Cuando el caos es heredado y la rebelión se gesta en silencio

San Andrés no amaneció rota de la noche a la mañana. Esto no es un accidente. Esto es el resultado de 20 años de una misma estructura política que se ha reciclado en el poder como quien cambia de camisa pero no de alma. Gobernador tras gobernador, diputado tras diputado, congresista tras congresista… una misma manguala se ha turnado la administración del poder público como si fuera un negocio familiar. Y lo es. Porque lo han manejado como tal: protegiéndose entre ellos, blindando sus cargos, repartiendo contratos y traicionando lo poco que nos queda como pueblo.

El gobernador apoya al congresista. El congresista al gobernador. El diputado no fiscaliza al gobernador porque es parte del combo. Y todos juntos deciden quién será el contralor, quién les va a “cubrir la espalda” para que puedan robar tranquilos y reelegirse en paz. Esa es la verdadera razón por la que en esta isla no pasa nada nuevo: porque los de siempre han secuestrado el futuro y lo han hipotecado por beneficios personales.

¿Y el resultado? Una sociedad abandonada, fracturada, sin oportunidades. Una isla que sangra en lo ambiental, que colapsa en lo institucional y que se ha vaciado en lo espiritual. ¿Cuántas veces más nos van a mentir en campaña? Prometen lo social y gobiernan con el concreto. Prometen salvar la salud, pero pactan con los contratistas. Prometen cuidar el territorio, pero firman licencias para destruirlo. Desde el primer día en el poder, su agenda no es la del pueblo: es la de sus financiadores, sus amigos, sus negocios.

Aquí, el que llega al poder y no es rico, entra con un solo objetivo: volverse rico. Y el que ya lo era, solo quiere ser más rico. Todo a costa de nosotros. Y mientras tanto, ¿quién nos protege? Nadie. ¿Quién nos representa? Nadie. ¿Quién nos escucha? Nadie.

Por eso la isla ha comenzado a estallar. Lo que pasó el 20 de julio no es simple vandalismo. Es el resultado de años de desespero acumulado. Es el reflejo de una olla a presión que ya no aguanta más. Y cuidado: esto no es una apología a la violencia, es una advertencia a los responsables del caos. Porque cuando un pueblo toca fondo, ya no tiene miedo. Y cuando ya no hay esperanza, lo único que queda es rebelarse.

Una rebelión no siempre lleva piedras en la mano. A veces lleva verdades en la boca, ideas en la cabeza y decisión en el alma. A eso deben temerle. Porque esta vez, no los vamos a enfrentar con sus mismas armas. No vamos a jugar el juego de ellos. Esta vez, vamos a cambiar las reglas. Vamos a usar herramientas que nunca han visto. Vamos a hablarle al corazón de un pueblo dormido, pero no vencido. Y vamos a despertar.

Porque se acabó el silencio. Se acabó el miedo. Se acabó la resignación. La historia de San Andrés no se va a escribir con las manos manchadas de quienes han gobernado para sí mismos. La vamos a reescribir nosotros. Y va a doler. Pero va a sanar.

Hoy quedan notificados: los vamos a enfrentar. Y vamos a ganar.

¡Nos quitaron todo, hasta el miedo!
¡Ahora nos toca a nosotros… y no venimos a negociar!

Jayson Taylor Davis

Soy un abogado sanandresano, especialista y estudiante de la maestría en MBA en la Universidad Externado de Colombia.

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