82 años del Papel Literario: experiencia y resistencia del pensamiento venezolano

El Papel Literario ha sido consecuente con su objetivo desde su fundación, gran parte de su sobrevivencia se debe a esta consistencia histórica; tomar posición.


El 15 de agosto de 2025 el Papel Literario cumple 82 años. La longevidad de este suplemento cultural venezolano no es gratuita, se sostiene en la tradición literaria y la experiencia sociopolítica del país caribeño. Desde su fundación en 1943 con su primer director, Juan Liscano, el Papel Literario ha sido el umbral del pensamiento en diversos campos del conocimiento. Las ideas se han desplegado en la forma de un termómetro político en el interior del discurso literario, artístico, económico, periodístico y cualquier otra forma del lenguaje que no escatime la producción de un criterio autónomo. El Papel Literario ha sido consecuente con su objetivo desde su fundación, gran parte de su sobrevivencia se debe a esta consistencia histórica; tomar posición, que muy lejos de tomar partido, significa estar alineado con las libertades y no con los bandos.

El diario El Nacional, donde el Papel Literario funge como suplemento, fue un espacio donde las ideas iniciales del plan político de Chávez, de apariencia revolucionaria, tuvieron visibilidad hasta que este proyecto fue oscureciendo el panorama democrático. Un distanciamiento producto del rápido reconocimiento de incongruencias teórico prácticas que comenzaron a fracturar el brazo de la autonomía en Venezuela. Con este criterio, la línea editorial del periódico se ha sostenido junto a un suplemento que ha crecido en igualdad de condiciones y que en sus inicios recibió textos del pulso de escritores como Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Gabriela Mistral, Salvador Garmendia, Miguel Otero Silva entre muchos otros autores cuyas colaboraciones mantienen presente el rigor y la pertinencia del pasado.

Si en la tensión política venezolana del siglo XXI ya era difícil para el periódico sostenerse, lo sería aún más para un suplemento cuyo nombre parecía exigir la materialidad de su soporte. El Nacional no tenía el papel, una de las tantas consecuencias generadas por la presión del gobierno y la destrucción económica del régimen chavista. La suspensión física del suplemento y el diario en 2018 devino una óptima sobrevivencia digital; tomar posición frente al régimen no desaparecía, cambiaba de presentación. Un formato que multiplica su distribución sin ceder a la censura.

30 años de Nelson Rivera: un escritor que dirige

En 1995 Nelson Rivera asumió la dirección del Papel Literario con la experiencia ganada en el Consejo Editorial de El Nacional. El director no solo se ha mantenido, además ha desplegado en su ejercicio el autor que no reprime el pulso de su propia escritura. Un hombre capaz de dirigir con la amplitud horizontal de un pensamiento democrático, que articula el debate plural y multidisciplinario, no podía salir ileso de una conciencia crítica dispuesta a narrar los desafíos de las imágenes opresoras de la historia. Él mismo, que por la seguridad de su integridad física tuvo que exiliarse en España en 2015, es testigo y testimonio del acoso político. El peligro no era solo como director, también como alguien aún más peligroso para el autoritarismo; como un pensador que expuso los modos en que se desarrolla y se manifiesta un ecosistema dictatorial. Seis años antes de su exilio Rivera había publicado El cíclope totalitario (2009), Chávez cumplía diez años en el poder, el cierre de los medios de comunicación se acentuaba tanto como las protestas en las calles y la alarmante devaluación de la moneda se disfrazaba con el eufemismo “Bolívar fuerte”.

El primer párrafo de El cíclope totalitario termina con un paréntesis vital por su contemporaneidad: “(¿acaso la condición que nos atrevemos a llamar paz no es sino una atmósfera temblorosa y amenazada, siempre a un palmo de su estallido?)”. Garantizar la paz ha sido uno de los propósitos del discurso y las prácticas políticas chavistas. Nelson Rivera como director del Papel Literario y como escritor deja en evidencia la ambigüedad conceptual de esta palabra, pues, en la “paz” confluyen múltiples significados según el oráculo que consulte cada proyecto ideológico, porque incluso una paz total también está expuesta a la contradicción política cuando desconoce las exigencias ciudadanas dado que lo total, por su imposibilidad práctica, no está muy lejos de ser abono de lo totalitario.

