BlackRock: el fondo que domina sin gobernar

“Detrás de casi todas las grandes empresas del mundo hay un mismo nombre. BlackRock no necesita un ejército ni un Estado: su poder está en los portafolios.


En el siglo XX, el poder lo ejercían los gobiernos; en el XXI, lo hacen las corporaciones. Y entre todas, BlackRock ocupa el trono. Con más de 13.646 billones de dólares en activos bajo gestión una cifra superior al PIB de América Latina completa, este fondo de inversión estadounidense se ha convertido en el accionista silencioso de las principales compañías del planeta.

Desde Apple, Microsoft y Amazon, hasta Pfizer, ExxonMobil, JPMorgan, Nestlé, Unilever, Meta y Coca-Cola, BlackRock aparece como uno de los tres mayores accionistas en más de 70% de las empresas que componen el índice S&P 500. Su huella también se extiende a la minería, la energía, los medios de comunicación y la industria armamentista.

No produce, no fabrica, no vende. Pero posee partes de casi todo lo que se produce, se fabrica y se vende.

Un poder construido sobre la diversificación

BlackRock comenzó en 1988 como una firma de gestión de riesgos financieros. Su éxito radicó en el desarrollo de Aladdin, una plataforma tecnológica que analiza en tiempo real los movimientos de millones de activos globales. Hoy, más de 200 instituciones financieras y varios bancos centrales dependen de ese sistema para evaluar sus portafolios.

Esto significa que el algoritmo de una empresa privada conoce y predice los riesgos financieros del mundo entero. Mientras los gobiernos discuten políticas monetarias, BlackRock ya tiene el mapa de lo que sucederá.

Su modelo es simple, pero demoledor: invertir en todo, en todas partes, al mismo tiempo. Con esto logra dos cosas: minimizar sus pérdidas y mantener presencia en todos los sectores clave de la economía global. En un mercado donde todos ganan o pierden, BlackRock siempre gana un poco.

Inversor o árbitro del capitalismo

Pero eso no es todo, BlackRock también posee participación en los dos otros gigantes de la inversión mundial: Vanguard y State Street, con quienes comparte un entramado de propiedad cruzada que los convierte, en la práctica, en un bloque que controla cerca del 20% del valor total de las empresas cotizadas del mundo.

Esto significa que los grandes “competidores” del mercado global comparten los mismos accionistas, lo que plantea una pregunta incómoda:

¿seguimos hablando de libre competencia o de un oligopolio financiero global?

Cuando una sola empresa tiene voto en las juntas directivas de las tecnológicas, las farmacéuticas, los bancos, las energéticas y los medios más grandes del planeta, ya no solo participa del sistema: lo define.

El precio del poder sin rostro

Durante la pandemia, BlackRock fue contratada por la FED (Reserva Federal de Estados Unidos) para asesorar los programas de rescate financiero. En la práctica, la empresa que administra parte de las compañías rescatadas también diseñó las reglas del rescate.

En países como el nuestro, Colombia, sus inversiones están presentes en fondos de deuda pública, infraestructura, energía y tecnología financiera. Esto implica que una buena parte de nuestra economía está atada a decisiones tomadas en Nueva York y no en Bogotá.

El riesgo no es que BlackRock invierta, el capital extranjero es vital, sino que nadie elija ni controle al fondo que decide dónde va el dinero del mundo.

BlackRock no tiene ejército, pero su capital vale más que el presupuesto de muchos países juntos. No dicta leyes, pero influye en quienes las redactan. No necesita votos, porque su poder no depende de elecciones.

En un sistema donde el dinero compra influencia y los algoritmos deciden el rumbo de la economía, BlackRock no es solo un fondo de inversión: es la infraestructura invisible del capitalismo moderno.

Alejandro Lozano Arana

Economista. Me enfoco en el área financiera y de costos, analizando datos para encontrar oportunidades, reducir desperdicios y tomar decisiones más acertadas. Me gusta entender cómo funcionan los procesos dentro de una empresa y buscar maneras de hacerlos más eficientes. También me interesa el papel que juega la economía y el blockchain en el mundo, y cómo las empresas pueden adaptarse para ser más competitivas.

Como columnista, busco generar análisis claros y críticos sobre economía, productividad y transformación digital, conectando datos con ideas que inspiren a mejorar la forma en que trabajamos y tomamos decisiones.

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