Aprender trabajando: el modelo alemán que conecta la educación y el empleo

“Si conseguimos cambiar la mentalidad colectiva, generar alianzas y construir políticas coherentes, podríamos cerrar las brechas de la informalidad, el desempleo y la desarticulación educativa”


Cuando se estudia la educación en Alemania, es imposible no advertir su modelo dual de formación profesional. Este sistema, que integra la enseñanza teórica en instituciones educativas con la práctica en empresas, ha sido una de las claves del desarrollo económico del país y de su baja tasa desempleo juvenil.

El sistema dual permite a los jóvenes educarse mientras trabajan, integrando el conocimiento académico con la experiencia laboral. Generalmente, los estudiantes están entre tres y cuatro días a la semana en una empresa, donde aprenden el oficio en su contexto, y uno o dos días en una escuela técnica, en la que reciben clases teóricas relacionadas con el área de formación. Esta preparación se extiende entre dos a tres años y medio, dependiendo del oficio elegido. Al finalizar, presentan un examen oficial y, si lo aprueban, reciben un título reconocido a nivel nacional (Alemán Falcón, El sistema dual de formación profesional alemán: escuela y empresa, 2015).

Actualmente, este modelo cubre más de 300 oficios reconocidos oficialmente, como mecánica automotriz, electricidad, comercio, informática, enfermería, cocina, hostelería o administración. La mayoría de los beneficiados son jóvenes entre los 16 y 19 años. Las empresas brindan la formación práctica y pagan un salario mensual que oscila entre 800 y 1.200 euros mensuales, dependiendo del oficio y del año de formación y el Estado regula y certifica el proceso, garantizando su calidad y estandarización.

Los beneficios son evidentes: más del 70 % de los aprendices encuentra empleo después de terminar su formación, la mayoría de las veces donde fueron formados. Este modelo permite que las empresas preparen a los jóvenes de acuerdo con las competencias que exige el mercado laboral y fomenta habilidades clave como la responsabilidad, el trabajo en equipo, la disciplina y la puntualidad.

Además, reduce significativamente la distancia entre educación y empleo. Mientras en países como Colombia los jóvenes egresan del sistema educativo sin experiencia laboral y enfrentan grandes barreras para insertarse en el mercado, en Alemania adquieren una formación sólida, habilidades prácticas y un conocimiento aplicado al mundo laboral.

En nuestro país, iniciativas como las del SENA replican parte de este enfoque, pero aún estamos lejos de consolidar un sistema dual solidificado. Si lo logramos, esto implicaría articular al sector empresarial, fortalecer las instituciones educativas técnicas y, sobre todo, promover una cultura que valore la educación técnica tanto como la universitaria.

Se reconoce que, en Alemania, más del 50 % de los jóvenes eligen la formación dual en lugar de ingresar directamente a la universidad. Más de 400.000 empresas participan en este proceso, desde pequeñas panaderías hasta corporaciones como BMW, Siemens o Bosch. Lejos de ser una educación de segunda categoría, ser técnico en carpintería, soldadura o electricidad conlleva prestigio y estabilidad laboral.

Otro aspecto relevante es que los docentes de las escuelas técnicas deben tener experiencia laboral previa, lo que asegura una enseñanza actualizada y contextualizada. Gracias a esta articulación, el desempleo juvenil en Alemania suele mantenerse por debajo del 6 %, una cifra muy inferior al promedio europeo y latinoamericano (Ibarra Mota & Bribiescas Silva, Educación Dual: Su análisis y desarrollo del modelo alemán para su implementación en el entorno laboral, 2019).

Cada profesión dentro del sistema dual está regulada por un plan de estudios estandarizado, lo que garantiza que la calidad educativa sea la misma en todo el país. Incluso, existen programas de movilidad internacional, como Erasmus+, que posibilitan a los aprendices realizar intercambios y prácticas en otros países. Así, el sistema dual permite, posteriormente, acceder a estudios universitarios en áreas afines, ampliando el horizonte profesional de los egresados.

En Colombia existen múltiples iniciativas locales que apuntan en esta dirección. Algunas cajas de compensación, empresas privadas, instituciones como el SENA y las alcaldías pretenden establecer modelos de formación técnica con componentes duales. Sin embargo, aún se requiere una estrategia nacional clara, con una política pública coherente, articulación institucional y respaldo financiero sostenible.

El modelo dual alemán no es un ideal. Es una realidad construida con visión, compromiso y colaboración. En Colombia contamos con jóvenes talentosos, empresas dinámicas e instituciones educativas dispuestas a innovar. Lo que falta es conectar la educación con el contexto, construir puentes entre el aula y el mundo laboral.

Para lograrlo, debemos replantear nuestra mirada sobre la educación técnica, crear un marco normativo sólido, asegurar condiciones laborales dignas durante la formación, involucrar al sector productivo en el diseño curricular, impulsar la movilidad internacional y empezar por pilotos regionales bien estructurados.

Colombia no necesita reproducir el sistema alemán al pie de la letra. Pero sí puede inspirarse en sus fundamentos: aprendizaje en contexto, reconocimiento de los oficios, calidad certificada y educación para la vida. Si conseguimos cambiar la mentalidad colectiva, generar alianzas y construir políticas coherentes, podríamos cerrar las brechas de la informalidad, el desempleo y la desarticulación educativa. La transformación es posible, y empieza por creer que una educación conectada con el trabajo no es menos valiosa, sino más pertinente para construir un futuro digno.

Juan Carlos López Flórez

Licenciado en Filosofía, historiador y docente. Escribo para invitar a la reflexión, inspirado en la historia y la literatura, impulsando el cambio educativo que necesitamos.

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