Cuando la política mata lo humano

“Lo que pasó con Miguel Uribe no es un hecho político: es la historia de un niño que crece sin su padre, la repetición de una herida que yo también cargué, y la evidencia de que necesitamos unas nuevas políticas que pongan lo humano por encima de cualquier ideología o partido político”


Esta semana recibimos una noticia que me dolió profundamente como colombiana, como persona política… pero, sobre todo, como ser humano. Y es la muerte del senador Miguel Uribe.

Muchas veces, cuando hablamos de política, olvidamos lo esencial: que antes de cualquier ideología o partido político que pertenezcamos, somos personas. Tenemos una familia, seres queridos, sueños, aprendizajes, una historia de vida por contar. Y eso fue lo que se perdió de vista con el asesinato de Miguel Uribe. Quienes lo mataron no vieron más allá de un color político o de una postura ideológica. Y eso duele, porque significa que seguimos poniendo las ideologías por encima de las personas, nos estamos devolviendo en la historia eterna de violencia.

Pero en lugar de apresurarnos a hacer análisis electorales, propongo que debiéramos hacernos un primero que todo un análisis humano. Debemos volvernos a preguntar:

¿Qué nos está pasando como país?

¿Dónde quedó ese trabajo colectivo de reconstruir una Colombia mejor?

¿Por qué seguimos emocionalizando la política hasta el punto de tomarla como un asunto personal, de vida o muerte?

¿En qué momento se nos olvidaron los valores que sostienen la convivencia y la verdadera democracia?

Tal vez, en este tiempo de polarización extrema, donde la política se vive con las entrañas y se confunde el debate con la agresión, necesitemos volver a conversar desde lo humano. Tal vez no deberíamos tener más conversaciones hermenéuticas de las políticas si hemos olvidado lo más básico: nuestra humanidad.

En la antigua Grecia, por ejemplo, la política se imaginaba como un espacio para el debate público, la retórica y el diálogo; motores para decidir el rumbo de la comunidad. Era un escenario donde las ideas podían confrontarse con fuerza, pero sin atentar contra la integridad de las personas. Se entendía que el poder debía servir para abrir espacios de discusión, no para cerrarlos. Había un principio claro: “Duros con los argumentos, suaves con las personas”.

Lo ocurrido con Miguel Uribe no se trata únicamente de política ni de ideologías. Se trata de lo esencial: una familia que enfrenta el dolor irreparable de una pérdida; un niño que crece sin su padre, en un país que ya le arrebató a Miguel a su madre en otro acto de violencia. Es la historia repetida de miles de colombianos que hemos vivido el vacío de perder a un ser querido por la guerra que no termina.

Yo lo sé porque también lo viví. Tenía su misma edad cuando mataron a mi papá por la violencia del conflicto armado. Con el paso del tiempo entendí el peso de la violencia en nuestro país, pero también encontré una convicción: trabajar para que los niños no tengan que pasar por lo mismo, enterrar a sus padres y crecer con el dolor profundo de su ausencia.

Esta muerte debe ser un recordatorio. A nosotros, los jóvenes, nos corresponde construir la política que soñamos: una donde lo humano prevalezca sobre el ego; donde el cuidado por el otro sea más importante que ganar un debate; donde los argumentos sean firmes, pero sin dejar de ser empáticos; donde se construya sobre lo construido, y el odio sea reemplazado por oportunidades reales.

Colombia no puede seguir condenada a la violencia, y nosotros no podemos seguir aceptando como “normal” que un hijo despida a su padre por razones políticas, no podemos seguir normalizando las masacres y los asesinatos. La política debe volver a ser un puente para construir, no un campo de batalla para perder vidas.

Si olvidamos lo esencial, no solo perderemos más vidas… perderemos el alma y corazón de este país. Porque, entonces, ¿qué quedará para los que vienen detrás de nosotros?.

Yuliana Osorio García

Soy una aprendiz constante de experiencias, personas y conocimientos. Estudio contaduría pública en EAFIT, además de esto, estoy cursando un diplomado en liderazgo público con la alcaldía de Medellín. Soy una persona que le gusta aprender de manera integral, considero que debemos aprender de todo lo que nos ofrece la academia y la vida. Me gusta mucho la filosofía cotidiana, la literatura y los temas de interés público como: la educación, la ética, la economía y la cultura. Para conectarme y saber más de estos temas me gusta mucho leer y hablar con amigos y gurús en estos temas.

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