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Una pregunta incómoda para los votantes
Mientras el país entero debate apasionadamente quién debería ocupar la silla presidencial,
¿cuántos de nosotros podemos nombrar siquiera tres candidatos al Congreso de nuestro distrito? ¿Cuántos hemos investigado sus trayectorias, sus propuestas legislativas o sus vínculos económicos?
La respuesta es tan incómoda como reveladora: nos hemos convertido en espectadores de un reality político donde solo importa el protagonista, olvidando que quienes realmente escriben las leyes, aprueban los presupuestos son esos 200 o 300 nombres que apenas miramos en la papeleta.
El gran engaño: la pelea como cortina de humo
Las campañas presidenciales son diseñadas como batallas épicas. Dos o tres figuras polarizantes monopolizan titulares, debates televisivos y conversaciones familiares. Nos dejamos arrastrar por la narrativa del héroe contra el villano, del salvador contra el destructor de la patria. Mientras tanto, decenas de candidatos al legislativo pasan desapercibidos, protegidos por nuestra propia distracción.
Esta no es casualidad. Es estrategia.
Porque mientras discutimos si el presidente será de izquierda o derecha, progresista o conservador, los futuros congresistas ya están negociando en la penumbra: ¿cuántos puestos en el gabinete para nuestro partido? ¿Qué contratos de obra pública quedarán bajo nuestra influencia? ¿Qué reformas convenientes aprobaremos sin que nadie se dé cuenta?
La traición silenciosa
El presidente propone, pero es el Congreso quien dispone. Y ahí está el problema que nos negamos a enfrentar: año tras año, administración tras administración, vemos cómo se aprueban contratos sospechosos, se crean puestos innecesarios, se blindan privilegios legislativos y se traiciona el mandato popular.
¿Por qué sucede esto? Porque nosotros, el pueblo, solo pusimos atención durante tres meses a la figura presidencial, pero votamos en piloto automático por el Congreso. Marcamos casillas de partidos sin rostro, de candidatos sin historia verificable, de promesas sin sustento.
Y luego nos sorprendemos cuando descubrimos que el congresista por quien votamos tiene tres investigaciones por corrupción, que su familia controla empresas que ganan licitaciones públicas, o que su “brillante carrera” es en realidad un largo historial de transfuguismo político.
La pregunta que deberíamos hacernos
Antes de caer nuevamente en la trampa del espectáculo presidencial, detengámonos y preguntémonos:
¿Sabemos quiénes son los candidatos al Congreso en nuestra circunscripción?**
No sus nombres en la papeleta. Sabemos realmente: ¿De qué han vivido? ¿A quiénes representan? ¿Qué han hecho en cargos públicos anteriores? ¿Qué intereses económicos están detrás de sus campañas?
Porque el presidente puede tener las mejores intenciones, pero si el Congreso está compuesto por mercaderes de votos, negociadores de contratos y defensores de intereses particulares, no habrá cambio posible. Solo más de lo mismo con diferente discurso.
Un llamado a la madurez democrática
La democracia real no se juega solamente cada cuatro o cinco años en una elección presidencial. Se construye o se destruye en cada sesión del Congreso, en cada ley aprobada a las dos de la mañana sin debate público, en cada comisión legislativa donde se reparten los recursos del Estado.
Es hora de que maduremos como ciudadanía. Que exijamos transparencia radical en las candidaturas legislativas. Que investiguemos antes de votar. Que dejemos de elegir congresistas por lealtad partidaria o por simpatía con un candidato presidencial, y comencemos a elegirlos por su historial, sus propuestas concretas y su integridad demostrable.
Porque al final del día, el presidente que tanto nos apasiona tendrá que negociar con ese Congreso que elegimos sin pensarlo. Y si ese Congreso es corrupto, mediocre o deshonesto, no importará quién esté en el palacio presidencial: el pueblo seguirá siendo traicionado, contrato tras contrato, puesto tras puesto.
La próxima vez que alguien te pregunte por quién votarás para presidente, hazle esta pregunta de vuelta: ¿Y para el Congreso? ¿Ya investigaste?
Su respuesta te dirá todo lo que necesitas saber sobre por qué seguimos en este círculo vicioso.














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