En este sentido, con pasión por la literatura y la investigación, Nelson Rivera nos relata en su obra la admiración inicial de Lenin hacia Tolstói transformada en reproche, pues las ideas conciliadoras del escritor no se ajustaban a los objetivos revolucionarios bolcheviques:

Al  morir Tolstoi, su legado lo constituía mucho más que una  familia y una obra enorme: los llamados tolstovtsi, sus discípulos y partidarios, que eran millares esparcidos por la geografía rusa, no sólo intelectuales o universitarios, sino especialmente campesinos pobres (en los años veinte se contabilizaron al menos una veintena de cooperativas agrícolas tolstoianas, que creían en las enseñanzas de una vida apacible y fraterna), quienes fueron perseguidos, silenciados, obligados a renegar de las enseñanzas de su Maestro. Lenin, que bien podría ser el más maligno difamador del siglo XX, sentenció: «todos los seguidores de Tolstoi son unos miserables y viven en el extranjero».

La fuerza de una voz como la de Nelson Rivera surge de su rigor y sensibilidad como escritor, lector, editor y periodista. Si el Papel Literario ha sobrevivido bajo su dirección estos últimos 30 años como suplemento venezolano y latinoamericano, ha sido gracias a su exigencia. Es un director producto de su experiencia en la lectura, la investigación, la escritura y el cuestionamiento. Todo ello sumado al trabajo práctico que implica elegir, organizar, adjuntar y enviar por correo electrónico el Papel a los miles de lectores, dentro y fuera de Venezuela, que apoyan y celebran su distribución para ser parte de la resistencia que nunca es pasiva, porque resistir es la actividad de creación y transformación que los autores y lectores ejercen como una visible y verdadera práctica revolucionaria dirigida, en este caso, por Nelson.

En estos 82 años del Papel Literario no basta decir que es el suplemento cultural en circulación más antiguo de Latinoamérica. Tampoco es suficiente sumirse en una nostalgia comparativa entre el formato impreso y digital, porque si bien es cierto que para Walter Benjamin en la reproducibilidad técnica el original tiene un aura irrepetible, también es cierto que en la reproducción digital la experiencia del aura se manifiesta en la atención “original” del receptor. Entonces, celebrar los 82 años del Papel implica atender el pensamiento que nos aguza en cada texto, atender el archivo impreso y digital que guarda las formas del lenguaje de otros autores que construyeron la comunidad que somos. Pero, sobre todo, nos corresponde celebrar agradeciendo a Nelson Rivera la forma de vida que ha elegido compartir en su trabajo de director que poco dista del pensador. En el capítulo 4: “Testimonios” de su libro El cíclope totalitario, Nelson se dirige al autor de Vida y destino, Vasili Grossman, para pensar su experiencia:

[…] como reportero militar había logrado llegar a la zona de Berdichev, en Ucrania, su lugar de nacimiento, y pudo constatar por sí mismo cómo habían sido aniquilados más de 50 mil judíos en el campo de Treblinka, que frente a esa realidad se preguntó (el rebote de esta pregunta aparece en las primeras páginas de Vida y destino) cuán distintos podían ser los campos de Stalin de los campos de Hitler, ese hombre que había conocido todos los desencantos, las purgas y los sufrimientos que había ocasionado la demoledora maquinaria del socialismo real, no escribió una gran novela totalizante del siglo XIX, sino un dilatado y anchuroso retrato de su tiempo, porque era mucho lo que había visto y necesitaba expresar (denunciar).

Es inevitable ver una relación con quien dirige el Papel Literario, pues, en Nelson, la valentía de su testimonio como venezolano exiliado se refleja en su tenacidad por mantener, desde la distancia, un muro de contención crítico contra el olvido y el intento de deformación de la lengua que nos pertenece. Es esa obstinación la que hoy festejamos.

Xenia Guerra

Licenciada y magíster en Letras por la Universidad de Los Andes en Venezuela. Profesora universitaria de la misma casa de estudios. Investigadora en el ámbito literario con enfoque en filosofía política y el arte.

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