado como abogado litigante en firmas internacionales.

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