El partido que perdió el fútbol: cuando el machismo sigue sin sanción

El pasado martes 19 de agosto, el director técnico y el director deportivo de Mushuc Runa, equipo del fútbol profesional ecuatoriano, protagonizaron un capítulo lamentable. Tras quedar eliminados en penales (2-4) frente a Independiente del Valle en los octavos de final, ambos atacaron públicamente al arbitraje, liderado por la jueza brasileña Edina Alves.

En zona mixta, el entrenador afirmó:

“No es que esté en contra de las mujeres, pero para estos torneos internacionales no estoy de acuerdo (que los dirijan mujeres). Para eso está el fútbol de mujeres”.

Por su parte, el director deportivo agregó:

“Un árbitro (mujer), por más buena que sea, no ve lo mismo que un árbitro hombre. Por eso está el fútbol femenino, porque las árbitras van a sentir lo que sienten ellas en un campo de juego”.

Ambas declaraciones reducen la capacidad de las mujeres a un asunto de género y emociones, negándoles legitimidad en espacios profesionales compartidos.

¿Las mujeres solo podemos estar en espacios “para mujeres”? Este tipo de discurso recuerda a la segregación racial en EE.UU., abolida en 1964, cuando se pretendía separar a las personas negras de los espacios públicos y educativos.

No se trata de comparar dolores ni de relativizar luchas: el racismo y el sexismo son violencias igualmente inaceptables. Así como condenamos cualquier expresión racista, debemos exigir que el mismo rigor se aplique al sexismo, que en muchos casos sigue normalizándose o tratándose con tibieza.

Lo que se plantea en estas declaraciones es que las decisiones arbitrales de una mujer serían menos racionales, y que su presencia debería limitarse a torneos femeninos. Se trata de comentarios sexistas, que avergüenzan al fútbol ecuatoriano, un país que hace poco fue sede de la Copa América Femenina en Quito, intentando abrir espacios de equidad de género en el deporte.

El silencio de las instituciones y el doble rasero. Por ahora, CONMEBOL también queda en deuda. Si estas declaraciones hubieran tenido un tono racista, es probable que las alarmas se hubieran encendido de inmediato, con sanciones claras al DT o al club. Si alguien dijera que “los árbitros negros solo pueden pitar en partidos de negros”, las consecuencias serían inmediatas.

Por eso, el mensaje debe ser firme: ni racismo ni sexismo. El fútbol sudamericano debe estar libre de todas las formas de discriminación, sin jerarquizar unas violencias sobre otras. La igualdad en el deporte no es una concesión, es un derecho que debe garantizarse.

El fútbol no puede seguir siendo un espacio donde se toleren discursos machistas. Si ya entendimos que la discriminación racial es inadmisible, debemos comprender con la misma claridad que el sexismo también lo es. No hay excusas: la cancha es de todas y todos.

Samantha Gordillo Suárez

Soy socióloga política y criminóloga. Hincha del Club Deportivo El Nacional. Trabajo en políticas públicas locales con enfoque en inclusión, equidad territorial y de género. También me interesa cómo la tecnología puede usarse de manera responsable para reducir brechas sociales. Escribo sobre fútbol y sociedad, género y cuidados, seguridad y crimen organizado y tecnología ética.

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