La visión no engaña

José Rafael Sañudo, en Estudios sobre la vida de Bolívar, se atrevió a mirar sin idolatría. Mostró al hombre detrás del héroe y nos recordó que la historia no es un altar, sino un espejo. Lo que Sañudo denunció hace un siglo sigue vigente: los pueblos prefieren las ilusiones a la verdad. Nos seducen los discursos, nos embrujan las promesas, y olvidamos mirar el alma de quienes las pronuncian.

Nos encanta que nos engañen.
Porque el engaño calma el miedo. Nos hace sentir acompañados, aunque sea por una mentira. Nos da la ilusión de que alguien nos salvará, cuando en realidad el único camino es el esfuerzo, la virtud y la visión.

Pero los pueblos, como los hombres, maduran cuando dejan de buscar ídolos y comienzan a buscar propósito.
El estoicismo enseña que no controlamos los hechos, solo nuestra respuesta ante ellos. Y cuando un pueblo aprende a responder con conciencia, deja de ser manipulado por los que juegan con su necesidad.

Ya no creemos en banderas de “cambio” cargadas de signos de pesos a la espalda.
Ya no creemos en campañas que confunden marketing con liderazgo.
Ya no creemos en los que se visten de humildes para esconder su codicia, ni en los que dicen representar al pueblo mientras negocian con las sombras.

Nuestro propósito no se mide en votos, ni en ruido, ni en dinero.
Se mide en valor.
Y ese valor está enmarcado en lo que Dios ya declaró que seremos: un pueblo libre, íntegro y consciente de su destino.

Las islas no están destinadas a ser una nota al pie de la historia de Colombia; están llamadas a ser ejemplo de renovación. Pero no lo lograremos si seguimos a los que gastan millones para fingir amor. Lo lograremos cuando entendamos que la grandeza no necesita aplausos, solo coherencia.

“Por sus frutos los conoceréis”, dice la Escritura.
Y los frutos no nacen del discurso, sino del carácter.

La visión no engaña.
El propósito no se improvisa.
Y cuando Dios planta una visión en el corazón de un hombre, no lo hace para que se acomode al mundo, sino para que lo transforme.

Por eso sigo creyendo.
Porque he visto, entre el ruido, una llama que no se apaga: la de un pueblo que quiere volver a creer, no en los hombres, sino en el propósito divino que los hizo libres.
“Somos su deleite”.

Jayson Taylor Davis

Soy un abogado sanandresano, especialista y estudiante de la maestría en MBA en la Universidad Externado de Colombia.

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