Colombia no necesita otro congreso mediocre

Cada día que pasa, es un día perdido para construir las listas de personas capaces, honestas y comprometidas con el país. Mientras se desgasta el debate presidencial y se inflan los egos de precandidatos que solo piensan en la Casa de Nariño, el verdadero foco se nos escapa: el Congreso.

Sí, ese mismo Congreso que cada cuatro años se renueva para empeorar. Ese mismo que debería representar al pueblo, pero termina convertido en una feria de intereses particulares, clientelismo y mezquindad.

Es hora de hacernos las preguntas incómodas:

  • ¿Qué clase de Congreso queremos para el 2026?
  • ¿Quiénes merecen regresar y quiénes deben irse para siempre?
  • ¿Qué nuevos nombres pueden devolverle dignidad y altura al debate legislativo?

No podemos seguir viendo al Congreso como un premio de consolación para los que no ganan la presidencia o una salida cómoda para figuras decorativas. El Congreso es el corazón de la democracia. Sin un Congreso serio, deliberante y comprometido, ningún presidente podrá sacar adelante una agenda de país. ¿De qué sirve ganarle a Petro si el próximo Congreso queda dominado por el Pacto Histórico o cualquier otra fuerza sin contrapeso ético ni técnico?

Invito a los actuales precandidatos presidenciales a reflexionar profundamente: tal vez el país no los necesita en la presidencia, sino en el Senado o en la Cámara. Tal vez su aporte real no está en la contienda electoral, sino en la construcción legislativa.

Colombia necesita un Congreso con figuras de peso, con experiencia, con carácter. Pero también necesita caras nuevas, independientes, decentes y bien formadas, que lleguen a aprender, pero también a cuestionar y oxigenar. Es fundamental que quienes ya tienen recorrido político actúen como mentores, no como caciques, y que las nuevas generaciones asuman su rol con coraje y preparación.

Resulta desalentador que gran parte del Congreso actual aspire a reelegirse sin que haya un escrutinio serio. Nadie se pregunta:

¿Qué han hecho? ¿Qué votaron? ¿Cómo actuaron frente a los intereses del pueblo?

Ya basta de votar por nombres sin revisar trayectorias. Ya basta de premiar el silencio cómplice y la mediocridad funcional.

El país está urgido de un nuevo pacto legislativo. Un Congreso que legisle, que debata, que construya, que se ensucie los zapatos en el territorio y no se quede en la comodidad de Bogotá. Un Congreso que sea capaz de poner por encima de todo una sola causa: Colombia.

La conversación debe comenzar ya. La ciudadanía debe dejar de obsesionarse con la presidencia y volver la mirada hacia el Congreso, donde se deciden las reformas, se vigila al Ejecutivo y se forja la institucionalidad. Si de verdad nos duele Colombia, si queremos defender la democracia y cerrar la oscura noche de la corrupción y la incompetencia, tenemos que empezar por elegir bien a nuestros congresistas.

No es exageración decirlo: el Congreso actual ha sido una vergüenza. Por eso, si hay una esperanza de que Colombia resurja, no será por quien ocupe la presidencia, sino por el Congreso que se elija en 2026.

¡Y ese Congreso no puede volver a ser estúpido!

 

Luis Carlos Gaviria Echavarría

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