Vientos de tormenta soplan sobre las universidades públicas más reconocidas, queridas y eficaces, de Antioquia y el país. No son los aguaceros recurrentes, y claro que molestos e indeseables, del tropel histórico -mis abuelos contaban que mientras mi mamá nacía, en 1938, estudiantes de Medicina de la Universidad de Antioquia agarraron a piedra la casa del director de Educación del Departamento, su hogar-.
Los aires de hoy son los soplos de poderosos autoritarios que pretenden borrar el artículo 69 de la Constitución y, con él, uno de los más sólidos pilares de la democracia, sus instituciones y nuestra identidad.
El viernes 26 de septiembre, la Comisión Primera de la Asamblea de Antioquia, de Hacienda y Asuntos Económicos, se hizo de oídos sordos al clamor de los rectores de la Institución Universitaria Digital de Antioquia, Politécnico de Antioquia y Tecnológico de Antioquia, para que evitaran aprobar artículos del Proyecto de Ordenanza 52 de 2025, presentados por el gobernador del Departamento. Ocho diputados hicieron un daño que la plenaria de la Asamblea puede reparar, si quiere.
Entre los 567 artículos propuestos para el nuevo Estatuto Tributario de Antioquia se incluyeron los que eliminan las estampillas pro-Universidad a través de las cuales se obtienen recursos de los contratos suscritos por el Departamento, con algunas excepciones, para contribuir a la financiación de la IU Digital y el Poli. En cada caso estos recursos son cercanos al 15% de sus presupuestos anuales. Frente al Tecnológico de Antioquia, el proyecto que está para segundo debate recorta los ingresos que le llegan de la Estampilla ProDesarrollo. Dicen los funcionarios del gobernador que estos ingresos serían sustituidos por partidas presupuestales de recursos ordinarios. En palabras comunes, que los rectores tendrían que ir a hacer fila a los despachos centrales para rogar por sus recursos anuales, para dejarse condicionar, o mangonear.
La Universidad de Antioquia no se salva. Estudiantes y académicos han denunciado que el proyecto de ordenanza condiciona el uso que esa institución puede hacer de los recursos de esta estampilla que fue precursora de la financiación con independencia de la educación superior, la investigación científica y los procesos de inclusión y equidad en la Academia. No les bastó con el ahogamiento sistemático del Alma Máter que han ejercido en los últimos veintiún largos meses.
La Universidad Nacional de Colombia intenta sobrellevar las tensiones que le impuso el presidente de la República con su orden de desconocer decisiones autónomas del Consejo Superior Universitario en el proceso de elección del rector de la Universidad Nacional para el período 2024-2027. Por orden cuasi dictatorial fueron cambiados votos del organismo y la persona electa. A quienes han denunciado estas manipulaciones a la ley y la democracia universitaria, el Consejo de Estado les concedió la razón de sus argumentos declarando ajustada a la ley la elección del rector desposesionado. Mientras la Universidad espera decisiones sobre la elección de quien asumió el cargo, vientos ajenos a su vocación se toman su diario vivir: amenazas a la integridad de personas, pintas agresivas por grupos armados y violencia física dentro y fuera del Campus protagonizan el retorno de la incertidumbre a los claustros.
La Universidad, entendida como el conjunto de universidades públicas y privadas del país, es fundamental para forjar sociedad, construir Estado y forjar un proyecto de identidades culturales de la Nación. Allí se conserva y transmite el saber aprendido por generaciones y se impulsan esos nuevos conocimientos que orientan los rumbos compartidos. Estos son los atributos por los que la bienamada Constitución de 1991 la considera de manera especial en su artículo 69, que garantiza la autonomía, académica y gubernativa, y la financiación de sus actividades de docencia (equidad) e investigación por el Estado. La Universidad es la casa de todos, incluso la de quienes no han podido disfrutar de su abrigo.
Ofrecer autonomía es brindar respeto por los rumbos universitarios. Que no son iguales a los privados, tampoco a los políticos. Allá, en las aulas, bullen esperanzas, ideas demostradas o aventuradas, exploraciones enriquecedoras, y ese afán de tomarse el mundo para hacerlo distinto que comparten sus habitantes, cualquiera sea su papel en la vida académica. Garantizar que la autonomía se cumpla es de espíritus que han entendido que el afán de universalidad es de duración, independencia y búsqueda. Y que el respeto es su mínimo vital.
En Estados Unidos, Donald Trump persiste en su persecución contra la Universidad de Harvard.
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