Putin instituye la homofobia como política de Estado

El veredicto recuerda el trasfondo de los juicios espectáculo promovidos durante la Gran Purga de Stalin: el Tribunal Supremo de Rusia -controlado por leales a Putin-, en sentencia leída por el juez Oleg Nefédov el 30 de noviembre de 2023, prohibió de forma inmediata al movimiento internacional LGTB al considerarlo como una “organización extremista”.

Fue un proceso kafkiano al que solo asistieron funcionarios adscritos al Ministerio de Justicia -un orwelliano Ministerio de Justicia-, dado que nunca se escuchó a la contraparte, porque, así resulte absurdo, en el territorio ruso nunca existió formalmente el movimiento internacional LGBT.

De esa forma, el Tribunal Supremo condenó una sigla muy asociada en Rusia con la “degradación y degeneración” de occidente -en palabras de Putin ante el Parlamento de Moscú el 21 de febrero del 2023-, ya que, dispuso, con resolución de inmediato cumplimiento, la prohibición de “la propaganda, la publicidad, el generar interés y animar a integrar las filas del movimiento LGTB”.

Fue un paso radical en la institucionalización de la homofobia como política de Estado.

Camino que emprendió la Rusia de Putin desde mediados de 2013 cuando la Duma Estatal aprobó una ley contra lo que se considera como “propaganda homosexual” bajo el convencional argumento de resguardar el sentido de la familia y proteger “a los niños de la información que aboga por la negación de los valores familiares tradicionales”.

Lo cierto es que, desde hace una década, Putin convirtió a los homosexuales en una suerte de “chivos expiatorios”, puesto que en su persecución y hostigamiento no solo apuntaló gran parte del conservadurismo que ha caracterizado su régimen autoritario, sino que le otorgó un rol protagónico a su defensa de los “valores tradicionales” moldeados en el imaginario social y religioso ruso por la poderosa Iglesia Ortodoxa.  

Pero fue tras la guerra con Ucrania que Putin se aferró mucho más a la defensa de la tradición, asumiendo -con el respaldo de un impresionante aparato de comunicación y propaganda- que la constitución de la identidad rusa corría peligro ante la “degeneración de occidente”. Parte de una estrategia de manipulación masiva para mantener el respaldo popular a su aventura bélica.

De ahí que, para Putin, los homosexuales se asemejen a aquellos “demonios” – en una línea narrativa muy similar a la planteada por Dostoievski en su famosa novela- imbuidos por los anti-valores de occidente y que buscan contaminar y degradar la santidad de Rusia.

Ciertamente el clima de la guerra le ha resultado muy funcional para encauzar todos los factores de poder en esa progresiva institucionalización de la homofobia. Lo que ha llevado a los colectivos LGTB a librar una intensa y cada vez más solitaria batalla en la defensa de sus derechos. Batalla que tras el veredicto del juez Nefédov, sin duda, los a vivir prácticamente en la clandestinidad y bajo el asedio permanente de la ley.

Y como si el panorama no pudiera ser más sombrío, el pasado 31 de junio Putin fue más allá al firmar una ley que prohíbe cualquier búsqueda en la web, relacionada con la diversidad sexual.

Desde el ascenso Nazi, en 1933, no se veía en Europa una persecución tan implacable y sostenida a la comunidad diversa, con prácticas sistemáticas de persecución, hostigamiento y discriminación directamente institucionalizadas desde el Estado. ¿Qué más se podría esperar de un régimen conservador y cada vez más motivado por la macabra lógica de la guerra?

Un triángulo rosa podría ser la respuesta…

 

Fredy Chaverra Colorado

Politólogo, UdeA. Magister en Ciencia Política. Asesor e investigador. Es colaborador de Las2orillas y columnista de los portales LaOrejaRoja y LaOtraVoz.

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