Les propongo imaginar la siguiente cifra: 195.000 millones de pesos. Una cantidad que supera, con creces, el presupuesto de la gran mayoría de los municipios del país. Plata con la que se podría avanzar en megaproyectos de inversión social que transformarían la vida de varias generaciones; pero no, para el alcalde Federico “Fico” Gutiérrez, en su faceta más extravagante y faraónica, esa cantidad será destinada a una obra descomunal que en una de sus etapas dotará a Medellín de mar. Sí, parece chiste.
Y un chiste de muy mal gusto que recuerda aquellas promesas absurdas de las que echan mano algunos politiqueros irresponsables en campaña electoral.
Pero el “Mar Medellín” ya es una realidad para la administración de Gutiérrez, y el alcalde, insensibilizado, tal vez, por la debilidad de la oposición en el Concejo y la ausencia de una veeduría exhaustiva (como la que sí tuvo el exalcalde Daniel Quintero), no vio necesario consultarle a la ciudadanía sobre la pertinencia de su capricho faraónico. Un proyecto del que nunca habló en campaña y que ni siquiera forma parte del plan de desarrollo.
El alcalde en primera persona asumió que lo único que le falta a Medellín es el mar y no entró a considerar que esos 195.000 millones podrían resultar estratégicos para que a la ciudad no llegue una playa artificial si no para que llegue inversión social; mejora en las vías de acceso a los sectores populares; dotación de servicios básicos, acueducto y alcantarillado en los barrios periféricos (¡qué también forman parte de Medellín!); el mantenimiento de las quebradas; la financiación a la educación superior pública; la erradicación del hambre, etc.,
Sobre esto último solo hay que revisar un dato que es realmente preocupante, según cifras oficiales, en Medellín se encuentran en condiciones de inseguridad alimentaria más de 715 mil personas, de ellas, 427.967 están en riesgo moderado y 288.128 en riesgo severo. Para esas miles de personas, estoy absolutamente convencido, la prioridad no es tener una playa a la vuelta de la esquina, sino contar con programas de atención que, por un lado, mejoren su calidad de vida, y por el otro, reduzcan la desigualdad.
Y aunque la ciudad ha venido avanzado; por ejemplo, con la disminución del índice de pobreza multidimensional en 2024 cuando 16 mil personas salieron de la pobreza y 12 mil hogares mejoraron su calidad de vida. No se puede dejar de lado que el índice de pobreza multidimensional en la ciudad llega a 11,41 puntos. Una realidad que no se puede meter bajo el tapete o se puede esconder bajo la arena. Atender los enormes retos sociales en una ciudad profundamente desigual, donde miles de familias que viven a media hora del centro ni siquiera cuentan con acceso a agua potable, deben ser la prioridad.
Y estoy de acuerdo en que Medellín se debe contar con proyectos que democraticen el espacio público, ni más faltaba, pero esa la clave: democratizar; con una discusión amplia, honesta y de cara a la ciudadanía, no con proyectos descomunales que se presentan como “necesidades” muy alejadas de las verdaderas problemáticas sociales. Porque esos 195.000 millones de pesos son recursos públicos, no son la moneda de cambio para cumplir un capricho del gobernante de turno.
Comentar