Logoi – Diablo

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoya

 

“El Diablo está en los detalles”

 En Diabolus (las mil caras del diablo a lo largo de la historia), un libro publicado en 2006, el escritor Simon Pieters nos ofrece una visión amplia de las formas, características y representaciones que le han sido asignadas a este personaje (el Diablo) en diferentes épocas y culturas. Este estudioso de las religiones nos presenta la figura de Ahrimán que tienta a Zoroastro para que abandone su devoción hacia Ahura Mazda (idéntica tentación es la que Satanás hace a Jesús en el desierto, narrada en los evangelios); devela a Samael, actor de los relatos judíos del Talmud, que según las leyendas hebreas llegó al paraíso (el Edén) cabalgando sobre una serpiente gigante, para luego copular con Eva y engendrar a Caín y a varios demonios; y nos ilustra sobre las nueve declaraciones satánicas de Anton Szandor La Vey, fundador de la Iglesia Americana de Satanás en 1966.

Además de engañador, el Diablo siempre ha sido asociado con la astucia. Sin embargo, relatos populares como “el Diablo y el campesino”, recopilado por los hermanos Grimm, o la novela costumbrista del antioqueño Tomás Carrasquilla, “A la diestra de Dios padre”, dejan muy mal parado a la encarnación del mal supremo en ese asunto. En la primera historia, un campesino astuto despoja al Diablo de un tesoro al ganarle una apuesta en la que se jugaban las ganancias de la siembra. Cuando el Diablo propone ser el dueño de todo lo que produzca la tierra en la superficie, entonces el campesino siembra nabos; y cuando se empeña en ser el poseedor de lo que crezca bajo la tierra, el campesino cultiva trigo. Ganándole con estas argucias, el tesoro. Mientras tanto, en la otra historia, gracias a una ayuda divina, Peralta, personaje principal de Carrasquilla, le gana al Diablo en el tute (juego de naipes) y con eso, el maligno debe pagarle con algunas almas condenadas en el infierno, las cuales Peralta rescata y se lleva para el cielo.

Pero el Diablo tiene sus mañas, tanto así que en el siglo XV fue el inspirador del “Malleus maleficarum”, conocido como el martillo de las brujas, que se convirtió en el manual para determinar si una persona (la mayoría de acusadas eran mujeres) había realizado algún pacto con el Diablo. De igual manera, el periodista norteamericano Ambrose Bierce hizo al Diablo protagonista de un diccionario en el que lo definió como “el culpable de todos nuestros males y causante de todo lo bueno que hay en el mundo. Lo creó el Todopoderoso, pero lo trajo al mundo una mujer”. El diccionario del Diablo es uno de esos textos que todos deberíamos leer y releer. Cómo lo afirmó Fernando Savater: “cada vez que me siento envilecido por un exceso de optimismo, leo un puñado de sus definiciones”.

En la teología judeo-cristiana, lo explica muy bien el teólogo y exégeta Ariel Álvarez Valdéz, no debe confundirse al Diablo con el demonio. El Diablo es una personificación (un sustantivo), mientras que el demonio denota una realidad (adjetivable) que los griegos llamaban “daimon” (δαίμων) y que podía definirse como un espíritu protector o de guía (léase la apología de Sócrates, escrita por Platón, donde el filósofo ateniense habla de un “daimonion”, como una voz interior que le advierte sobre los errores que puede cometer). Esa misma idea del “daimon” era entendida por los judíos como un causal de enfermedad o defecto, relacionado con el pecado de los antepasados del afectado. Por tanto, compréndase aquí que la mujer que se acercó a Jesús, y que las escrituras dicen que tenía siete demonios, no era una endiablada o poseída, sino una mujer muy enferma.

Por último, no podemos dejar de lado al Diablo de los carnavales, aquel que anima los festejos paganos, previos a la semana santa, y se pasea por diferentes territorios del mundo carnavaleando (Perú -con la danza “son de los Diablos”-; República Dominicana -con su “Diablo cojuelo”-; Bolivia -con el carnaval de Oruro y su danza “la Diablada”-; Colombia -con el carnaval de Riosucio/Caldas-; España -con su “danza del diablo” celebrada en la isla La Palma-; y hasta en Estados Unidos -con su “noche del Diablo”, festejada especialmente en Detroit). Ese que sirvió de pacificador entre indios y negros en Riosucio (Caldas – Colombia) y que cada dos años llega con sus cuadrillas y su diablada para emitir decretos y ser quemado (sacrificado) al final de la semana, no sin antes anunciar que retornará. El mismo que se resistió frente a dos diputados caldenses (la diputada del Partido Mira, María Isabel Gaviria Calderón y el diputado Jorge Ariel Carmona Guzmán del Partido Conservador) que se negaron a votar, basados -según ellos- en sus creencias cristianas, a favor de la declaratoria del Carnaval del Diablo de Riosucio como un patrimonio cultural e inmaterial del departamento de Caldas (Colombia). Menos mal que la ordenanza fue aprobada y con esa satisfacción podemos replicar ese refrán que dice: “más sabe el Diablo por viejo que por Diablo”.

 

Pd. Otras definiciones curiosas que pueden encontrarse en el “Diccionario del Diablo” de Ambrose Bierce son las siguientes:

*Cielo: Lugar donde los perversos dejan de contarnos sus aburridas cuestiones personales y los buenos nos escuchan con atención cuando les contamos las nuestras.

*Genealogía: Estudio de nuestra filiación hasta llegar a un antepasado que no tuvo interés en averiguar la suya.

*Policía: Fuerza Armada destinada a asegurar la protección frente al robo y la participación en el mismo.

*Referéndum: Ley que se somete a voto popular para constatar el consenso de la insensatez pública.

*Venganza: Enviar a nuestro rival las cartas que nos escribió su mujer cuando éramos novios.

Logoi

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra. Por: Mauricio Montoya y Fernando Montoya

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