El riesgo es que el Alfredo Saade siga en el gobierno

“Su declaración ha sido más que torpe: ha sido cruel. Equiparar el riesgo de andar en bicicleta y caerse con el riesgo de ser asesinado por ejercer la política no solo es una aberración moral, es una amenaza velada a la esencia misma de la democracia y el proyecto político que representa Gustavo Petro.”.


Las últimas declaraciones del Pastor Sade sobre el asesinato —el magnicidio— de Miguel Uribe Turbay fueron la gota que rebosó la copa. No es solo una frase más de mal gusto: es la confirmación de que su presencia en el gobierno es una amenaza constante a la legitimidad y credibilidad de la administración de Gustavo Petro. En el poco tiempo que ha ocupado un cargo público, no ha aportado nada que fortalezca la institucionalidad; por el contrario, ha trabajado con una persistencia preocupante para deslegitimar nuestro sistema democrático y socavar el equilibrio de poderes.

Lo más grave es su oportunismo político. Con una mezquindad que indigna, aprovecha cualquier tragedia nacional para avanzar su agenda personal. Pero en esta ocasión, su declaración ha sido más que torpe: ha sido cruel. Equiparar el riesgo de andar en bicicleta y caerse con el riesgo de ser asesinado por ejercer la política no solo es una aberración moral, es una amenaza velada a la esencia misma de la democracia y el proyecto político que representa Gustavo Petro.

En cualquier país que se precie de ser democrático, hacer política no debería implicar arriesgar la vida. Hoy no solo debemos lamentar la muerte de un senador de la oposición y precandidato presidencial: debemos lamentar el retroceso que significa para nuestro pacto democrático, ya de por sí frágil y acosado por la violencia.

Y sin embargo, sería un error quedarnos solo en la indignación. Este asesinato nos interpela como sociedad. Nos recuerda que las democracias no se defienden solas, que la violencia política crece cuando la normalizamos y que el silencio, por cómodo que parezca, es su cómplice más eficaz. El riesgo no es únicamente que un Pastor Saade siga ocupando un cargo público: el riesgo es que aceptemos que esto es “lo normal” en Colombia.

Por eso vale la pena rescatar el mensaje del presidente Gustavo Petro, quien, en medio del dolor, reafirmó que “ninguna diferencia política puede justificar un asesinato” y que la vida de los opositores es tan sagrada como la de cualquier ciudadano. Esas palabras son el recordatorio de que este proyecto político se cimienta en la defensa de la democracia, el respeto a la vida y la pluralidad. Saade no representa esa causa; la distorsiona.

Si de esta tragedia debe nacer algo, que sea la certeza de que la política en Colombia puede ejercerse sin miedo, que la oposición y el gobierno puedan debatir sin amenazas, y que la vida, siempre, esté por encima de cualquier disputa. Honrar la memoria de Miguel Uribe Turbay exige caminar hacia esa meta con firmeza, sin ceder terreno a quienes quieren arrastrarnos de nuevo a la barbarie.

Simón Rivera Londoño

Arquitecto urbanista, consultor en ordenamiento territorial y planificación urbana. Apasionado de la política y soñador de otros mundos posibles.

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