“usted tampoco fue a recoger café”

La reciente condena contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez ha reavivado el debate nacional, trayendo a la memoria su propia y controvertida frase: “Esos jóvenes no fueron a recoger café”. Ahora, en un giro irónico del destino, la historia parece devolverle la misma moneda, pues, en efecto, “usted tampoco fue a recoger café”, sino a enfrentar la justicia, evidenciando que las consecuencias de los actos, sin importar el poder, son ineludibles.”


El 28 de julio, el ambiente político colombiano se cargó de expectación ante el inicio del juicio contra Álvaro Uribe Vélez por presunta manipulación de testigos y fraude procesal. Lo que para muchos era un proceso más, se convirtió en un hito histórico. La defensa del expresidente, acostumbrada a sortear obstáculos, se enfrentó a un panorama judicial que parecía más férreo. Cuatro días después, el 1 de agosto, la nación recibió la noticia de la condena. La sentencia, que puso fin a años de especulaciones y batallas legales, marcó un antes y un después en la carrera política de Uribe, impactando directamente su imagen, a su legado, y a su partido político Centro Democratico.

La condena desató una euforia palpable entre los sectores opositores a Uribe, quienes vieron en el fallo la validación de sus denuncias y una esperanza de justicia. Las redes sociales se incendiaron con mensajes de celebración, memes y llamados a la reflexión sobre el pasado político del país. Este debate digital se enmarca en un caldeado panorama electoral, donde la presidencia está en juego y la figura de Uribe, aun condenado, sigue siendo un factor polarizador que moviliza a sus defensores y detractores con igual vehemencia.

En contraste, allegados al ex mandatario e integrantes de su partido, el Centro Democrático, reaccionaron con indignación y desconfianza ante el veredicto. Figuras prominentes como Vicky Dávila, María Fernanda Cabal y Paloma Valencia, entre otras, se pronunciaron en defensa del expresidente, denunciando lo que calificaron como una persecución política y un ataque a la institucionalidad. Sus declaraciones en medios y redes sociales buscaron deslegitimar la sentencia, resaltando la trayectoria de Uribe y alertando sobre las posibles consecuencias de esta condena para la estabilidad democrática del país. Este sector, fiel a la figura de Uribe, cerró filas en su apoyo, reafirmando su lealtad y preparándose para una nueva batalla política en la que la imagen y el legado del ex mandatario seguirán siendo centrales.

Esta defensa no se limitó a las fronteras colombianas; políticos estadounidenses de línea conservadora, como el senador Marco Rubio y la congresista María Elvira Salazar, se unieron al coro de voces que cuestionaban la legitimidad del proceso. Sus mensajes en redes sociales y declaraciones públicas reiteraron la narrativa de la persecución política, calificando la condena como un atentado contra un aliado clave de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Estos pronunciamientos, aunque no cambiaron el curso legal en Colombia, añadieron una capa de complejidad al debate, internacionalizando la polarización en torno a la figura de Uribe y poniendo en evidencia la injerencia de actores externos en la política interna del país.

Para el Centro Democrático, la condena de Uribe, aunque ha servido para reforzar una narrativa de victimismo y persecución política entre sus bases, representa una pérdida significativa en su estructura de liderazgo. El expresidente era una figura central en la toma de decisiones y en la consolidación de estrategias electorales. De cara a las próximas elecciones presidenciales, esta ausencia se siente con mayor fuerza, especialmente porque el partido ha dilatado la elección de una figura clave que pueda competir por la Casa de Nariño, dejando un vacío que su base de votantes podría percibir como falta de dirección en un momento crucial. Este evento no solo se convierte en un hito histórico para el expresidente, sino que, además, es un suceso que repercutirá en la historia de Colombia, siendo recordado como el primer presidente en ser imputado y condenado.

La condena de Álvaro Uribe Vélez no solo marca un punto de inflexión en su carrera política, sino que también sume al Centro Democrático en un profundo estado de incertidumbre. La figura del expresidente ha sido, desde la fundación del partido, el pilar central sobre el que se articulaban sus decisiones, estrategias y la cohesión de su base. Su ausencia, forzada por la decisión judicial, genera un vacío de liderazgo que el partido aún no ha logrado llenar, evidenciando una dependencia excesiva en una única figura y la falta de una estructura sucesoria robusta.

Esta situación se agrava de cara a las próximas elecciones presidenciales, donde la falta de una figura fuerte y consensuada que pueda heredar el caudal político de Uribe pone en riesgo las aspiraciones del Centro Democrático. La base de votantes, acostumbrada a la dirección y el carisma del expresidente, podría sentirse desorientada y percibir una ausencia de rumbo, lo que podría traducirse en una disminución del apoyo electoral. La condena no solo es un golpe personal para Uribe, sino un desafío existencial para el futuro político de su partido.

Juan Jacobo Casas Roncancio

Politólogo de la Universidad de Antioquia y candidato a los Consejos Municipales de Juventud. Columnista interesado por el escenario político y las dinámicas de poder nacionales e internacionales, los derechos humanos y la seguridad.

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