Antioquia la tierra que nunca se rinde

Hay decisiones de gobierno que no se entienden desde la razón, sino desde el resentimiento. Y hay regiones —pocas en el mundo— que, cuando son subestimadas, no se quiebran… se despiertan. Antioquia es una de ellas.

Durante este gobierno, Antioquia no solo ha sido ignorada: ha sido tratada como territorio incómodo, como si su empuje fuera un pecado y su progreso, una afrenta. Se nos ha querido castigar por pensar distinto, por producir más de lo que consumimos y por no doblegarnos ante discursos que, lejos de unir, dividen.

Pero el poder nacional cometió un error monumental: creyó que Antioquia dependía de él.No entendió, ni entenderá, que esta tierra no nació del Estado: nació del machete, del arado, del sudor y del carácter.

Mientras desde Bogotá se jugaba con decretos, narrativas y abandonos calculados, Antioquia hacía lo de siempre: ponerse de pie antes del amanecer y mover la economía del país. Porque aquí, entre montañas, no vivimos de discursos: vivimos del trabajo. Aquí la gasolina nunca ha sido el subsidio, sino la verraquera. La misma que heredamos de los arrieros que cruzaron estas cordilleras con café en la espalda y dignidad en el alma.

Sí, nos abandonaron. Sí, nos dieron la espalda. Pero creyeron que sin su mirada Antioquia se apagaba… y lo que hicieron fue encenderla.

Nos ignoraron, y Antioquia se organizó. Nos subestimaron, y Antioquia respondió. Nos quisieron ver de rodillas, y Antioquia sacó pecho.

Porque ningún gobierno —ni este ni el que venga— podrá borrar lo que esta región es en esencia: una tierra que convirtió la adversidad en destino. Una tierra que cuando la provocan, se vuelve montaña. Una tierra que cuando la insultan, se vuelve símbolo. Una tierra que jamás se deja y nunca olvida.

Antioquia no pide privilegios; pide respeto. No exige favores; exige trato digno.
No mendiga presencia estatal; reclama justicia territorial.

Hoy, más que nunca, es necesario recordarlo: Antioquia no se quiebra. Antioquia despierta. Y cuando Antioquia despierta, despierta un país entero.

Que lo entiendan quienes gobiernan hoy, y quienes aspiren a hacerlo mañana:
esta región no cabe en la estrechez de ningún resentimiento.
Es más grande que los ataques, más firme que las ausencias y más luminosa que cualquier sombra pasajera del poder.

Porque Antioquia, carajo, no es una provincia: es un carácter, una cultura, una determinación. Una tierra que no se rinde. Una tierra que inspira.
Una tierra que sigue, a pesar de todos, moviendo a Colombia.

¡Que viva Antioquia!

Fuerte, digna y despierta. Siempre despierta.

Luis Carlos Gaviria Echavarría

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