Empezar a escribir de nuevo esta columna no fue un plan, fue una necesidad. Había pasado tiempo sin hacerlo, hasta que una serie me recordó por qué estas páginas existen: Terapia sin filtro. Su segunda temporada, con Jason Segel y Harrison Ford, me devolvió las ganas de sentarme frente al teclado. Porque no es solo una comedia ni un drama, sino un recordatorio de lo que significa mirar de frente la vida y sus heridas, con honestidad y humor.
La segunda temporada de Terapia sin filtro confirma que esta serie no es solo un híbrido entre comedia y drama. Es, sobre todo, un espejo donde se refleja la manera en que hoy entendemos la psicología. Jimmy, el psicólogo con pensamiento lateral, interpretado por Segel, rompe con el molde del consultorio solemne y convierte cada sesión en un laboratorio vital, donde el error, la risa y la ternura tienen tanto valor terapéutico como la técnica. Lo más poderoso de esta nueva entrega es su retrato de una psicología profundamente humana, cercana, vulnerable, capaz de escuchar sin juzgar. Jimmy no es el terapeuta perfecto; es un hombre herido que se atreve a usar sus propias cicatrices como puentes hacia los otros. En esa honestidad imperfecta radica su fuerza, conecta, porque se atreve a ser real.
La serie insiste en algo esencial. Nadie sana solo. La familia —esa que heredamos o esa que elegimos— se convierte en el verdadero espacio terapéutico. Lo que nos sostiene en los momentos más oscuros no es la ausencia de caídas, sino la certeza de que alguien se queda a nuestro lado cuando nos levantamos, incluso con las rodillas raspadas. Uno de los mensajes más luminosos de esta segunda temporada es la aceptación de que equivocarse es inevitable. Todos huimos, nos saboteamos, tropezamos donde sabíamos que había una piedra. Pero Terapia sin filtro nos recuerda que no somos la suma de nuestras faltas, sino la forma en que decidimos mirarlas de frente y continuar. La serie, al mostrar personajes que se atreven a nombrar sus errores sin máscaras, nos invita a mirarnos con compasión.
En un tiempo donde la salud mental suele reducirse a slogans o estigmas, Terapia sin filtro abre otra posibilidad. La psicología lateral como un acto de escucha radical, de empatía creativa, de humanidad sin adornos. Y nos lanza una invitación urgente, a aprender a acompañar, sin tanto juicio, con un poco más de ternura. Porque, al final, la vida no se trata de curar todas las heridas, sino de caminar con ellas y aun así encontrar motivos para reír.
Comentar