Logoi – Sospechar

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoya

Dios: sospecho que eres un intelectual de izquierda”.

Grafiti del Mayo Francés (1968) – Liceo Condorcet

 

El diccionario etimológico refiere que el verbo sospechar deriva de la conjunción del prefijo sub (debajo) y el verbo specere (mirar), que al unirse forman el término suspicere, que significa “mirar desde una posición inferior” para tratar de dilucidar lo que está oculto o no se ve a simple vista. Sin embargo, también podría decirse que conceptos como escepticismo, duda, criticismo o desconfianza poseen cierta sinonimia con la palabra sospecha/r.

Los sistemas de inteligencia en el mundo, especialmente los asociados con temas militares (por ejemplo la CIA, la KGB, la STASI, el SIC, entre otros), se han constituido a lo largo de la historia con objetivos claros: vigilar o espiar sospechosos, reaccionar o prevenir ante cualquier actitud poco frecuente, alertar sobre inconsistencias en escenarios que no generan confianza y dudar de todo aquello que parece evidente (esto último no quiere decir que el “principio de la navaja de Ockham” deba ser descartado). No obstante, a todo esto, existen al interior de dichas instituciones, aparatos de contrainteligencia, cuyo grado de sospecha debe ser mayor. Un caso de este tipo fue el revelado, en Colombia, en el año 2020. Conocida como la Operación Bastón, la contrainteligencia militar colombiana descubrió un entramado de corrupción al interior de las Fuerzas Armadas que iba desde la venta de armas a grupos ilegales hasta la firma irregular de contratos que presentaban sobrecostos excesivos.

Ya desde la antigüedad, los escépticos griegos, entre ellos Pirrón de Elis o Sexto Empírico, negaban la posibilidad de acceder al conocimiento, negación que debía estar, primigeniamente, fundada en la sospecha. Asimismo, creían que si, por alguna razón, alguien lograba acceder a cualquier tipo de conocimiento, no tendría las herramientas apropiadas, ni siquiera las del lenguaje, para transmitirlo a otros.

Por otra parte, las creencias religiosas no han estado exentas de esta discusión; incluso estando en las dos caras de la misma moneda, en ocasiones como sospechosas (casos como el de la persecución contra la religión grecorromana durante los primeros siglos del posicionamiento del cristianismo) y en otros momentos como agentes que sospechan y condenan (fenómenos como la persecución contra la herejía en tiempos de la Inquisición europea o el caso de la Mihna —una forma de hostigamiento religiosoen el califato musulmán de Bagdad, alrededor del siglo IX d.C). Cómo olvidar la historia del apóstol Tomás que sospechó de la resurrección de Jesús y por tanto fue considerado incrédulo y sospechoso por sus correligionarios que, seguramente, eran igual de faltos de fe que él.

Entretanto, la filosofía cartesiana que defendió, desde el racionalismo, las ideas innatas, tuvo como motor de su sistema, la duda metódica. Un mecanismo que puso en cuestión la sentencia escolástica del “Magister dixit” (el maestro lo ha dicho) y fue la clave para la construcción de otro tipo de certezas (las ideas claras y distintas).

De igual manera, filósofos como Séneca, con sus Cartas a Lucilio (en particular la carta número 33), y Kant o Foucault, con sus ensayos sobre “Qué es la Ilustración”, abogaron por sospechar de toda forma de pensar que buscara ser impuesta desde afuera, planteando preguntas, tales cómo ¿Tú que dices? O invitaciones que son un imperativo –Sapere aude– para atreverse a saber/pensar y salir así de una “minoría de edad” en relación con el pensamiento (vale aclarar aquí, que Kant termina su texto con una aparente contradicción, ya que a pesar de llamar al uso público y libre de la razón, avala un modelo de despotismo ilustrado con su frase “obedece mientras piensas”. Toda una paradoja).

Hay un par de anécdotas curiosas en las que la sospecha está cargada de ironía.  La primera es aquella basada en la enemistad legendaria entre Voltaire y Rousseau que tiene como desenlace un comentario que Voltaire envía a su conciudadano al terminar de leer su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Dice el dramaturgo: “leyendo su obra le viene a uno el deseo de ponerse a caminar a cuatro patas. Mientras que la segunda anécdota, nos traslada hasta el cine mudo con la película Tiempos Modernos de Charles Chaplin. Un filme marcado por una sospecha satírica que apunta contra ese sueño de futuro que se nos vendió a finales del siglo XIX.

Ya en el siglo XX, el pensador Paul Ricoeur, en el segundo capítulo de su libro El conflicto de las interpretaciones (Ensayos de Hermenéutica), utilizó la expresión maestros de la sospecha para definir el pensamiento de autores como Marx, Nietzsche y Freud (tendría que haber incluido, también, a Schopenhauer por su trabajo “El mundo como voluntad y representación”), quienes pusieron en tela de juicio los planteamientos intelectuales de sus épocas, cimentados en ideas como la lucha de clases, el materialismo histórico, la voluntad de poder, la muerte de Dios, la represión religiosa, las pulsiones o el dominio del inconsciente.

Frente a esto, resultaría perentorio pensar, además, en una lista de autores de habla hispana que puedan ser considerados maestros de la sospecha. Figuras como el ecuatoriano Juan Montalvo; Juan de Dios –el indio– Uribe, José María Vargas Vila o Fernando Vallejo en Colombia; Luis Felipe Angel de Lama (Sofocleto) en Perú; Augusto Roa Bastos en Paraguay; Enrique Dussel en Argentina; Leopoldo Zea en México o José Ortega y Gasset en España, son algunas de las voces que deben ser rescatadas en nuestros espacios educativos y de conversación para que sean referentes en un continente que se manifiesta contra la homogeneización.

Finalmente, no sobra decir que en estos tiempos convulsos es urgente activar, otra vez, la sospecha hacia entidades o personajes que en la actualidad promueven la paz a partir de la intimidación; gritan libertad, a la par que recortan derechos sociales y laborales; claman por la verdad, pero niegan los genocidios pasados y presentes; piden justicia, siempre y cuando esta no afecte sus intereses; prometen cuidado, empero abusan de la confianza; y se hacen llamar filántropos, aunque convoquen a desaparecer a todo aquel que piensa diferente.

Logoi

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra. Por: Mauricio Montoya y Fernando Montoya

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