No me hablen de regulación si lo que quieren es borrar lo que somos

Eso es colonialismo versión 2025. Es creerse con derecho a moldear lo que no conocen, a regular lo que no entienden, y a legislar lo que nunca han vivido.


El debate sobre las corralejas no es solo una discusión sobre bienestar animal o seguridad. Es, en el fondo, un reflejo de cómo desde el centro del país aún se legisla sobre las regiones sin entenderlas y sin incluirlas realmente.

Ahora resulta que las corralejas, una tradición profundamente caribeña, deben ser “reguladas” por un proyecto que nace en Bogotá, donde ni se celebran ni se entienden. Y aunque la senadora autora del proyecto haya venido de gira por algunos pueblos, el proyecto ya está escrito, radicado y aprobado en primer debate. ¿Entonces qué tanto se va a cambiar? ¿O acaso esas visitas son solo para que parezca que nos escucharon?

Y aquí es donde la cosa se pone clara: cuando en el Congreso se habla de pueblos indígenas, nadie se atreve a presentar un proyecto sin consultarlos. Incluso se exige que sea concertado con sus autoridades ancestrales. Es lo correcto. Es lo justo.

¿Pero cuando se trata del Caribe? Ah, ahí sí pueden decidir por nosotros sin problema. No hace falta un senador costeño, no hace falta una consulta previa, no hace falta entender ni vivir la tradición. Basta con “preocuparse” y armar un proyecto con buena intención —desde lejos— para intervenir una cultura que no es la suya.

Eso es desigual. Eso es colonialismo versión 2025. Es creerse con derecho a moldear lo que no conocen, a regular lo que no entienden, y a legislar lo que nunca han vivido.

Las corralejas no son perfectas, claro que no. Hay cosas que se pueden revisar. Pero eso no se hace desde un escritorio con aire acondicionado, sino hablando con la gente que vive la fiesta, que organiza, que trabaja, que la siente.

No con quienes confunden corraleja con corrida de toros española.

Nos dicen que esto es solo regulación, pero se siente como prohibición disfrazada. Porque cuando piden quitar al toro, cuando proponen reemplazarlo por uno simbólico, cuando hacen la ley tan estricta que vuelve inviable la fiesta, no están mejorando nada: están desmontando una tradición poco a poco.

Y como si fuera poco, lo disfrazan de progreso. Como si lo nuestro fuera atraso. Como si la cultura popular no mereciera el mismo respeto que otras.

No necesitamos que nos “salven” de lo que somos. Necesitamos que nos escuchen con respeto. Que nos incluyan como iguales. Que entiendan que legislar sobre una cultura sin vivirla es borrar su esencia.

Porque si cuando se habla de pueblos indígenas se consulta con sus autoridades,

Cuando se hable del Caribe, háganlo con nosotros también.

No me hablen de regulación si lo que quieren es borrar lo que somos.

Carlos Serrano Sierra

Estudiante de Administración de Empresas en Universidad de Cartagena, Analista político y defensor de la Libertad.

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